La semana pasada, según cuenta el presentador de Televisión Bill Maher en su programa Real Time with Bill Maher, el juez Scalia concedió una extensa entrevista donde defendió abiertamente la existencia del demonio, que, según él, es una "persona real" que va por ahí intentando que la gente "no crea en Dios". Scalia confiesa además su perplejidad porque, así como el diablo antaño estaba en todas partes y es mencionado profusamente en el Nuevo Testamento, ahora ya no se lo ve. Ahonda en el tema diciendo que según nos revela la Palabra de Dios hacía todo tipo de cosas, como que los cerdos saltasen desde los precipicios o la posesión espectacular de gente, pero ahora eso ya no suele pasar.
A un juez del Tribunal Supremo de los Estados Unidos no se le ocurre que quizá el demonio sea un personaje de ficción, producto de una época –la época de la redacción de los textos bíblicos- en que los humanos creían que la tierra era plana, y desconocían adónde iba el sol por la noche, pues el pensamiento humano no había alcanzado aún una explicación científica de algunos fenómenos y permanecía en una especie de infancia intelectual.
Muy al contrario, Scalia explica que ahora el diablo ya no aparece porque se ha hecho "más astuto". Sigue haciendo el mal, pero por astucia nos tienta con la duda de su existencia. Reconoce que su respuesta puede parecer ingenua, pero para él los creyentes religiosos suelen pasar por paletos e ingenuos, cuando en realidad solo son y están "locos por Cristo".
Personalmente, me da igual que alguien confiese estar loco por Cristo o por las piruletas de fresa. Me importa mucho, eso sí, que en ese caso un juez, como el juez Scalia, no tome decisiones ni interprete las leyes que afectan a los demás y a la ciudadanía en general. De lo contrario, corremos el peligro de que si Scalia huele una fuga de gas no se le ocurra otra cosa que llamar a un exorcista. O poniendo otro ejemplo, que jamás se deje la cuestión del amor y de las preferencias sexuales de una persona o de cuándo empieza una vida humana en manos de un juez, loco por Cristo o por quien sea, que cree que el diablo es una persona.
* Antonio Aramayona es profesor de Filosofia y Ética
* Crónica agradece al autor su decisión de compartir sus opiniones con nuestros lectores
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