1.155.461.239.000 euros. Ésa es la astronómica cantidad de dinero que
ha creado el Banco Central Europeo (BCE) desde el 9 de marzo del año
pasado a través de sus programas de compra de activos para intentar
estimular el crédito, y con él la actividad económica y la inflación.
Los últimos datos publicados revelan que el balance total de la
institución monetaria supera los 1,6 billones de euros, lo que supone
haber casi triplicado la cantidad que registraba hace año y medio.
En el gráfico se puede observar cómo, gracias a la citada escalada,
esta nueva operación monetaria conforma la inmensa mayoría del balance
del Eurosistema, a pesar de que hace tan sólo siete años ni siquiera
existía. Entramos en un nuevo ciclo de política monetaria que nunca
habíamos vivido.
Es muy sencillo entender en qué consisten estos programas de compra
de activos: el Banco Central Europeo crea dinero de la nada y lo utiliza
para comprar activos financieros (públicos y privados ) que tienen en
su propiedad empresas financieras y fondos de inversión . De esta forma,
estos agentes económicos pasan de tener un activo ilíquido (que no les
sirve de mucho hasta que llegue su plazo de vencimiento) a tener dinero
contante y sonante (que les sirve para realizar todo tipo de
transacciones). El objetivo oficial declarado por el BCE es que de esta
forma las empresas financieras y los fondos de inversión tendrán dinero
fresco para utilizarlo en todo tipo de inversiones y préstamos, logrando
así reducir las condiciones de financiación de las familias, empresa y
administraciones públicas, facilitando el crédito e impulsando la
actividad económica y la inflación. En definitiva, el BCE crea dinero y
se lo da a los inversores financieros para que lo vuelvan a poner en
circulación a través de inversiones y créditos (haciendo negocio por el
camino, claro).
Estas compras de activos sin duda han conseguido uno de sus
principales objetivos, que era el de reducir el coste de financiación de
familias, empresas y administraciones públicas; sin embargo, no han
logrado apenas estimular el crédito (que crece a tasas anuales
inferiores al 1%) y en absoluto han conseguido incrementar la inflación
(está creciendo por debajo del 0,5% anual cuando el objetivo es que lo
haga cerca del 2%). Podemos, por tanto, concluir que el éxito de estas
operaciones monetarias ha sido dispar y claramente insatisfactorio.
Ahora bien, esta política está teniendo otros tipo de impactos que
son ignorados o subestimados (consciente o inconscientemente) por el
BCE. El primero es que está sirviendo para mantener a flote un sector
financiero que se encuentra enormemente dañado debido al
sobreapalancamiento que sigue sufriendo y a la baja actividad económica
existente (al fin y al cabo los bancos tienen prácticamente barra libre
de liquidez para devolver todas las deudas que mantienen, camuflando así
el riesgo de insolvencia). El segundo es que todo ese dinero que está
creando la institución monetaria vuelve a ponerse en circulación pero no
a través de créditos a familias y empresas (impidiendo así que llegue a
la economía real) sino fundamentalmente a través de nuevas compras de
acciones, bonos y todo tipo de productos financieros, lo que eleva sus
precios de forma artificial generando así burbujas financieras de toda
naturaleza. El tercero, que se deriva del segundo, es que aquellas
familias que tienen en su propiedad activos financieros están
incrementando notablemente su riqueza por un efecto de sobrevaloración
de sus activos. Sin embargo, el problema no es sólo que la capa de la
población que posee este tipo de activos sea minoritaria y la más
acaudalada , sino que se trata de un enriquecimiento fugaz que en algún
momento colapsará (en España sabemos mucho de burbujas).
Además –y probablemente sea lo más hiriente de todo este asunto– es
lo que está dejando de hacer el Banco Central Europeo por haberse
enfrascado en esta aventura. Porque en vez de crear el dinero para
dárselo a los inversores financieros a ver si por algún casual llega a
la economía real, podría haber creado el dinero para financiar proyectos
de inversión en la economía real. Y es que la cantidad creada en el
último año y medio en el programa de compra de activos multiplica por 4
el Plan de inversiones de Juncker. Por verlo de otra forma: con esta
cantidad se podrían haber financiado hasta 41 millones de empleos en la
eurozona (5,5 millones en España) con un salario neto de 1.800 euros
netos mensuales (y eso que la Eurozona “sólo” tiene 16 millones de
desempleados y España cerca de 4) y en actividades económica, social y
medioambientalmente útiles, a través, por ejemplo, de la financiación
del gasto público de los correspondientes Estados (algo que, por cierto,
se hacía sin problemas antes de la proclamación de independencia de los
bancos centrales en los años 90 y que hoy día exige no sólo el
Parlamento Europeo sino varios premios Nobel de economía).
En definitiva, nos encontramos frente a una política monetaria
novedosa que nadie ha votado, que no está cumpliendo los objetivos que
se proponía, que beneficia fundamentalmente a las élites, y que
contribuye a estimular burbujas financieras que inevitablemente
estallarán en algún momento. Y luego vendrán las lamentaciones.
Eduardo Garzón es economista
* Crónica agradece al autor poder compartir sus opiniones con nuestros lectores
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* Publicado primero en LaMarea
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