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Sí yo fuera rey... por Beatriz Gimeno

Hasta hace relativamente poco tiempo reconozco que aunque republicana por historia familiar, convicción y corazón, el tema me daba un poco igual. La monarquía no tiene ningún sentido, pero como tantas otras cosas. Es injusta y anacrónica, pero como tantas cosas. Se heredan privilegios, sí, pero los hijos de los ricos no merecen más su herencia que los hijos de los reyes que, además, heredan también ciertas obligaciones. Reconozco que la monarquía era, hasta hace poco, una de mis últimas preocupaciones. Incluso, lo reconozco, no seré la única que he leído revistas del corazón -y no sólo del corazón- en las que contaban cotilleos de esas familias raras y me he entretenido un rato mirando vestidos, peinados, ceremonias y haciendo chistes. Las familias reales hasta ahora eran fuente inagotable de entretenimiento, cotilleo y diversión.

Pero me parece que hasta aquí hemos llegado. Las familias reales parecían más o menos inocuas mientras la mayoría de la población teníamos vidas vivibles con un mínimo bienestar asegurado, esto es, mientras vivíamos en estados sociales (unos más que otros) en los que las posibilidades de tener vidas dignas eran reales. Pero escuchar el otro día al rey Guillermo de Holanda leer un discurso ante el parlamento de su país en el que se anunciaba que el estado del Bienestar se ha acabado, me produjo ira; ira contra él y la señora argentina que se sentaba a su lado con una pamela. Ya sé que el discurso no lo escribe él, sino el gobierno. Pero al gobierno, al menos, lo ha elegido la gente, lo que implica que también puede echarlo. Me di cuenta que a los reyes les va mejor cuando gobierna la izquierda porque, paradójicamente, se hacen notar menos. Cuando gobierna la derecha y la injusticia, el privilegio y el anacronismo de la realeza se hacen insoportables.

En España cada vez resulta más difícil aguantar a estas personas cuyo enorme privilegio se da sin mérito alguno o incluso, con conductas muy poco edificantes o sospechosas; y por si fuera poco sin que nadie les haya elegido ni pueda, por esa razón, echarles. Pero aunque el comportamiento de las personas que encarnan la monarquía resultase intachables como personificación/representación del gobierno de turno resultan tan criticables como éste, con la enorme diferencia ya dicha de que al gobierno se le elige. Las protestas que últimamente soportan los reyes en cada uno de sus actos públicos tienen que ver con que están cumpliendo con su papel de representar o de personificar políticas brutalmente neoliberales. A partir de ahora vamos a ver a los reyes o a los príncipes inaugurar colegios sin fondos, visitar hospitales de los que se expulsa a cada vez más gente, leer discursos que son directamente amenazas a nuestras vidas, etc. Puede que ellos no sean directamente responsables pero, inevitablemente, en tanto que ponen su voz y su persona al servicio de esas políticas van a atraer sobre ellos toda la contestación social que dichas políticas generan. Es normal. No son los responsables de esas políticas pero las anuncian, las representan y al mismo tiempo jamás se van a ver afectados por ellas, encarnan y representan un mundo de privilegios cada vez más alejado de la vida de la gente corriente.

La idea de que alguien pueda leer un discurso en el que se condena a la gente a la pobreza, a la exclusión, a la desigualdad, y no resultar pringado por ello es irreal. La idea de que alguien pueda llegar en un coche a un hospital que están privatizando, saludar, sonreír y marcharse como si nada, es una tontería. Y además, según aumenten las desigualdades cada vez serán más llamativos los privilegios de por vida que gozan los miembros de esta familia, sólo por pertenecer a ella. Por último, esos privilegios se pagan con dinero público. Cuando todos teníamos la seguridad de disponer de la mejor sanidad posible el que alguien hiciera venir a un cirujano de EE.UU para operarle parecía una excentricidadad. Pero que la misma semana en que Sanidad anunciaba que deja sin medicamentos gratuitos a enfermos crónicos que puede que no puedan pagar por ellos, veamos toda la parafernalia montada en torno a la operación del rey –pagada con nuestros impuestos- es sangrante. Quizá para evitar esa sensación las monarquías europeas vienen usando para sus hijos e hijas de la educación pública y acuden también a la sanidad pública para curarse; si lo público se degrada también en sus países los reyes dejarán de utilizarlo y sus privilegios se harán demasiado evidentes.

Ya sé que el rey no es el único rico del mundo, ya sé que los ricos se pagan la sanidad que quieren. Pero la riqueza del rey es particular porque se supone que ha salido del dinero público y no puede ser siquiera fiscalizada; sus comportamientos –incluso si son de enriquecimiento injusto- no pueden ser juzgados (véase el caso de la infanta). El rey no deja de ser un empleado público y no un rico cualquiera. Al aspecto de su enfermedad ahora las diferencias entre su tratamiento (por cierto ofrecido de manera gratuita por el cirujano venido de EE.UU) y el que recibiría una jubilada que necesitara una prótesis de cadera, medicamentos, ambulancia etc. son sangrantemente evidentes. Listas de espera interminables para ella y quizá sufrimiento por no poder pagar con una exigua pensión parte del mismo.

Es evidente que la gente cada vez soporta peor a la familia real. Es normal. Los anacronismos sólo se mantienen mientras no se hacen notar. Pero si las monarquías europeas se convierten en la voz de quienes gobiernan bárbaramente no pueden esperar salir indemnes. En medio del empobrecimiento generalizado de la población sus privilegios resultarán cada vez más insufribles. Así que si eres rey y el neoliberalismo es quien dicta las políticas que se están aplicando, yo te recomendaría que pongas tus barbas a remojar. Sean buenos o malos o listos o tontos, las monarquías encarnan el privilegio y la desigualdad y cuando estas dos cosas se hacen demasiado evidentes y se clavan en las vidas de la gente… esta misma gente suele tener la costumbre de acabar con la monarquía. Si yo fuera rey sería de izquierdas, aunque eso garantiza nada: la gente de izquierdas es repúblicana.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)

* Crónica agradece a la autora su decisión de compartir sus opiniones con nuestros lectores

 

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