Los pro vientres de alquiler se reinventan, no solo quieren hacernos creer que son las madres gestantes las que se ofrecen como tales, sino que además esta decisión, las llena de felicidad
Recuerdo aquel episodio del maravilloso libro de Louisa May Alcott: Mujercitas, donde las cuatro niñas protagonistas le regalan un copioso desayuno de Navìdad a una familia que no tenía nada que comer. Entendí que ser generosa con quien está en una situación difícil o desesperada, te hace sentir bien contigo misma; aseguraría que incluso te sientes especial y llena de felicidad. En el inicio del siglo XXI, esta situación sucede a la inversa. Son las personas bien posicionada económicamente las que acuden a las casas de gente pobre a demandar solidaridad y empatía ¿Qué puede querer alguien que tiene una vida digna y sin carencias materiales de quién carece de casi todo? Capacidades como la reproductiva, porque para completar la felicidad no es suficiente con tenerlo casi todo.
Se afirma que una mujer en estado de vulnerabilidad actúa
generosamente cuando decide convertirse en madre gestante de una familia
que disfruta de un estatus social y económico superior. Pervierten los
conceptos de “solidaridad y generosidad” para explicar lo inexplicable.
¿Cómo definiríamos esta situación? Sí, pueden decirlo, es una clara
explotación pedirle a quién no tiene nada, que te entregue lo único que
le puedes comprar, en este caso, su capacidad reproductiva.
El patriarcado nos adiestra para obtener todo lo que ha querido de
nosotras. Su gran triunfo es conseguir que lo hagamos con alegría y
convencidas de que es lo que realmente deseamos hacer y nos llena de
felicidad. No podría ser de otro modo, porque si fuéramos conscientes
del abuso, íbamos, como mínimo, a cuestionar esos dictámenes o
directamente a rebelarnos contra ellos.
.El estado de “generosa felicidad” es aprovechado para crear un
nuevo modelo de mujer: la heroína. La “heroína” es presentada ante el
mundo como esa persona especial, única y maravillosa que “ayuda” a
conseguir el deseo de ser padres o madres a otras que, por una u otra
razón, no pueden tener sus propias criaturas.
Estas no dudan en mostrar públicamente su agradecimiento a esas
mujeres que hicieron posible su sueño. Una felicidad mutua que tiene los
días contados…. Exactamente, nueve meses.
¿Son realmente conscientes estas mujeres tan entregadas, de que realmente están siendo utilizadas?
El uso que hacen estos señores y señoras de ellas traspasan todo los
límites de la dignidad humana. Ahora además de incubar a sus bebés, les
sirven como reclamo, bajo lemas tan perversos como: “hablan los vientres
de alquiler” o “las gestante no se sienten madres de la criatura que
están gestando” -observen los conceptos que se utilizan para dirigirse a
ellas:“vientres de alquiler/ gestantes”, da mucho que pensar-. No
obstante, obvian que estas mujeres, precisan de ayuda psicológica para
desvincularse afectivamente del ser que portan en su vientre. Resulta
como menos curioso, el protagonismo mediático que se nos otorga cuando
en todos los ámbitos somos la excepción y no salimos en primer plano
informativo para que se conozcan nuestros logros.
Los pro vientres de alquiler se reinventan, no solo quieren hacernos
creer que son las madres gestantes las que se ofrecen como tales, sino
que además esta decisión, las llena de felicidad.
Las circunstancias que pueden llevar a una mujer a querer
voluntariamente ser madre de alquiler no son solo económicas. Ni
siquiera somos capaces de asegurar que cualquier mujer no ceda ante la
constante presión que se ejerce, incluso desde la propia familia, sobre
nosotras, para que decidimos ser madres. Si ya has pasado los 35 años,
tienes una relación estable y no tienes hijos o no piensas tenerlos a
corto plazo, te sorprendes a tí misma excusando tu decisión o explicando
que no está entre tu proyecto de vida. En muchas ocasiones aparece la
culpa, sentimiento que se nos inculca para manejar nuestra voluntad al
antojo de quien necesita algo de nosotras. Todo esto, nos lleva muchas
veces, a dudar que estas decisiones se tomen en libertad y no empujadas
por conseguir una aceptación o aprobación social y familiar. No es
descabellado que ese ansia de reconocimiento social sea un motivo para
ceder nuestras capacidades reproductivas, sin ser conscientes de que
somos manejadas para beneficio de otros.
Por desgracia para ellos, las mujeres tenemos una herramientas que
nos ayuda a diferenciar entre generosidad y explotación, entre libertad y
sometimiento: el feminismo. Con él aprendimos a querernos tal y como
somos. Nos enseñó que no le debíamos nada a nadie, que nuestras
ilusiones, nuestro trabajo, nuestro placer son importantes. Nos recordó
que somos personas completas y nuestra misión ni es servir ni estar a
disposición de los anhelos de otras persona. Nos ayudó a analizar las
circunstancias que nos colocan en esas situaciones de precariedad
económica y de vulnerabilidad social que nos empujan a colocar en el
mercado nuestro cuerpo y nuestras capacidades reproductivas y sexuales
para sobrevivir.
Solo aceptaría un contexto para creer en la verdadera voluntariedad
de tomar la decisión de alquilar el vientre y entregar a la criatura
nacida como un acto de generosidad: un mundo donde ninguna mujer tuviera
necesidades afectivas, económicas o de cualquier tipo de
reconocimiento. Un mundo donde la igualdad fuera real y efectiva.
El patriarcado, creó la madre abnegada, la cuidadora gratuita, la
puta, y ahora la heroína, pero se le olvidó que entre tanta figuras
inventadas para sostener el sistema, nacimos las feministas, esas
exageradas feminazis que con voluntad y constancia , estamos golpeando
sin cesar los pilares que lo mantienen en pie.
Y lo tumbaremos.
Inma Guillem Salvador
Cofundadora de la Plataforma animalista Cassola sense corada. Ha sido coordinadora del Área de feminismo de EUPV en la comarca de la Vall d'Albaida, e integrante del Area de feminismo de EUPV.
* publicado en Tribuna Feminista
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