CJ. Estuvieron todos los concejales, los del gobierno y los de la oposición (PP, Psoe, Aisab y Plataforma), con la excepción de la portavoz del Psoe, todos participaron en la procesión celebrada en mi pueblo: San Antonio de Benagéber. Es indiferente que en su vida privada sean o no creyentes. No es el caso, ni es de lo que pretendo hablar. De lo que se trata es de mantener las dos facetas completamente separadas, las convicciones religiosas privadas y el cargo de representación pública que se ocupa temporalmente.
Porque ser creyente, en cualquiera de sus manifestaciones y ser representante político, en cualquiera de sus tendencias políticas y al mismo tiempo mantener ambos aspectos separados, es la razón de la frase que se atribuye al propio Jesús de Nazaret: "al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios". Algo no sencillo de respetar por nuestros representantes políticos, aunque en este caso hablemos sólo de los concejales de mi pueblo.
Queda claro por tanto que de lo personal no es de lo que hablo, sino de lo público y de juzgar la coherencia de lo que se dice y predica en la faceta pública con lo que los ciudadanos luego vemos y contrastamos en los actos públicos de dos de los grupos referidos que son los que a mí, para este escrito, me importan (Psoe y Plataforma). Ambos, han abogado por una política laica o al menos así lo han publicado en sus escritos. Contrastar lo defendido politicamente con su presencia en la procesión es lo que me provoca mayor perplejidad y lo que al comentarlo con algunas personas nos ha movido a buscarle alguna explicación, en el sentido de buscarle la razón, pero ninguna nos viene a la cabeza; o perdón una y de muy mal pronóstico.
La referida frase que se adjudica a Jesús de Nazaret, era una reacción a la pretensión de las jerarquías (la religiosa y la política) de aparecer juntas y atraer a los actos de unos a los otros. Aparecer ante los ciudadanos/as unidos ejerciendo sus diferentes poderes también me trae a la memoria desagradables imágenes. Aquellas afortunadamente ya pasadas, en las que la Iglesia Católica, después de bendecir la represión del franquismo, extendió generosamente el palio al General golpista para que disfrutara en las procesiones paseando debajo de él. Doble mensaje querian enviar con ello: "Atención pueblo, nuestro dios está con el gobernante" y " pueblo, el gobernante -y su poder político terrenal-, está con nuestra religión". Poco espacio dejaba esta forma de actuar para la duda y la discrepancia, juntos los dos poderes expresan la imagen medieval de quienes mandan en el Cielo y en la Tierra. Poder absoluto.
Esta imagen y sus consecuencias han sido combatidas hasta la saciedad por la derecha europea más moderna, defendiendo, y muy bien por cierto, la división de lo religioso y de lo político (excepción de la Democracia Cristiana) y, como no, por toda la izquierda desde siempre. El debate llegó incluso a los años de comienzo de esta última etapa democrática que inauguró la Constitución de 1978. Y a pesar de que adolecíamos en aquel momento de esa derecha moderna, aún así, sus representantes rodaron hasta dejarlo en aconfesionalidad, no en un claro laicismo como hubiera sido deseable, pero afirmaban que la intención era mantener el mismo fondo separativo. Ahí quedó el artículo 16-3 de la Constitución pactada con la derecha del momento que dice: "Ninguna confesión religiosa tendrá carácter estatal". A tenor de este artículo, no tiene ningún sentido que nuestras autoridades civiles, sigan acompañando a las imágenes procesionales católicas, pero parecen que no quieran enterarse de la necesidad de mantener clara la separación. A unos les ha ido bien y a los otros les ha entrado 'pelusilla'.
De la derecha, la que todavía no ha evolucionado suficientemente en democracia sobre este aspecto y sobre todo en una localidad pequeña, ya se espera de siempre que intente utilizar la poca o mucha influencia de la particación en lo religioso para obtener algunos votos más. Al fin y al cabo son herederos, aunque con las distancias democráticas adecuadas, de aquello de ´ser o no ser personas de orden´. No hace tanto tiempo que si el párroco te hacia un certificado valía más que el de antecedentes penales. La confusión de lo religioso y su utilización en lo político la conocemos y la hemos padecido.
Ahí está el ministro Wert que ha sido la última de las piezas políticas utilizadas para capitalizar la confusión de ambos aspectos. Wert nos está dejando ejemplos lamentables en su contrarreforma educativa y entre ellos juega un papel muy importante la reintroducción de la religión en el currículo escolar. También el ministro Gallardón, arrodillado ante la jerarquia eclesiástica en temas como el aborto y el matrimonio, devolviendo a la mujer a papeles qe creíamos olvidados. Y tirando de ellos, la jerarquía Católica negando todavía el matrimonio entre personas del mismo sexo, o el derecho al aborto, o defendiendo la división de sexos en los colegios y presionando hasta lograr la introducción de la asignatura de religión como curricular. La confusión entre lo religioso y lo político es un terreno que maneja y les viene muy bien a esa derecha a la que me refiero. Repito, afortunadamente no a toda.
Por eso, que esto ocurra también con concejales que se autodenominan progresistas, es lo que llama la atención y alerta a quienes se creen las leyes y los principios políticos que se pregonan; ciudadanos que creemos en la necesidad de mantener la coherencia de lo que se pregona políticamente y lo que luego se proyecta públicamente (al margen de las creencias íntimas, que nadie juzga, ni debe juzgar). Salir a la calle siguiendo la procesión, es decir participar en una manifestación religiosa que se encabeza con los emblemas religiosos forma parte de esa ceremonia de la confusión. No me refiero sólo a participar respetuosamente observándo el paso de la marcha religiosa desde la acera como cualquier vecino/a, como se puede observar otro acto cívico. No, me refiero a que no es un acto de coherencia política desfilar detrás del santo porque claramente es no cumplir con los principios laicos que se dicen defender y ayuda al alejamiento de los represantes políticos, aunque sean concejales, de su programa y de sus electores. Esos actos son los que la ciudadania valora cuando se expresa diciendo que todos son iguales o 'que no nos representan'. Esos actos no se explican más que para obtener unos cuantos votos. Por eso sigo perplejo al haber visto como los concejales de San Antonio, TODOS, con la excepción ya referida, desfilaran detrás del santo, o mejor dicho, exhibiéndose tras él y mezclando lo del Cesar y lo de Dios.
Los en otro momento beligerantes y defensores laicos en sus proclamas y en sus artículos políticos; se enfrentan así a sus principios y a los del primer laico de la historia que se conoce; Jesús de Nazaret. Se alejan de su programa y colaboran en la ceromonia de la confusión.
El mensaje que se envía es oportunista, cortoplacista y puede ofender a unos y a otros, a los creyentes y a los no creyentes. A Dios y al Cesar.
CJ es la abreviatura con la que publica nuestro colaborador Julio Cintas.
Crónica agradece al autor su incorporación como Opinión de Gent de Camp de Túria y que comparta sus artículos de opinión también con nuestros lectores
“No es lo mismo pregonar que dar trigo”. Esto es lo que les ocurre a los chicos/as de la Plataforma, que van por la vida de muy progres y quieren aparentar lo que no son, y ya ves lo que pasa, que a la primera de cambio se les ve el plumero. ¿No será esto falta de ideología?
ResponElimina