El fin del mundo por Iñaki Gabilondo - entrevista en Valencia-

Con 70 años vividos y 40 ejerciendo de periodista, Iñaki Gabilondo tiene perspectiva suficiente como para reflexionar sobre el momento que vivimos y tratar de analizar las causas de lo que hoy está sucediendo. Sobre el futuro, lógicamente, no se pronuncia. "El pasado está lleno de futuros que todavía no se han cumplido", sentenció ante un salón colapsado por el público el pasado lunes durante su conferencia en Valencia, invitado por el Club de Encuentro Manuel Broseta. Minutos antes, tuvimos ocasión de charlar con él, pues entrevistar a Gabilondo no es estrictamente una sucesión de preguntas y respuestas, sino más bien una conversación donde se salta de un tema a otro y de nuevo se vuelve a empezar. A veces sin orden ni concierto aparente, aunque con un meridiano sentido lógico.

La derogación en 1999 por parte de Bill Clinton de la Ley Glass-Steagall ('Banking Act') de los Estados Unidos, que entró en vigor en 1933 y que introdujo reformas bancarias para controlar la especulación, es el inicio, para Iñaki Gabilondo, del "descontrol" actual. "Se le otorgó libertad de vuelo al mundo financiero y esto produjo que toda la estructura ideológica, económica y de pensamiento se tambaleara y cuajara la teoría del crecimiento perpetuo", a la que se están sumando China e India y no estamos queriendo atender, alerta el peridista colaborador de El País y la Cadena SER.

El gran error, para Gabilondo, ha sido creer precisamente eso, que los recursos eran ilimitados: "tengo la impresión de que estamos caminando en una dirección equivocada. La idea del crecimiento ilimitado en un mundo limitado no me cabe en la cabeza". Afirma que estamos inmersos en "un viaje al desastre" con una seguridad "matemática, no por motivos morales". "En España", comenta, "era imposible vender un millón de pisos todos los años. Era físicamente imposible".

Sin embargo, por muy poco halagüeño que sea el panorama, confía en que "la sabiduría humana" introducirá elementos de corrección, prestando especial atención al mundo de la ciencia, que para él está gestando algo revolucionario en silencio: "o se producirán en el mundo de la ciencia y la tecnología avances que alterarán los parámetros actuales, o la gente joven, sencillamente, empezará a mirar con desdén la oferta de atractivo de crecimiento enloquecido en el que se les está invitando a participar y buscarán salidas por otro sitio".

¿Qué está sucediendo, Iñaki? ¿Por qué un título tan apocalíptico para una conferencia: 'El fin del mundo'?, pregunto. Obtener una respuesta del periodista es entrar en una reflexión que, posiblemente porque asusta y da pereza abordarla, muchos huyan de ella y sus cuestiones: "todo el mundo es consciente de que se está cayendo el mundo que hemos conocido y está naciendo otro. Todo lo que constituían nuestras referencias se están cayendo por el suelo y todavía no han consolidado las que se amagan por ahí. En todos los sentidos: en el terreno político, económico, cultural, educativo, social…", resume.

Después de vivir la dictadura, la transición y la actual democracia, cambiante, Gabilondo urge a cambios estructurales. "La democracia está oxidada. Yo creo en ella a muerte. Pero hay que limpiarla, abrillantarla, engrasarla, activarla… Hay que cambiar los partidos, el parlamento, las reglas del juego, porque se nos está cayendo la herramienta. Se tendrá que hacer, no sé cómo". Precisamente, por la evidencia de tantos peros al actual sistema, el periodista no concibe cómo desde la política todavía no se han puesto en marcha medidas. "Se están produciendo suficientes señales como para que la política hubiera cambiado hace mucho. Yo no entiendo cómo con la cantidad de pruebas que hay de la desafección ciudadana, la política no se ha parado y ha dicho: hasta aquí". Por este motivo, insta a un pacto político y social.

En medio de ese terremoto, subidos en esa noria, comparten viaje, entre otros, profesionales de la sanidad, la educación, la cultura, arquitectos, ingenieros y, cómo no, periodistas. Gabilondo ejerce como periodista desde los 60. Una profesión que, en otros tiempos, vivió una cierta notoriedad hasta hoy, cuando se ha producido la confluencia de la crisis del modelo periodístico como consecuencia de internet, entre otros motivos, y la crisis económica, que ha tumbado la publicidad en los medios.

"Las empresas, sobre todo, son las que han descubierto que no pueden sostener el modelo de negocio que históricamente había sostenido con los lectores y la publicidad. Los lectores ya no quieren pagar por un producto que lo encuentran gratis por internet y, además, la publicidad se viene abajo. Esto hace que el negocio no se pueda prácticamente sostener. Por eso los periodistas que vivimos de esa actividad estamos siendo despedidos, maltratados, subcontratados…".

Han pasado 15 minutos desde que comenzamos la entrevista y la conversación nos vuelve a llevar a la idea inicial: nos enfrentamos a un cambio profundo de era que "se está cargando lo que hemos conocido". Ante esto sólo cabe actuar, opina. "Es el momento de que, en lugar de estar esperando quién me contrata y dónde puedo colocarme, es el momento de cómo invento yo el rincón por el cual yo busco un camino. Por ejemplo, tú y cinco amigos más construís un producto de comunicación que tiene el éxito padre. Y os convertís en un éxito mundial. Estas cosas están pasando. Muchos de los grandes éxitos de los próximos cinco o seis años van a corresponder a organizaciones empresariales que ahora no existen. Es un momento de cambio muy grande. De aquí a 10 años van a pasar un montón de cosas. Es momento de ver qué hago en el 'meneo' que se está produciendo delante de mí".

La idea de "desconcierto" al que se enfrenta la sociedad sobrevuela todo el tiempo la mesa que ocupamos. "Nos enfrentamos no a una crisis sino a un haz de crisis, que diría Ignacio Ramonet", afirma el periodista donostiarra. De esta manera, asistimos a una crisis económica, social, moral, cultura, educativa, ética… Un panorama donde lo que conocíamos se desmorona pero que no por ello nos obliga a desahuciar el futuro.

En este sentido, Gabilondo se muestra contrario a las voces que hablan de "una generación perdida" cuando se aborda el porvenir de los más jóvenes. El segundo de nueve hermanos de una familia humilde tuvo la oportunidad de encontrar su lugar. Hoy es más difícil conseguirlo, es cierto. Seguramente por su largo periplo hacia el éxito, indiscutible aunque arduo, y por la empatía que le dan sus tres hijos y nietos, Gabilondo rechaza rotundamente esas agoreras predicciones: "si yo tuviera 25 años, a mí no me decían en la cara que formo parte de una generación perdida. El futuro no está escrito. Lo vamos a hacer nosotros. No cabe aceptar esta maldición fatal de la historia dictada por las personas que, porque no lo ven claro o han fracasado, han tomado la decisión de que queda definitivamente fracasado el universo para todos".

Gabilondo se muestra más esperanzado que optimista y deja caer cómo debemos abordar ese futuro incierto, y lo hace con otra imagen para el recuerdo: "hemos entrado en un túnel. Preguntarse cuándo vamos a salir es el gran error. El tema es adónde". No volveremos a ver el paisaje que conocimos antes de adentrarnos en este periodo algo confuso. Lo interesante, para el periodista, es que cuando salgamos de él veremos otro, de lo contrario volver a lo conocido sería un error.