La derecha, incluso la extrema que lo hace de forma mucho más exagerada, presenta siempre su proyecto político como la expresión de una lucha por los valores, por la sensatez y las buenas ideas.
Hablan de los demás como si fueran los defensores de intereses oscuros, contrarios a los de la mayoría “natural” y sensata que es la que se supone que suscriben quienes apoyan a la derecha. Con más o menos disimulo, califican a los contrarios de “anti-España” y los señalan como al servicio del comunismo internacional, de la masonería (eso, es verdad, cada vez menos), como enemigos de lo bueno que es lo que la derecha defiende.
La derecha habla siempre de sí misma como la que trabaja para las personas o los españoles “de bien” y se autorrepresenta bajo la imagen de la sensatez, del conocimiento, del rigor y del buen hacer. Afirma que es la única que sabe cómo arreglar los problemas económicos, quien dispone del saber suficiente para aplicar “la técnica” (porque desprecia la política como un asunto “del pueblo”) y de la formula que realmente puede resolver los problemas sociales. Los demás, la izquierda, está siempre equivocada, es enemiga de los intereses generales, sirve a intereses foráneos, no tiene conocimientos, carece de rigor técnico, lo politiza siempre todo , atenta contra la vida y, en fin, es la responsable de todas las catástrofes que puedan producirse.
La derecha suele presentarse también revestida de los ideas más tradicionales, de las ideas “de siempre”, de un hálito de religiosidad y defensa de las creencias más arraigadas en la sociedad. No sólo se presenta como la técnicamente competente sino como la pura, la casta, la defensora de la vida y de la virtud… Y viaja por la política acompañada de las curias, de cardenales, obispos y curas que salen siempre a defenderla o que incluso piden a los feligreses que la voten cuando llegan las elecciones. Los mismos que luego pasan la vista gorda cuando las gentes de derechas son las que abortan y matan , las que abusa de jóvenes o roban niños, las que roban o llevan a la miseria o matan de hambre a a millones de personas …
¡Cuánta falsedad!
Lo que hay detrás de la derecha es otra cosa y la evidencia histórica y empírica es irrefutable. Allí donde gobiernan aumentan las desigualdades y mejoran las condiciones de quienes más tienen. Lo que defienden no es otra cosa que los intereses de los más poderosos.
En mi artículo de hace unos días (El cóctel que va a darle a Vox un resultado apoteósico en las próximas elecciones) señalaba cómo las propuestas de Vox no son solamente un esperpento ideológico sino que contienen disimuladas las medidas que el dinero viene reclamando desde hace años. No es casualidad, sino prueba de lo que viene diciendo, que el neofascismo de nuestra época haya mantenido toda su retórica tradicional (racismo, conservadurismo extremo, odio, condena d ella diversidad…) menos el estatalismo, justo porque ahora lo que necesita y busca le capital es desembarazarse de las trabas que pueden imponerle las instituciones. A diferencia de lo que ocurría en los primeros decenios del siglo XX, cuando lo que necesitaba era un Estado fuerte para consolidar su dominio de los mercados y de la sociedad.
Hace unos días se ha vuelto a ver en el Parlamento andaluz. Se proponía una iniciativa para reclamar que los bancos vayan devolviendo, una vez que han vuelto a ganar miles de millones de euros, el dinero que recibieron como rescate.
Las derechas salieron en tromba a negarse. ¡Cómo iban a hacer otra cosa! Detrás de la retórica ideológica simplemente hay un disciplinado trabajo por cuenta ajena, por cuenta de las grandes empresas y de los bancos.
Los últimos años de políticas de derechas en España han dado un resultado claro: el aumento de la concentración de la riqueza y de los millonarios, una desigualdad que nos pone a la cabeza de Europa en ese lamentable aspecto.
Pero no se trata de un fenómeno exclusivo de nuestro país. El gran poder acumulado a lo largo de la historia por los grandes patrimonios o la banca hace que aquí quizá sea más claro que en otros países. Pero no nos pasa sólo a nosotros. Hace unos años, la periodista Jane Mayer publicó un libro interesantísimo (traducido en España como Dinero oscuro) en el que mostraba que detrás de la expansión de las ideas de extrema derecha en Estados Unidos estaba, simple y llanamente, el dinero.
Es un fenómeno generalizado y no es casualidad que, como en España, la difusión de las ideas extremistas de derecha haya ido acompañada del incremento de la desigualdad en los últimos años.
Lo ha vuelto a poner de manifiesto el último Informe sobre la desigualdad Global 2018 que demuestra claramente que desde que se vienen aplicando políticas más a la derecha en el mundo, desde 1980, “la desigualdad de ingresos ha crecido agudamente”.
Quien lo quiera se puede engañar, pero lo que de verdad hay detrás de la derecha y más aún de la más extrema, lo que la mueve, no es una ideología, ni los valores que supuestamente dice defender. Lo que está detrás es el dinero y el servicio a quien dispone en mayor medida del poder que proporciona. Cuando se ve amenazado por la debilidad, por la incompetencia o por la deslegitimación de sus empleados (como ha ocurrido en España con el Partido Popular o Ciudadanos) recurre a la solución de emergencia, al extremismo que con un discurso de mayor retórica ideológica atiende a los sentimientos más primitivos de la gente para atraer y conquistar a los sectores intelectualmente más desprotegidos de la sociedad. El ascenso de la extrema derecha en todo el mundo no es casualidad sino el resultado de que el dinero se asustó de nuevo (en esta ocasión, no por la presión de las clases trabajadoras sino por su propia incapacidad para lograr una mínima estabilidad en la economía y en la sociedad) y ha tomado la iniciativa recurriendo de nuevo a su solución de emergencia.
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