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Cronología de la deuda pública griega. La banca siempre gana artículo de Eduardo Garzón


Documento escrito en colaboración con Carlos Martínez en la Fundación Europa de los Ciudadanos el 20 de enero de 2015
Grecia ya presentaba una abultada deuda pública antes de la crisis económica (109,3% PIB al finalizar 2008; muy por encima de la media europea: 78,9%), resultado de un déficit público crónico causado a su vez por una clara insuficiencia de ingresos públicos (38% del PIB aproximadamente durante los años anteriores a la crisis, mientras la media europea rondó el 44%). Sin embargo, la elevada y creciente deuda pública no suponía demasiados problemas porque el coste de financiación no era demasiado alto ya que los países del euro gozaban de una buena reputación (la prima de riesgo griega con respecto al bono alemán -que era la más elevada de todos los países del euro- raramente superó los 50 puntos). Durante todo este tiempo los bancos europeos (incluidos los griegos) hicieron un buen negocio prestando dinero al Estado griego. Entre ellos, destacaron los franceses y los alemanes, tal y como se puede observar en el gráfico 1[1].
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La quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers en octubre de 2008 dio un susto importante al mercado de deuda pública y la prima de riesgo griega sufrió un ascenso notable, pero en cuestión de meses volvió a niveles aceptables (ver gráfico 2). Sin embargo, un año más tarde confluyeron dos eventos que desataron la guerra contra la deuda pública griega. El primero de ellos fue que el 20 de octubre de 2009 el primer ministro griego informó a Bruselas de que el déficit de Grecia de ese año sería del 12,5% sobre el PIB y no del 3,7% como se había anunciado en un principio (más tarde se supo que las trampas contables –que llevaban tiempo produciéndose– habían sido diseñadas por el banco Goldman Sachs). El segundo acontecimiento se produjo dos semanas más tarde, cuando el emirato de Dubai declaró una moratoria de pagos. La posibilidad de que un Estado no pagara su deuda se hizo presente a nivel internacional y se disparó el miedo entre los inversionistas privados, quienes vieron en Grecia la próxima economía que no podría devolver su deuda. Por ello, los inversores exigieron mucha más rentabilidad a los bonos públicos griegos y la prima de riesgo inició una senda ascendente que alcanzaría su máximo en marzo de 2012.
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A pesar de que el Banco Central Europeo (BCE) podría haber detenido el ascenso de la prima de riesgo de muchas formas diferentes, el bloqueo institucional que provocó fundamentalmente un gobierno alemán interesado en escarmentar al país heleno  para que acometiera determinadas reformas (tal y como luego se hizo con el resto de países periféricos), tuvo como consecuencia que la prima de riesgo rozase los estratosféricos 300 puntos en febrero de 2010. A pesar de ello, hasta marzo de 2010 no se comunicó el primer acuerdo propuesto por la Comisión Europea y secundado por el Fondo Monetario Institucional, el presidente del BCE y la canciller alemana (lo que se vino a denominar la Troika). El 11 de abril el Eurogrupo anunció los primeros préstamos bilaterales de los socios, secundados por otros préstamos del FMI, acompañados por supuesto de "sugerencias" de recortes en gasto público y de reformas estructurales. Sin embargo, fue un vano intento para calmar a los inversionistas.
Es importante hacer notar que durante toda esta época los bancos europeos obtenían financiación del BCE a tipos muy baratos y en condiciones muy favorables, para luego prestarlo al Estado griego[1] a tipos de interés sobresalientes, con lo cual obtenían suculentos beneficios a costa del estrangulamiento de las finanzas griegas.
A principios de mayo se aprobaron nuevos y cuantiosos préstamos con la condición de aplicar un nuevo plan de "consolidación fiscal" (es decir: recortes y reformas regresivas) que no hacían sino revelar lo obvio: el Estado griego no podía refinanciar su deuda a aquellos costes tan desorbitados en el mercado de deuda pública. Al mismo tiempo, el BCE activó por fin una compra de bonos en el mercado secundario[2], aunque fue tan tímida que no tuvo mucha repercusión.
Por último, se aprobó la creación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, mecanismo temporal que se utilizó para financiar al Estado griego a precios levemente inferiores a los de mercado, utilizando las garantías del resto de Estados miembros. Las garantías no suponen un desembolso de dinero por parte de los Estados (y por lo tanto un aumento del déficit  público), a no ser que se incumplan las obligaciones de pago. Es decir, en caso de que Grecia no devuelva ese dinero el coste lo deberán asumir el resto de países de la UE. La capacidad máxima del fondo asciende a 440.000 millones. Los Estados se comprometen a avalar el 165% del principal y los intereses, es decir, hasta 726.000 millones. El compromiso del aval español es del 12,75% (unos 92.544 millones). El desembolso de los préstamos que obtenía Grecia del fondo estaban sometidos al cumplimiento de planes de ajuste y de recortes.
Lo más insultante de todo es que los préstamos otorgados por la troika seguían siendo enormemente caros, como reconoció Christine Lagarde, en aquel momento ministra de finanzas de Francia, señalando que Francia prestaba a Grecia al 5% con dinero obtenido a un coste muy inferior. En otras palabras: los países socios de Grecia estaban obteniendo beneficios a costa del sufrimiento griego. En el gráfico 3 se puede observar cómo la carga de la deuda griega (intereses pagados en proporción al PIB) alcanzó cotas vejatorias del 7,3% en el año 2011. Las movilizaciones sociales internacionales y protestas de los gobiernos griego, irlandés y portugués fueron tan numerosas e importantes que los países prestamistas tuvieron que dar marcha atrás en junio de 2011, momento en el cual incluso devolvieron a Grecia todo el dinero obtenido por intereses. A partir de entonces los países europeos redujeron el tipo de interés de los préstamos a Grecia, y la carga de deuda fue reduciéndose a niveles más moderados.
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No obstante, durante este periodo de tiempo se fue produciendo lo que en última instancia debían de buscar los gobiernos europeos: trasladar el riesgo de impago griego desde los bancos a los Estados europeos. A pesar de que ya en 2010 se puso de manifiesto que Grecia no podría pagar su deuda y que tarde o temprano debería reestructurarla, la Troika decidió ganar tiempo para que los bancos europeos pudiesen ir deshaciéndose de los títulos de deuda pública al mismo tiempo que los Estados europeos y el BCE pasaban a ser propietarios de los mismos. Por ello, cuando se hizo finalmente la reestructuración de la deuda pública en abril de 2012 (¡dos años más tarde!) buena parte de los bancos europeos no perdieron nada porque ya se habían retirado del negocio. Incluso el propio FMI reconoció que lo lógico e ideal para atajar el problema cuanto antes y no continuar con la dinámica expansiva de la deuda hubiese sido hacer la reestructuración en 2010 y no en 2012, lo que refuerza la sospecha de que se buscó ganar tiempo para que determinados acreedores se deshicieran del riesgo y no la solución más eficiente.
Por otro lado, la reestructuración tampoco alivió mucho el problema de la deuda pública, ya que tan sólo en año y medio su volumen recuperó todo lo que se había cancelado con la negociación (ver gráfico 4). Ahora bien, eso no quiere decir que los acreedores no tuviesen que registrar pérdidas, y la crisis de Chipre en marzo de 2013 así lo evidencia, ya que fue originada precisamente porque muchos bancos chipriotas poseían títulos públicos de Grecia.
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Tras la reestructuración hasta la actualidad se ha seguido sucediendo el mismo fenómeno: retirada de los acreedores privados (en su inmensa mayoría entidades financieras) e incorporación de los Estados Europeos a través del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Tal es así, que en septiembre de 2014 (últimos datos disponibles) este fondo suponía un peso gigantesco del 68,4% sobre toda la deuda pública (ver gráfico 5).
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Comparando el gráfico 1 con el gráfico 5 se puede constatar fácilmente que la estrategia de socializar los riesgos privados ha funcionado a la perfección: en el año 2010 el Estado griego estaba endeudado fundamentalmente frente a bancos privados europeos, y en la actualidad está endeudada fundamentalmente a través del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, detrás del cual están los Estados europeos. A pesar de que fueron los bancos privados quienes realizaron malas inversiones al prestar dinero a un agente económico que más tarde se declaró insolvente, hoy día son los contribuyentes del resto de economías europeas las que van a sufrir los costes de la inevitable reestructuración que ha de acometer el Estado griego, tarde o temprano, de la mano del gobierno de Syriza o de cualquier otro gobierno. En definitiva, la banca siempre gana.


[1]Y a otros como el Estado español.
[2]El mercado secundario es el ámbito en el que los inversionistas que poseen los bonos griegos se los intercambian entre ellos, sin que en estas compraventas pueda intervenir el Estado Griego. La prima de riesgo queda establecida en este mercado, que sirve luego como referencia al mercado primario (cuando el Estado emite nuevos bonos). Si la prima de riesgo es elevada, al Estado le costará mucho volver a endeudarse en el mercado; y al revés. Pero mientras el Estado no acuda al mercado privado de deuda pública y se financie por otras vías (préstamos del FMI, de Estados europeos, etc.) el nivel de prima de riesgo no le afectará.

[1] En cambio, los bancos españoles tuvieron una limitadísima participación no superior al 2% de los acreedores extranjeros.

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