La crisis general del neoliberalismo que estamos viviendo y que es
también una crisis de la democracia, ha introducido tensiones dentro del
feminismo que podríamos considerar novedosas y que van a tener un largo
recorrido. En este momento histórico concreto, las feministas vamos a
tener que hacer frente a nuevos desafíos relacionados con el imperio del
neoliberalismo y lo tenemos que hacer desde posiciones no consolidadas
en relación al poder político. El modelo neoliberal actual se
caracteriza por la intrusión del mercado en el núcleo mismo de la
ciudadanía; una ciudadanía que es, de partida, problemática para las
mujeres, como ha teorizado perfectamente el feminismo.
Puesto que nuestro acceso a la ciudadanía se produjo en tanto que
ciudadanos y no ciudadanas, (se nos permite ocupar un espacio
supuestamente neutro pero en realidad masculino) el acceso al poder
político no se produce tampoco en las mismas condiciones que el de los
varones y, por eso mismo, nuestro poder nunca es legítimo, sino que se
trata de un poder delegado por otros varones o por otras estructuras e
instituciones masculinizadas. En ese sentido nuestro poder político,
como feministas, sigue siendo precario en todos los ámbitos, desde los
partidos políticos a las instituciones.
El neoliberalismo está cambiando, en todo caso, los límites de esa
ciudadanía que luchamos por ensanchar y, en algunas cuestiones, tenemos
que enfrentarnos a retrocesos importantes. En esta situación y
resumiendo mucho, y simplificando mucho también, las feministas tenemos
dos retos inmediatos:
1-Estamos viviendo la instauración de un nuevo tipo de racionalidad
política y social, una nueva lógica que busca reorientar de forma
duradera políticas y comportamientos. El poder se asienta ahora sobre
nuevas bases, nuevos métodos y nuevos objetivos. Es un error creer que
esto se limita al ámbito de la economía, hay una voluntad expresa de
crear valores morales, de crear una nueva racionalidad y en ese sentido,
la intrusión del mercado en todos los ámbitos de la vida viene a
comprometer/transformar los conceptos mismos de igualdad y libertad,
conceptos que son la materia prima de todos los movimientos
emancipatorios, y del feminismo claramente. En este momento hay una
enorme presión por parte de la razón neoliberal para reducir ambos
conceptos al mero intercambio mercantil. Así, ahora, el concepto de
libertad se ha ido deslizando semánticamente hasta acabar , casi
exclusivamente, libertad para funcionar como agente económico. Agente
económico que se que se supone que está siempre en una situación de
partida igualitaria con respecto a otros agentes. Desde ahí la igualdad
se entiende como una situación en la que los diversos agentes económicos
independientes intercambian libremente mercancías equivalentes. Esta es
la visión ideal que por supuesto no tiene nada que ver con la realidad;
una realidad que se sustenta en desigualdades estructurales muy
profundas, entre las que la de género es quizá la más importante. La
razón neoliberal supone que estas desigualdades ya no existen o que los
intercambios mercantiles no les afectan.
Esta cuestión es la que está en la base de debates cruciales como el
de la prostitución, la gestación subrogada, el trabajo doméstico
remunerado, la privatización del trabajo reproductivo o de cuidados… Y
no se va a solucionar fácilmente porque todas estas cuestiones nos
remiten a distintos conceptos de igualdad y libertad. Todo ello, además,
está relacionado también con los mercados globales, con el crecimiento
de enormes empresas transnacionales con capacidad para cambiar las
políticas de determinados países y con capacidad, también, para
transformar incluso las subjetividades.
Esta tensión entre ciudadanía y mercado, entre igualdad real e
igualdad neoliberal, es una tensión que atañe, como he dicho, a todos
los movimientos emancipatorios pero que en el caso del feminismo es
especialmente fuerte. No todo el feminismo tiene la misma concepción de
la igualdad, ni del papel del mercado. Así que las tensiones ya no
tienen que ver únicamente con si somos abolicionistas o estamos a favor
de la gestación subrogada, sino que lo que estamos discutiendo es lo que
entendemos por desigualdad estructural o igualdad real; lo que
entendemos por derechos sociales y derechos individuales y cómo se
relacionan. Estamos discutiendo si es posible acceder o no a la igualdad
a través del mercado; es decir, si le otorgamos a este cualidades
emancipatorias o, por el contrario, se las negamos. Y no es una
discusión menor.
2- El segundo reto al que el feminismo tiene que enfrentarse tiene
que ver con la presión que se está produciendo sobre los límites entre
producción y reproducción. Por una parte, debido a la lucha feminista,
entre otras cuestiones, el antiguo orden de género, basado en el salario
familiar, y en la separación publico/privado, ha desaparecido. El
problema es que no ha sido sustituido por nada. Los siempre imperfectos y
escasos Estados del bienestar se derrumban dejando a las mujeres
abandonadas a su suerte. Por otra parte, los recortes se ceban
especialmente en aquello que había permitido a las mujeres incorporarse
al empleo remunerado: todo lo relativo al cuidado de los niños y niñas,
personas enfermas y dependientes, así como personas mayores. Hemos
pasado de una situación en la que el estado podía ofrecer mínimos
servicios públicos de cuidado que permitían a las mujeres incorporarse
al empleo a no tener nada de eso (la reproducción simbólica no se ha
tocado demasiado; no ha habido reparto de roles). Las mujeres queremos
empleos porque queremos ser iguales e independientes económicamente;
además desde hace décadas nos educamos y preparamos igual o mejor que
los varones, y crecemos pensando que somos iguales y que vamos a tener
las mismas oportunidades. Sabemos que ser iguales es nuestro derecho y
no vamos a renunciar a ello.
Pero aunque no fuera así, aunque no fuera una cuestión de derechos,
el propio sistema neoliberal ha hecho saltar por los aires la
posibilidad de vivir con un solo salario. Y la necesidad de los dos
salarios, más el deseo y el derecho de las mujeres por ganar el suyo, se
producen al mismo tiempo que los servicios públicos necesarios para que
las mujeres puedan incorporarse a ese empleo, están desapareciendo. Las
mujeres no vamos a volver a la situación anterior, por lo que si el
estado no atiende estas necesidades básicas y si el trabajo de cuidados
no se reparte, terminaremos entrando en una crisis demográfica (que
puede solucionarse abriendo las fronteras a la inmigración) y, sobre
todo, en una crisis humanitaria para las mujeres, cuyas vidas se van a
truncar irremediablemente.
En todo caso, todas estas tensiones atañen de manera muy importante
al feminismo y están también en el núcleo duro de la democracia y de la
ciudadanía. De lo que estamos hablando en definitiva es de cómo y en qué
condiciones accedemos a ese núcleo, o de cómo y en qué condiciones nos
quedamos en la periferia. Y esto es algo que tenemos que resolver y
discutir en el seno del feminismo.
*
Beatriz Gimeno es Diputada de Podemos. Activista social y feminista por
la diversidad sexual y por los derechos de las personas con
discapacidad. Ha publicado dos libros de relatos, dos novelas, tres
ensayos y dos poemarios. Escribe habitualmente en elplural.com,
elciudadano.cl, pikaramagazine o eldiario.es, o público así como en
otros periódicos y revistas.
* Crónica agradece que desde nuestros inicios haya permitido siempre compartir sus opiniones con nuestros lectores.
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