Seguramente habéis escuchado a determinados sectores referirse al feminismo como “ideología de género”. Ha aparecido en los medios, por ejemplo, con motivo de críticas a la Ley de violencia de género, la Ley de igualdad, o a la asignatura de Educación para la ciudadanía. Se lo hemos escuchado a los obispos, a medios propios o afines al Vaticano, a los grupos “pro-vida”, al Foro de la Familia; podemos encontrarlo en investigaciones académicas y congresos universitarios al respecto como en la Universidad de Navarra. También a partidos que se denominan “progresistas” como UPyD, a las plataformas de quienes defienden la masiva existencia de las denuncias falsas en violencia de género (según el Ministerio Fiscal suponen el 0,0104% en 2011) y la discriminación de los varones en el ordenamiento jurídico; a algunos magistrados de la Audiencia Nacional. De forma más distendida, también hemos escuchado o leído el apelativo “feminazi” para referirse a las personas que defienden, o las políticas que postulan, la perspectiva de género.
Y todos los escenarios coinciden en que la igualdad (en países occidentales) está superada y por tanto, fomentan de la idea de la “guerra de sexos” y el revanchismo.
Pero la “ideología de género” (o feminismo de género, o feminismo radical) no es sólo una forma de referirse al feminismo. Se está aludiendo a un minucioso trabajo de desconfiguración del mensaje feminista. Tiene detrás todo un entramado teórico, que se gesta en la doctrina vaticana, pero que no es exclusiva de ésta y sus acólitos, se presenta en más escenarios. Vayamos por partes.
El origen podemos situarlo en Pekín en 1995. Ahí tuvo lugar la cuarta de una serie de Conferencias Mundiales sobre la Mujer organizadas por las Naciones Unidas. En esta IV Conferencia la conclusión más importante, y que supone un paso fundamental para el avance de la igualdad entre mujeres y hombres, es la consideración de que los problemas que repercuten a las mujeres no pueden tratarse de forma aislada (con políticas específicas sobre la población femenina) sino que se trata de un problema estructural, de cómo están organizadas las sociedades, y que todo ello está interrelacionado.
La herramienta para llevar a cabo este análisis es el concepto de género, cuyo uso podemos decir se institucionaliza a partir de esta Conferencia, y que se define como “la forma en que todas las sociedades del mundo determinan las funciones, actitudes, valores y relaciones que conciernen al hombre y a la mujer. Mientras el sexo hace referencia a los aspectos biológicos que se derivan de las diferencias sexuales, el género es una definición de las mujeres y los hombres construido culturalmente y con claras repercusiones políticas”.
Pero la aceptación de esta forma de analizar la realidad y del propio concepto de género tuvo serias resistencias, por parte de los países islámicos y del Vaticano. Para la Iglesia católica, este concepto no sólo es erróneo, sino que es peligroso por sus alcances deconstructivistas, además de suponer un ataque directo a conceptos que como veremos vehiculan todo el discurso vaticano: familia, maternidad, matrimonio…
Fruto de esa oposición y el trabajo desarrollado por la Santa Sede para presentar en la cumbre a este respecto, surge un movimiento contestatario, activo y explícito, hacia los postulados feministas, que esos sectores denominan “de género”, por parte tanto de la doctrina Vaticana como de medios de comunicación propios y afines.
El Papa Juan Pablo II expone la postura oficial del Vaticano en la Conferencia a través de la Carta a las Mujeres. En esta Carta, se expresa además de la mencionada postura en la cumbre mundial, la pretendida contribución de la Iglesia a la “defensa de la dignidad, papel y derechos de las mujeres” (§1) , … a “devolver a las mujeres el pleno respeto de su dignidad y su papel” para “… que la mujer sea reconocida, respetada y valorada en su peculiar dignidad” (§6).
La perspectiva de género cuestiona esa “peculiar dignidad” de las mujeres, esto es las férreas bases teóricas del esencialismo femenino ligado a la maternidad (sea ejercida o no), de la que deriva un “genio femenino” que predispone a las mujeres a realizar (y realizarse en) determinadas tareas vinculadas a los cuidados “del otro”, en el más amplio sentido del término. “No obstante el hecho de que cierto discurso feminista reivindique las exigencias “para sí misma”, la mujer conserva la profunda intuición de que lo mejor de su vida está hecho de actividades orientadas al despertar del otro, a su crecimiento y a su protección” (§13).
Sin embargo, la preocupación no gira sólo en torno al estatus ontológico de las mujeres, sino a las consecuencias que estos planteamientos tienen para el orden social. En la Carta a los Obispos, documento doctrinal, podemos leer: “Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa” (§2). Ya que “toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres” (§14).
El Papa Benedicto XVI, en su época cardenalicia sentenció: “La ideología de género es la última rebelión de la creatura contra su condición de creatura”. El Consejo Pontificio para la Familia advierte de que “El desafío más peligroso [para la Familia] viene de la ideología de género, nacida en los ambientes feministas y homosexuales anglosajones y ya difusa ampliamente en el mundo. Según dicha teoría, el sexo biológico no tiene ninguna importancia; no tiene más significado que el color de cabello. Lo que cuenta es el género, o sea la orientación sexual que cada uno elige libremente y construye según los propios impulsos, tendencias, deseos y preferencias. Se ha hecho célebre el dicho de Simone de Beauvoir: “On ne naît pas femme; on le devient” (no se nace mujer se hace)”.
Así que es obvio que se sientan interpelados, y así lo expresan, porque existen diferencias radicales (de raíz) de determinados planteamientos. Pero la cuestión no está en que se opongan a los postulados feministas, sino en la forma en que lo hacen a través de lo que denominan “ideología de género”. Acudiendo a las fuentes deforman demagógicamente conceptos y planteamientos. Para simplificar, diremos que partiendo de una premisa verdadera, el concepto de género como construcción social del sexo, derivan las aspiraciones feministas de igualdad entre mujeres y hombres a la aniquilación de cualquier tipo de diferencia, confundiendo el concepto de igualdad con el de identidad, la reivindicación de una maternidad libremente elegida con la de la aniquilación de la maternidad, el género con la orientación sexual, etc.
Paralelamente al desarrollo de la doctrina vaticana, decíamos que también se desarrollaba un movimiento de apoyo a esta postura. Cabe destacar a Dale O´Leary, una de las autoras más reconocidas en este ámbito a nivel internacional y que expresó su oposición a esta cumbre en Gender Agenda: Redefining Equality. Y a quien podemos encontrar no sólo en las publicaciones afines, sino en los propios documentos eclesiásticos.
Mencionábamos también el Congreso internacional sobre ideología de género de la Universidad de Navarra, donde a través de un completo programa se debatió, en el marco de una más amplia investigación, “la aplicación legislativa de la ideología de género” en España, y algunas de cuyas conclusiones recoge este artículo de Alfa y Omega “España, campo de pruebas”.
A nivel divulgativo, las y los expertos en “ideología de género” dicen cosas como que detrás de la reivindicación del aborto hay una política de control de población que pretende acabar con la reproducción humana sexual, sin entrar en las repetidas acusaciones de la ONU de ser patrocinadora de una acción genocida por fomentar el aborto. Hablan de que se pretende la legalización de la “esterilización” como método anticonceptivo masivo o el aborto sin condiciones[1]. Aluden constantemente a la pretensión de destruir la maternidad y la familia, y a la consideración de la maternidad, por parte de las feministas, como un “mal a evitar”. Investigan sobre terapias para «curar» la homosexualidad (de hecho Dale O’Leary, investigadora de la Asociación Médica Católica de Estados Unidos, representó también en la mencionada Cumbre de la ONU a la Asociación Nacional para la investigación y la terapia de la homosexualidad).
Las menciones pueden ser infinitas. Sólo en catholic.net podemos encontrar 469 artículo(s) relacionados, ni qué decir tiene la cantidad de documentos que podemos ver en cualquier buscador o las muchas páginas que existen al respecto, (por ejemplo ésta). Y cada punto merecería un análisis particular, pero la idea es presentar una panorámica general. Una aproximación a un tema, cuya magnitud nos la da la dimensión de su respuesta.
Si no se trata sólo de una cuestión de nomenclatura con pretensiones despectivas, merece la pena plantearse qué tipo de visión sobre la sociedad comparten quienes abogan por la “ideología de género”. Más aún cuando el partido que está en el gobierno participa de esta visión de forma más o menos docta. El mismo partido que se opuso a la Ley de igualdad, a la de violencia de género o al matrimonio homosexual, y que pone en serio riesgo avances conseguidos en materia legal como la ley de plazos (Ley de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo), que sintoniza legislativamente a España con la mayoría de países de la Unión Europea.
Hemos presentado dos escenarios donde se fomenta la “ideología de género”, uno lo situaríamos en la propia doctrina vaticana, y otro en su entorno mediático propio y afín.
Nos queda otro por analizar, que podríamos definir de corte “progresista”, moderno, al margen de la fundamentación vaticana explícita. Discursos pretendidamente igualitarios, pero que también utilizan la “ideología de género”, poniendo el acento en el revanchismo, y en la idea de que la igualdad que se pretende actualmente es “contra los hombres”. Mencionábamos los desarrollados por UPyD o plataformas por la igualdad que insisten en las masivas denuncias falsas de violencia de género (según el Ministerio Fiscal, insistimos, suponen el 0,0104%), en la derogación de leyes sexistas basadas en la “ideología de género”, como la Ley de violencia de género; o en la custodia compartida impuesta, por ejemplo Projusticia.
A este escenario dedicaremos la próxima entrada.
* Sara Mateos forma parte del Colectivo NOVECENTO
* Crónica agradece a Trasversales que comparta este artículo con nuestros lectores
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