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De héroes, heroínas y bestias por Beatriz Gimeno

Para convertirse en un héroe, en una heroína, no hace falta hacer grandes cosas. En según qué circunstancias basta con negarse, con decir que no, y sólo con eso cualquier pequeño gesto que se haga se convertirá en un gesto heroico. Ahí está Amina Sbui, una feminista que se hizo una foto en topless y la colgó en el Facebook. Eso le costó una “fatua” y pasar varios días en un cárcel tunecina y ya sabemos que ninguna de esas dos cosas son una broma. Después Amina salió y, lejos de amilanarse, lo ha vuelto a hacer. Su gesto tiene un valor extraordinario en el contexto de las luchas que las mujeres árabes están llevando a cabo contra sus gobiernos machistas, contra sus religiones machistas y contra sus revoluciones machistas.

Anton Krasovsky es el presentador ruso de un programa de televisión, un hombre normal que seguramente jamás pensó en convertirse en un héroe. Ganaba mucho dinero y tenía lo que la mayoría consideraría una posición envidiable. Pero Rusia ha emprendido una cruzada fascista contra las personas homosexuales y Krasovsky, que es gay, decidió no callarse. Se limitó a decir que era gay por la televisión y a defender su humanidad. Podía haberse callado pero no lo hizo. Le despidieron esa misma noche y eso es lo menos que le puede pasar en un país en el que declararse gay te pone en el punto de mira de la violencia extrema.

Amina y Antón son dos personas que han demostrado que cualquiera puede resistirse a la barbarie; que todo ser humano guarda en sí mismo/a la capacidad de defender su dignidad y la de los/las demás. Siempre se puede decir que no, lo único que hace falta –y no es poca cosa- es desatender al propio miedo o, al menos, vencerlo. Estos son héroes, son valientes, pero están acompañados por muchas otras personas. Les acompañan todos aquellos, todas aquellas, que se niegan a quedarse en silencio, que se niegan a hacer como que no se enteran de lo que pasa.

Les acompañan todos aquellos que, simplemente, piensan que no lo quieren dejar pasar. En este grupo están las saltadoras suecas Emma Greeny Moa Hjelme que han competido en Rusia con las uñas pintadas del color del arcoíris; simplemente porque no lo quieren dejar pasar. Quizá no se jueguen nada, pero todo el mundo tiene que elegir constantemente entre opinar o dejarlo pasar. Y ellas han decidido expresar su opinión. Su pequeño gesto adquiere así una enorme importancia.

Y luego están los otros. Esta misma semana hemos visto las imágenes de los jóvenes de NNGG del PP riéndose de un anciano preferentista. Ese señor podía perfectamente ser un votante del PP, supongo que muchos de los estafados con las preferentes han votado a este partido. Pero es que eso no importa, no se trata de política, se trata de humanidad, de algo tan básico como que los humanos solemos sentir lástima y mostrar respeto por los que sufren o son débiles. Los fascistas no, claro. El corazón ideológico del fascismo no tiene que ver con la política, sino con la barbarie, es el desprecio absoluto por los débiles. Cuando vi las imágenes en la televisión, cuando vi a esos jóvenes, prepotentes, seguros de su posición en el mundo, sintiéndose invulnerables, demostrando esa crueldad con una persona que, como poco, ha sido estafada y a quien, seguramente, le han robado los ahorros de toda su vida, se me pusieron los pelos de punta. La actitud de esos jóvenes daba miedo porque bajo su apariencia aparentemente normalizada se percibe una absoluta inhumanidad. Al fin y al cabo la capacidad de sentir empatía es lo que nos hace humanos. La completa falta de empatía les sitúa del lado de la bestialidad, del lado de la patología social que es el fascismo.

El mundo está lleno de personas que se comportan como héroes y como heroínas sólo porque se niegan a ser reducidos al estado de cosa y reivindican su plena humanidad y la dignidad de cada ser humano. Y está lleno también de personas que han borrado de sí cualquier rasgo de humanidad y se han puesto del lado de la barbarie. Esa es la elección que tenemos que hacer todos los días.

Para acabar una fe de erratas: la semana pasada escribí que el alcalde de Lugo había dicho que los condenados a muerte por el franquismo se lo merecían. No fue el alcalde de Lugo, claro, sino el alcalde de un pueblo de Lugo, Baralla. He recibido decenas de mails pidiéndome que rectificara. Rectificado está.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)

* Crónica agradece a la autora su decisión de compartir sus artículos con nuestros lectores

 

 

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