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La infidelidad por Vicente Gascón

El temor al rechazo, a la pérdida de la persona querida, a ser humillado, superado o suplantado por otro, es muy humano, natural e innato. En general, las parejas que tienen una buena comunicación entre sí, aquellas que se sienten seguras en su relación y que se incluyen el uno al otro en sus fantasías y placeres, no son celosas.
Si hemos elegido una persona de gran talento y atractivo personal, es razonable suponer que otras personas se sientan atraídas y le admiren, igualmente y posiblemente le deseen sexualmente. Visto así, una posible reacción ante esta situación podría ser de elogio a la propia buena suerte y a nuestra buena elección.
La fidelidad no se mide desde los genitales, sino que depende de la confianza en la pareja, su compenetración y unidad. En todo caso, conviene evitar implicarse en cosas peligrosas o que podrían provocar rechazo o angustia. Las relaciones sexuales con otras personas pueden ser aceptadas o rechazadas por la pareja de mutuo acuerdo, siempre que no afecte o perjudique a las personas implicadas.
Aunque, el hecho de tener relaciones extrapareja, pueda implicar un mayor riesgo de vincularse afectivamente con otra persona; realmente, este riesgo siempre existe, independientemente de si se producen contactos sexuales o no, puesto que ninguno es exclusivo y los sentimientos pueden cambiar a lo largo del tiempo. Esto hay que aceptarlo como una realidad, que le puede suceder tanto a la pareja como a uno mismo. Pero, no por esto ha de tomarse el asunto como un rechazo o una afrenta personal por parte del otro.
En muchas parejas la fidelidad implica una complementariedad absoluta, y queda excluida la relación con terceros. Pero, la relación con otros, no debería alterar la confianza y sinceridad con la pareja (haciéndole participe de los hechos). Evitar una situación de este tipo debe ser de mutuo acuerdo, nunca debe estar fundada en un derecho de propiedad.
Pese a las promesas de fidelidad que se hacen los enamorados, la mayoría termina sus vidas habiendo sido infiel alguna vez a su pareja. De hecho, en un estudio de 1940 en los Estados Unidos, de 1000 nacidos en hospitales, el 10% de los niños tenían grupos sanguíneos ausentes en ambos padres. Es decir, el padre era un tercero. Pero, hemos de considerar que el nivel de adulterios es mucho mayor, ya que no todas las relaciones extrapareja dan lugar a un embarazo. Actualmente en el 2000, en una encuesta a universitarios de Madrid, el 73,1% de las mujeres considera imprescindible la fidelidad, frente al 56,1% de los varones.
En los orígenes de la especie humana, los adultos obtenían los alimentos mediante la caza, actuando en grupos; y mientras los niños aprendían las tácticas de caza, eran alimentados por los padres; el tener que cuidar de los niños fortaleció los vínculos de la pareja, pues era más fácil que la cría sobreviviera si la pareja se mantenía unida.
Según las teorías de Donald Symons un chimpancé masculino, que caza a un pequeño animal, compartirá habitualmente su presa con una hembra en celo. Esto hace pensar que las hembras humanas pudieron haber desarrollado la habilidad de mantener "un constante estado de celo" para asegurar que le proporcionarán alimento los cazadores masculinos.
Según las encuestas, los hombres son los más interesados en las relaciones extrapareja; los motivos de las mujeres están relacionados con la insatisfacción con su pareja o por la búsqueda de una nueva relación duradera; los hombres buscan relaciones extrapareja porque se aburren; estos, son menos selectivos para aceptar parejas casuales; las mujeres exigen más cualidades a su pareja: inteligencia, status, religión, raza, etc. Para el hombre el único patrón selectivo es en el atractivo físico.
El hombre que busca relaciones sexuales mixtas quiere tener relaciones con otras mujeres e impedir que otros hombres la tengan con la suya. Las leyes sobre el adulterio expresan claramente los sentimientos del hombre respecto a este tema, hasta hace poco sólo existían para asegurarle al hombre la paternidad de los hijos, no para defender a la mujer.
Para asegurar la paternidad masculina algunas culturas han llegado a realizar mutilaciones, llegando a amputar el clítoris y la mayoría de los órganos sexuales externos de una mujer. Se han impuesto cinturones de castidad y se ha llegado a coser los labios mayores de la vagina, impidiendo así la penetración. Estos métodos expuestos se practican, actualmente, en varios países, desde África hasta Oriente Medio e Indonesia. Y, además, cuando todo falla siempre se recurre al asesinato. Los celos sexuales son una de las causas mas frecuentes de homicidio. Normalmente el marido ofendido mata a su mujer o al amante.
Vicente Gascón, es psicólogo -sexólogo -, dirige Espai Terapeutic. (salud, psicología y sexo)
*. Crónica agradece al autor su generosidad con esta incorporación para nuestros lectores.
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