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Entrevista a Eduardo Garzón sobre política monetaria, finanzas y poder

Si el dinero es esencial para el bien común y la política es la gestión de lo común ¿por qué la política no gestiona el dinero?

Es una buena pregunta. Las sociedades se organizan de manera democrática para gestionar una serie de servicios públicos como la justicia, la educación, la salud… pero la economía queda al margen. Hay aspectos de la economía que sí tienen cierta regulación, pero de manera muy limitada. Lo que es avergonzante es que asuntos como la creación del dinero o el control de la oferta monetaria sean ajenos a nuestra intervención. Eso lo decide el Banco Central Europeo, que es un organismo indenpendiente del control político y que no tiene por qué rendir cuentas a la ciudadanía. Estamos hablando de uno de los centros de poder más importantes cuyas decisiones tienen una influencia determinante en el devenir de las sociedades. El BCE está controlado por una oligarquía que no ha sido elegida democráticamente. Las decisiones que se toman allí son responsabilidad de unos tecnócratas que dicen actuar en beneficio de todos.

Los gobiernos no sólo no tienen poder de decisión en este sentido, incluso no han sabido crear los mecanismos de salvaguarda necesarios para proteger a los ciudadanos en caso de crisis aguda como la que estamos viviendo…

Ahí reside el problema. La desregulación de la economía es la que nos ha llevado donde estamos. La crisis del 29 se produjo por una tremenda desregulación y el resultado fue catastrófico. Tras la segunda guerra mundial se intentó controlar la economía para evitar un episodio similar, pero en los años 80 volvemos a encontrarnos con leyes que volvían a desregularla. Y ha vuelto a suceder. Esto nos enseña dónde reside realmente el poder. Los parlamentos se ven influenciados de manera determinante por los centros de poder económico para que se legisle a su favor. Aquí hay que introducir la corrupción y los mecanismos de puertas giratorias entre lo público y lo privado.

Uno de los ejemplos más ilustrativos de la desregulación económica son todos los juegos propios de la economía especulativa. Hemos llegado al punto de que muchas de las transacciones de compra-venta se realicen de manera automática por ordenadores que obedecen a complejos algoritmos informáticos ¿Esto no se nos puede ir de las manos?

Ya se nos ha ido de las manos. Este es el gran defecto de la economía. La desregularización provoca situaciones límite donde sólo se benefician unos pocos. Y no podemos decir que no estemos avisados… Esta no es la primera gran crisis que conocemos. La historia de la economía nos dice que desde el siglo XVIII se vienen produciendo crisis. La rapidez con la que los sistemas informáticos realizan estas transacciones y su carácter global nos ponen en una situación muy delicada. El dinero cada vez se aglutina en menos manos y el poder que pueden llegar a tener es tremendo. Este poder puede desestabilizar la economía mundial. En 1992 una sola persona, George Soros, atacó a la libra esterlina y consiguió que el banco central británico se rindiera y depreciara su moneda hasta un 20%. Una sola persona. Un individuo que ganó miles de millones de dólares desestabilizando la economía de uno de los países más importantes del mundo y sin realizar ningún trabajo productivo.

Quizás una comprensión más clara por parte de la sociedad de los mecanismos del dinero pondría en alerta a las manos que lo mueven. Con la política ha pasado algo parecido…

Claro. Lo que ocurre es que hay un gran malentendido en todo esto. Cuando la gente piensa en el poder lo primero que se le viene a la cabeza son los políticos. Y se equivoca. El verdadero poder es el que recorre los pasillos de la política, no el que se presenta a las elecciones cada cuatro años. Es verdad que la gente no se entera de lo que pasa con el dinero. El sistema está muy bien diseñado y los arquitectos de todo el entramado son anónimos de cara al gran público. Cuando la gente se indigna porque sus condiciones de vida empeoran a quien piden cuentas es a los políticos, que son los que están en primera línea. Mira el caso Bárcenas… Las protestas tienen lugar en la calle Génova, en la sede del PP. Nadie protesta ante las empresas que están comprando a esos políticos. No es fácil poner rostro a los amos del dinero, que en definitiva son los que deciden desde atrás.

En España llamó la atención la facilidad de estas élites para actuar a nivel político cuando se produjo el cambio en la Constitución para primar el pago de la deuda ante otros gastos. La Constitución es intocable para según qué asuntos, pero esto se hizo en 15 días, en pleno mes de agosto y sin ningún tipo de consulta.

Estamos hablando de que se ha cambiado la Constitución para que se pague la deuda antes que a los profesores, a los médicos o a los jubilados. El pago de la deuda va a los bolsillos de gente con mucho dinero. En definitiva a los dueños de importantes instituciones financieras. Se trata de un mecanismo de traspaso de la renta desde los bolsillos de la gente común a los de una élite enriquecida.

El documental Inside Job cuenta con claridad la tremenda influencia de estas élites en los asuntos públicos. Los máximos culpables de la crisis en Estados Unidos no sólo acabaron ganando más dinero, sino que además consiguieron importantes puestos de responsabilidad en el gobierno de Obama.

Efectivamente. Es un buen ejemplo.

Charles Ferguson hizo un magnífico trabajo de investigación con su documental para descubrir a esos personajes. Les puso cara, nombres y apellidos, les siguió la pista y contó su historia. ¿Eso sería fácil de hacer aquí?

Es complicado. Esa información se oculta deliberadamente. Si intentas averiguar a través del Banco de España los registros de operaciones financieras de quienes especulan contra la deuda pública española no te dejan. Es indignante. Curiosamente en Estados Unidos la transparencia es mucho mayor que en España. Por ejemplo, allí la financiación de los partidos políticos está reflejada en documentos a los que todo el mundo puede acceder.

En Estados Unidos alquien se encargó de indagar los nombres propios que estaban detrás de los grandes grupos de inversión americanos y aparecieron muchos nombres repetidos. Esto confirma que el dinero se concentra cada vez en menos manos…

En España hay estudios similares. Iago Santos Castroviejo, de la Universidad de Vigo, realizó uno en el año 2006 en el que descubrió que 1400 personas, un 0,035% de la población, controlaba el equivalente al 80,5% del PIB nacional.

La economía es una ciencia curiosa. Cuando estudias la carrera las asignaturas más importantes están llenas de análisis matemáticos, estadísticas y complicadas fórmulas cuando al final resulta que todo depende mucho más de decisiones humanas, emociones y situaciones políticas o personales. ¿Al final va a resultar que todo descansa sobre bases más blandas de las todos pensábamos?

Así es. La ciencia económica es una ciencia social y como tal no es exacta como lo puede ser la física. El propio objeto de estudio coincide con quien la está estudiando. Nuestra condición humana desfigura cualquier predicción económica que podamos hacer. Aquí entran las ideologías, las creencias, las opiniones, las espectativas… Meter números en una trama tan compleja, como es la vida humana, es muy difícil. En el siglo XIX se pretende dar a la economía el estatus de las ciencias puras, como las matemáticas o la física, pero no se consigue. Podemos decir que la ciencia económica queda bastante alejada de la realidad. Si los grandes economistas no supieron predecir la crisis por la que estamos atravesando es que algo falla aquí. Habría que repensar muchas cosas… Entre ellas los planes de estudio de la universidad.

 

 

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