Puede que, sin el golpe que derribó a Pedro Sánchez, no
habríamos captado en toda su dimensión lo que escondía el PSOE. Pero se
han abierto en canal para mostrar una realidad preocupante en el partido
que pasaba por ser el lado progresista del bipartidismo. No es que no
diera señales de deterioro desde hace tiempo -de ahí la pérdida de
votos-, sin embargo, muchos nos negábamos a considerar la existencia del
PPSOE, que PP y PSOE fueran exactamente lo mismo.
Y no hace ni un mes descerrajaron con dinamita la caja de
los truenos y nos sorprendieron dejando al desnudo un grave quebranto.
Con una degradación de tal calibre que admite pocas reparaciones, al
menos con sus actuales protagonistas. Todo el proceso aboca a la misma
conclusión. En el PSOE se ha impuesto el virus de la mediocridad, el
que extrae las “posibilidades más ruines”, como escribía Francisco Ayala
acerca de la repercusión de las tiranías.
El expresidente Felipe González, metido en negocios de
alto capitalismo y baja exigencia social, que coge las riendas y el
silbato para desencadenar el derrocamiento del secretario general, Pedro
Sánchez. De la mano de su amigo, Cebrián, factótum de emporios
mediáticos venidos a menos y afectado de la misma soberbia que el
colega. Se trata de llevar al poder a Susana Díaz, la presidenta
andaluza y a su corte de fieles, más proclives a sus intereses.
Y el golpe triunfa, pero no en forma de paseo triunfal
como esperaban: todo lo contrario. En los restos de la carnicería se lee
bastante más que en los posos del café. Son análisis clínicos, casi una
autopsia. Todas las miserias que se achacaban a la política esclerótica
sobre la camilla, demostrando la razón que pide su relevo. Porque su
daño, nos afecta a todos. Se descabalga un partido que concurrió a las
elecciones como centro izquierda y su ruina sirve para cimentar al PP.
Ahí andan los barones más responsables pidiendo abstenerse un poco solo en lugar de un mucho para quedar dignamente. Olvidando que el nuevo mando exige el pringue de todos. Y que al final la abstención es
como el embarazo, o sí o no. Rajoy será presidente gracias al PSOE. Ése
es el hecho.
Primera ofuscación de una serie en la que vemos a
prominentes líderes del PSOE mirar de tal forma por sus intereses, con
tal impudicia, que se diría que no son conscientes de cuanto está viendo
toda España. Añaden al “abstenerse no es apoyar”, el evidenciar su rechazo frontal a las políticas de Rajoy
votando no en la primera ronda para luego darle el Gobierno con su
abstención, o el júbilo por la situación en la que quedan: “Ahora sí van
a poder hacer oposición”, ahora sí que Rajoy se va a enterar, “lo van a
crujir vivo”.
El presidente de Aragón, Javier Lambán, –que gobierna con
apoyos– no se corta al evidenciar la máxima aspiración para el PSOE en
estos momentos. “ El PSOE liderará la oposición y que ninguna otra fuerza piense que lo va a poder hacer“. Lo mismo que Fernández, el presidente de la Gestora. Difícil entender ese conformismo y que encima presuman de él.
Porque hay quienes sí se creen una parte de su historia.
No toda, evidentemente. Están regresando casi con furia a las antiguas
tácticas que han destruido la confianza de los ciudadanos en la
política. Un cinismo similar al que despliega el PP de continuo. Echando
culpas a otros –a Podemos– empecinados en ocultar todas las evidencias,
mirando para otro lado, a su ombligo, a su silla.
Los dinosaurios en pleno apogeo mediático para mayor
gloria de las audiencias. Corcuera insultando a la diputada por su
partido Margarita Robles con el tópico machista de la peluquería. El
ministro de la patada en la puerta a una jueza. Como él, Rodríguez
Ibarra persiguiendo catalanes y rojos. Desde el PSOE andaluz, uno de sus
portavoces da mensaje cuartelario: Yo obedecería las órdenes del partido.
De hecho crece la idea de echar al Grupo Mixto a quienes voten que no.
José Blanco, ascendido de nuevo a los altares, les dice que ahí tienen
la puerta. Llevaban intención de no abstenerse entre 18 y 22 de los 85
diputados. Más debilidad para el PSOE de Susana Díaz, que va a
concentrar las esencias de una inequívoca derecha nacionalista española y
de la política al servicio del aparato.
Soraya Rodríguez, exportavoz del PSOE en el Congreso, aportó, sin quererlo, las claves que les ocupan y preocupan. Ha pedido a quien está en contra de abstenerse que no falten al respeto para explicar sus razones.
Está hablando a los suyos, sin pensar en los millones de personas a los
que faltan al respeto al posibilitar un Gobierno de Rajoy. En
particular, a quienes votaron sus promesas de cambio. Ésas de las que
hoy se desdicen sin la más leve preocupación.
Un partido juzgado por corrupción al que solo apoyaban
sus fieles poco escrupulosos con este asunto, emprende nueva
legislatura. Con sus recortes, su autoritarismo, la manipulación de los
medios públicos, con todo lo que ha convertido a España en uno de los
exponentes de la mayor desigualdad y una pocilga ética en estamentos
fundamentales. Dar el Gobierno a Rajoy –que no tiene mayoría por si se
olvida– es un escándalo. Rajoy no es el mal menor, como tampoco lo es
este PSOE. Son males superlativos.
Da la impresión de que el PSOE no es consciente del daño
que se ha hecho a sí mismo y a la ciudadanía. Hoy más que nunca, el
bipartidismo evidencia la carcoma que le corroe. El PSOE se lleva la
peor parte al quedar subsumido al PP por la caótica ascensión del
Susanato. ¿De verdad no se han enterado que van a comerse sus promesas y
que están al albur del PP por su torpe maniobra?
La decadencia, cuando apura sus fases, acaba en
descomposición y colapso. Ojalá estén a la altura quienes priman
ocuparse de las personas, convidadas de piedra en esta guerra de
intereses personales y mala política. La travesía va a ser dura.
*
Rosa Maria Artal es periodista y escritora, autora de lbiros como
'Salmones contra Percebes', suele manifestar su opinión en su blog El
Periscopio
* Crónica agradece poder compartir sus opiniones con nuestros lectores
* Creative Commons
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