El
22 de abril por decisión de las Naciones Unidas se celebra en todo
el mundo el Día de la Tierra, o como sabiamente la denominan muchos
pueblos indígenas, el Día de la Madre Tierra. Los Verdes este día
hacemos público nuestro manifiesto y ya sólo a un año de las
elecciones locales, autonómicas y al Parlamento Europeo, es hora de
volver a reivindicar unas ciudades verdes desde nuestra apuesta
decidida y trabajo permanente en convertir nuestras urbes en espacios
habitables, sanos, sin contaminación y donde puedan ser felices y
desarrollar todas sus capacidades todos los seres humanos que las
habitan.
En
la actualidad, más de un 70% de la población europea vive en
ciudades y son sus consumos energéticos, de agua y de materias
primas los primeros causantes de la degradación del medio y de la
contaminación atmosférica que está causando el cambio climático.
Las ciudades han pasado de ser ámbitos de libertad en un mundo rural
duro e injusto a convertirse en espacios inhóspitos, insolidarios,
que crecen desordenadamente y generan miles de toneladas de
desperdicios y residuos de difícil tratamiento. Cambiar las
ciudades, reverdecerlas y democratizarlas socialmente es una tarea
urgente si queremos que la humanidad tenga futuro, si como especie
aún queremos seguir habitando el Planeta Tierra.
Inmersos
como estamos en una profunda crisis política, económica, social y
ambiental, y ante la ya innegable crisis del sistema político
bipartidista que habían establecido el PP y el PSOE en la
transición, roto por la aparición de nuevos agentes políticos y
amenazando una involución de los derechos democráticos con la más
que rigurosa aplicación del art. 155 de la Constitución en
Catalunya, las condenas por delitos de opinión, más que nunca, la
ciudad y sus calles y plazas se han de convertir en un espacio idóneo
para renovar la política, para recuperar el poder para la
ciudadanía, para exigir mejoras en los derechos sociales y cívicos,
para hacer posible que la política vuelva a su sentido originario, y
sean la ciudadanía la que dirija y asuma las grandes decisiones que
van a afectar a su presente y a las futuras generaciones.
Es
en las plazas públicas y se deben reflejar en los próximos
Ayuntamientos, las administraciones más cercanas a la gente, donde
se pueden y se deben establecer nuevos mecanismos de participación
permanente de la ciudadanía. La planificación de las ciudades, la
distribución de los espacios públicos, el modelo de sus barrios,
los servicios educativos, sanitarios y sociales, el sistema de
transporte deben decidirse no sólo por los concejales y alcaldes,
sino por el conjunto de la ciudadanía a través de su participación
activa en Asambleas de barrio y Juntas de Distrito, en Consejos
Sociales, en Fórums 21 y también, mediante referéndums locales
para los grandes acuerdos, como puede ser la aprobación de un Plan
General.
Las
ciudades verdes y solidarias, crean nuevos instrumentos de
participación ciudadana, que las conviertan en la vanguardia en el
ahorro energético, en un conjunto democrático y cooperativo en la
generación de energía solar en cada tejado, en cada edificio
público o privado. La ciudad verde debe ser protectora de los
espacios agrícolas y naturales de su alrededor, no sólo como pulmón
verde sino para fomentar el consumo de productos naturales, para
fomentar la soberanía alimentaria, para actuar contra el mercado de
las multinacionales que mata la agricultura mediterránea y genera
tanta injusticia y contaminación en el mundo.
La
ciudad verde crece hacia adentro, rehabilitando las viviendas con
construcción bioclimática que ahorra energía, poniendo a
disposición de las personas miles de viviendas que están vacías,
fomentando el consumo racional y la compra en los pequeños comercios
de cada barrio. La ciudad verde lucha contra las grandes superficies
periféricas que ocupan grandes espacios de huerta, que fuerzan a
enormes desplazamientos diarios, que impersonalizan el consumo, que
devertebran e uniformizan el espacio urbano.
La
ciudad verde es la que protege su patrimonio natural, sus bosques
periféricos, sus marjales y albuferas, sus lagunas y también su
patrimonio cultural y antropológico, sus señas de identidad como
conjunto humano que vive y comparte una historia propia . La ciudad
verde es solidaria entre sus vecinos, procura servicios educativos,
sociales y sanitarios para todos y todas, una distribución
equilibrada de los servicios, un sistema de transporte público
suficiente y no contaminante.
Las
ciudades verdes aman a los animales, salvajes y de compañía, y no
permiten en sus términos ningún tipo de espectáculos que degrade,
maltrate, torture o mate para el divertimento público algún animal.
Hoy,
en este día de la Tierra de 2018, la Federación de Los Verdes
renovamos nuestro compromiso con la Declaración de Río de 1992 y
manifestamos públicamente que seguiremos trabajando desde los
Ayuntamientos de las ciudades españolas, en los parlamentos
autonómicos y en Europa para que en esas nuevas ciudades verdes que
tantas veces ha pedido la ONU se promueva consiga la armonía con la
naturaleza y la Tierra y se alcance un justo equilibrio entre las
necesidades económicas, sociales, culturales y ambientales de las
generaciones presentes y futuras desde un nuevo modelo democrático,
participativo, alternativo y republicano.
Manifiesto
del Día de la Tierra
Joan
Francesc Peris, portavoz de la Federación de Los Verdes.
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