Parece, a primera vista, una paradoja
que uno de los grupos de la población que votó más a favor del Partido
Popular ha sido el de los pensionistas, precisamente uno de los grupos
poblacionales más perjudicados por las reformas que se han realizado
durante estos años en los que tal partido gobernó España. Tales reformas
continúan teniendo un impacto devastador en los beneficios que reciben
estas personas a través de la Seguridad Social. Una de las causas de tal
paradoja es la baja calidad de los medios a través de los cuales la
población, incluyendo los ancianos, recibe información. Estos medios se
caracterizan por su escasísima diversidad, dominados en su gran mayoría
(en el caso de los medios públicos) por partidos políticos de persuasión
neoliberal o socioliberal, o por intereses financieros, es decir, los
bancos, a los cuales deben gran cantidad de dinero y a los que no
quieren antagonizar (en el caso de los medios privados). Estos intereses
financieros no desean que se conozca lo que está pasando con las
pensiones públicas en este país, pues son ellos (y a través de su
claramente excesiva influencia sobre el Estado y sobre los partidos
neoliberales y conservadores, como el Partido Popular) los que han
liderado el mayor ataque frontal a las pensiones públicas que se conoce
en la Unión Europea de los Quince (el grupo de países de semejante nivel
de desarrollo económico al español). Y aquellos que crean que esta
frase es una exageración, les aconsejo que vean los datos.
España es el país de esta comunidad
europea que tiene unas pensiones más bajas y que las verá reducirse más
marcadamente en los próximos años, de manera que si la pensión cubría en
el año 2011 (cuando el gobierno Rajoy inició su mandato) como promedio
el 72,4% del salario que el pensionista recibía cuando trabajaba, será
el 56% en el 2060 (según la Organización Internacional del Trabajo), una
de las bajadas más intensas en la UE-27. El impacto de las reformas
iniciadas por el PSOE y desarrolladas al máximo por el PP, es
devastador, pues, a partir de ellas, las pensiones no se actualizan para
mantener la capacidad adquisitiva de los pensionistas, ya que no se
corrige la pensión según la inflación. En su lugar, el gobierno Rajoy
diseñó una fórmula que discrimina a los pensionistas de mayor edad, de
manera que, a mayor edad, mayor reducción de las pensiones. Es
importante señalar que esto ya se está aplicando. Lo que ocurre es que
los pensionistas no lo han notado todavía porque estamos en un periodo
de deflación, una situación atípica, pues la inflación en la mayoría del
periodo anterior a la deflación ha sido siempre mayor en España que el
promedio de la UE.
El silencio, cuando no ocultación, de los medios
Estas reformas y sus consecuencias
apenas han salido en los mayores medios de información y persuasión del
país. En su lugar, tales medios presentan una visión idealizada de las
pensiones públicas, presentándolas como exuberantes, pagadas, además,
por los jóvenes, a los cuales se les informa que, debido a tales
exuberancias, las pensiones públicas no sobrevivirán y colapsarán,
dejándoles a ellos sin ninguna pensión. Se estimula así un conflicto
etario, presentando a los ancianos como explotadores de los jóvenes. Un
ejemplo de ello es un programa reciente de la televisión pública
catalana, TV3, controlada por el partido de sensibilidad liberal,
Convergència Democràtica de Catalunya (ahora Partido Demócrata Catalán),
que ha gobernado casi siempre en Catalunya (excepto en los años del
tripartito). En tal programa sobre las pensiones (“30 minuts”,
03.07.16), uno de los entrevistados (la mayoría de los cuales eran
próximos, cuando no representantes, a la banca y a las Fundaciones
establecidas y financiadas por la misma, como FEDEA) añadió que las
pensiones públicas son las más generosas, no solo de la UE, sino nada
menos que del mundo (sí, lee bien, del mundo), lo cual no es cierto y se
puede mostrar fácilmente.
Pero esta situación es aún peor, pues
los porcentajes de sustitución de las pensiones se calculan sobre el
nivel salarial promedio que en España es, por cierto, de los más bajos
de la Unión Europea de los Quince (UE-15). Los indicadores adecuados
para tales comparaciones son los que comparan la capacidad adquisitiva
de los ancianos pensionistas, viendo qué es lo que una persona anciana,
tras 35 años de trabajo, recibe del Estado, en España, y en los otros
países de la UE-15. Verán, si lo hacen así, que esta cifra (consecuencia
del escaso nivel de su salario) es de las más bajas de la UE-15. En
realidad, España se gasta en pensiones mucho menos de lo que debería
gastarse por su estructura demográfica (que es muy semejante al promedio
de la UE-15) y por su nivel de riqueza. El gasto actual en pensiones de
jubilación es un 7,8% del PIB según EUROSTAT, uno de los más bajos en
la UE-15. De todo esto, el programa de TV3 no dijo nada, tal como era
predecible. En realidad, la mayoría de argumentos que se utilizan para
defender la postura neoliberal de que hay que reducir las pensiones son
argumentos que no se sustentan en base a la evidencia científica
existente.
La falsedad del determinismo demográfico
Es casi imposible leer un artículo sobre
la supuesta insostenibilidad de las pensiones de jubilación sin que
aparezca el argumento de que la transición demográfica que estamos
viendo en nuestros países, con un número cada vez mayor de ancianos y un
número menor de jóvenes (que supuestamente deberían pagar las pensiones
públicas de los primeros), está creando un problema gravísimo que hará
imposible mantener tales pensiones. Este argumento se repite
constantemente. No deja de ser paradójico que este argumento se esté
utilizando ahora también, cuando España está exportando más y más
jóvenes, resultado de la enorme crisis que está viviendo, situación que
es más que probable que continúe. España no tiene un problema de falta
de jóvenes. El problema es la falta de trabajo para los jóvenes.
Ahora bien, supongamos que todos los
jóvenes estén trabajando y ninguno tenga que irse de España para
conseguir trabajo. ¿Sería entonces cierto y válido el argumento de que a
menos trabajadores, menos aportaciones a la caja de la Seguridad Social
para los jubilados? La respuesta también sería que no. En realidad,
existe hoy una percepción bastante generalizada de que tenemos un
problema grave con la introducción de robots, que están sustituyendo a
los trabajadores. Según esta tesis, habrá en el futuro un superávit de
trabajadores y, en parte, el aumento del desempleo será resultado de las
nuevas tecnologías, sustitutas de los trabajadores. Tales nuevas
tecnologías están, supuestamente, incrementando la productividad, de tal
manera que lo que hacían antes veinte trabajadores, ahora lo hace uno.
Siguiendo el mismo argumento, se puede y debe argumentar que, si antes
se necesitaban tres trabajadores para pagar la pensión de un jubilado,
dentro de cincuenta años se necesitará sólo el cuarto de un trabajador
para sostener a un jubilado.
No se puede argumentar, por un lado, que
nos faltarán trabajadores y, por el otro, indicar que va a haber un
exceso de trabajadores debido a los robots y otras tecnologías. Es más,
la robótica no necesariamente destruye puestos de trabajo pues, que lo
haga o no, depende de varios factores, siendo uno de ellos la demanda de
productos producidos por la robótica, la cual puede depender, no sólo
de los salarios de los trabajadores, sino también del nivel y del número
de pensiones. A mayor nivel de pensiones y mayor número de
pensionistas, mayor es la demanda de productos y servicios, y, con ello,
mayor estímulo económico y mayor creación de riqueza. El mayor
crecimiento de la productividad en EEUU fue durante el periodo post II
Guerra Mundial, 1947-1975, cuando el crecimiento de la demanda fue mayor
(debido a la expansión salarial y del Estado del Bienestar), mostrando
que no es la tecnología en sí, sino el contexto en el que opera, lo que
explica que la tecnología puede o no incrementar la productividad (para
una crítica de la revolución digital y su supuesto impacto, ver mi
artículo “La falacia del futuro sin trabajo y de la revolución digital
como causa del precariado”, Público, 12.07.16).
¿Qué debería hacerse?
El mayor peligro para las pensiones
públicas han sido las políticas neoliberales (y, muy en especial, las
reformas laborales) que, además de destruir empleo, han causado un
enorme deterioro del mercado de trabajo, con un gran bajón de los
salarios y un gran aumento de la precariedad, cambios que falsamente se
presentan como consecuencia de la revolución digital, cuando, en
realidad, son resultado de la contrarrevolución neoliberal y
socioliberal. Las reformas liberales iniciadas por el PSOE y expandidas
por el PP, con la aprobación de Convergència Democràtica de Catalunya y
Ciudadanos, significaron un ataque frontal a las pensiones. De nuevo, el
programa de TV3 no dijo ni pío de ello. La necesidad más importante
para garantizar las pensiones en España es alcanzar el pleno empleo con
salarios altos, lo cual es posible si hay voluntad política. Si hubiera
en España el mismo porcentaje de población (hombres y mujeres) que
trabaja que en Suecia, y tuvieran los mismos salarios y la misma carga
fiscal, no tendríamos ningún problema para sostener las pensiones. La
reducción de los salarios y la precarización de la población trabajadora
(que han estado ocurriendo durante los años del gobierno Rajoy,
consecuencia de sus políticas) han significado una enorme amenaza a la
viabilidad del sistema de pensiones públicas.
La necesidad de redistribuir las rentas como medida de apoyo a las pensiones
Debería ser obligatorio que las
cotizaciones sociales para las pensiones fueran progresivas, de manera
que los dirigentes del IBEX-35 cotizaran a la Seguridad Social un
porcentaje de sus salarios, si no superior, al menos igual al que
cotizan sus empleados. Ello es necesario, no solo por razones de equidad
financiera (corrigiendo la falta de progresividad en las cotizaciones
sociales), sino por consideraciones de justicia social. La explotación
que existe en el actual sistema de pensiones no es el tan manoseado
conflicto etario, sino el conflicto social. Es injusto que, en términos
proporcionales, la persona de limpieza de los edificios dirigidos por
los directivos y gestores del IBEX-35 pague más a la Seguridad Social
que los dirigentes que pertenecen a una clase social que vive, como
promedio, ocho años más que la persona de limpieza. Así, el retraso de
la edad de jubilación de los 65 a los 67 años, aprobado por el PP y por
el PSOE, significa que la persona de limpieza tiene que trabajar dos
años más para pagarles sus pensiones a los dirigentes del IBEX-35, que
vivirán ocho años más. Ello significa una injusticia enorme, de la cual
los medios mantienen un silencio ensordecedor.
Las cantidades que se podrían obtener
para las pensiones si el pago por cotizaciones sociales se corrigiera
para ser más progresivo podría alcanzar la cifra de más de 7.500
millones de euros al año. ¿Por qué no se hace? La respuesta es fácil de
entender: los ricos tienen mucho más poder político y mediático que los
demás, y mucho más que los pobres.
Lo que la banca prefiere es indicar que
las pensiones públicas son insostenibles, y de ahí que promueva que la
gente joven se vaya rápidamente a la banca y a las compañías de seguros
para hacerse un plan de pensiones privado. Y, por si fuera poco, piden
al Estado que les paguen un subsidio de más de 2.000 millones de euros
al año para sostener tales pensiones. Este subsidio público –que podría
ir a enriquecer las pensiones públicas- es la exención fiscal que no se
paga al Estado para estimular la privatización de las pensiones. Hay que
tener en cuenta que las pensiones privadas son mucho más vulnerables
que las públicas, como se ha visto en la crisis financiera actual, que
tuvo un efecto devastador en tales pensiones, quedando los beneficios
prácticamente anulados para millones y millones de personas.
El silencio mediático se ha roto hace unos días. El saqueo del Fondo de Reserva de la Seguridad Social
Este silencio sobre el ataque a las
pensiones se rompe de vez en cuando, y las últimas noticias muestran que
el gobierno Rajoy ha estado sacando dinero del Fondo de Reserva de la
Seguridad Social, 8.700 millones, para poder pagar la paga extra de
julio a los pensionistas, hecho que se conoció en los días siguientes al
día de las elecciones del 26 de junio, pues el gobierno Rajoy quiso
ocultarlo hasta el último momento. Este gobierno ha reducido este Fondo
durante su mandato, creando un agujero de nada menos que 41.600
millones, alrededor del 4% del PIB, según el propio Ministerio de Empleo
y Seguridad Social. Y la pregunta que debe hacerse es: ¿hubieran los
pensionistas votado al gobierno Rajoy si hubieran conocido todos estos
datos presentados en este artículo?
Unidos Podemos y PSOE introdujeron
reformas que iban en la buena dirección, en el intento de resolver el
gran problema de las pensiones (aunque las de Unidos Podemos eran más
realistas y ambiciosas que las del PSOE). Entre ellas, ha tenido más
visibilidad la propuesta de financiar las pensiones, sobre todo las no
contributivas, con fondos generales del Estado, siguiendo las huellas de
varios países (como Dinamarca) que financian las pensiones públicas a
través de las contribuciones del Estado.
Es necesario, sin embargo, que exista un
cambio sustancial en el origen de los ingresos al Estado (sea este
central, autonómico o municipal) antes de realizar tal medida, pues hoy
la gran mayoría de los ingresos deriva de las rentas del trabajo, rentas
que, por cierto, han disminuido como porcentaje de las rentas totales, a
costa de un crecimiento de las rentas del capital, que ha alcanzado
unos niveles sin precedentes. Hoy, en España, las rentas del capital han
alcanzado casi la mitad de las rentas totales del país, un hecho no
conocido hasta ahora. La pobreza del Estado del Bienestar en España se
basa, precisamente, en este hecho, en la excesiva dependencia que los
ingresos al Estado tienen de las rentas del trabajo, que han ido
disminuyendo y disminuyendo (mientras que las rentas del capital –que
pagan muchos menos impuestos- han ido aumentando). De ahí que sea
imperativo que las rentas del capital sean gravadas, al menos, al mismo
nivel que las rentas del trabajo, aunque sería preferible que, para
reducir las enormes desigualdades existentes en España, se gravasen
incluso más que las derivadas del mundo del trabajo. Esto corregiría el
enorme déficit de ingresos al Estado y de las transferencias (como las
pensiones), así como de los servicios públicos del Estado del Bienestar
(como sanidad, educación, escuelas de infancia, servicios domiciliarios,
servicios sociales, vivienda social, entre otros), todos ellos muy poco
financiados en España.
*
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad
Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
* Crónica agraeix al autor que compartixca els seus articles d'opinió amb els nostres lectors
Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
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