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El necesario pacto entre mujeres por Beatriz Gimeno

Cuando algunas personas, yo entre ellas, decidimos fundar la Federación Estatal de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales (FELGTB) con el más que humilde objetivo de conseguir ser iguales ante la ley teníamos claro que por ser este un objetivo políticamente modesto (aunque impensable entonces) y por tratarse de derechos básicos, era, al mismo tiempo un objetivo que seguramente compartirían personas lgtb de derechas. Yo, que fui presidenta de esa organización, lo tenía y lo tengo claro: la igualdad legal (en este caso el matrimonio y una ley de identidad de género) no va a acabar con la lgtbfobia, pero si la ley no nos reconoce como iguales no se puede afrontar ningún otro cambio más profundo. El voto para las mujeres no acabó con el sexismo, con el patriarcado ni con el capitalismo, pero que las mujeres pudieran votar era imprescindible para poder pensar en todas esas cosas. Y podríamos hacer muchas comparaciones de este tipo: conducir no parece un derecho fundamental…hasta que se convierte en un derecho sólo para los hombres.   En Arabia Saudí una mujer lucha por su vida cuando conduce un coche, aquí luchábamos por la nuestra al pretender que se nos reconociera el derecho al matrimonio; en Afganistán las niñas luchan yendo a la escuela o, simplemente jugando en la calle… No hace falta explicar que no se trata del matrimonio, ni de conducir, o de ir al colegio, se trata de Igualdad.

En la FELGTB conseguimos superar el sectarismo tan propio de la izquierda e integrar a personas gays, lesbianas y transexuales de derechas que estaban de acuerdo con el objetivo básico: el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género. Nada más que eso y nada menos que eso.  Y si conseguimos una organización interpartidista fue sólo porque la reivindicación del matrimonio igualitario era nueva y cogimos a los partidos por sorpresa. Los partidos de izquierdas no tenían por entonces un discurso elaborado sobre el tema ya que la reivindicación que manejaban era la de la Ley de Parejas. Así que no les dimos tiempo a entrar en nuestra organización, nos blindamos todo lo que pudimos ante el sectarismo partidista, creamos una cultura de trabajar con todos los partidos pero no entregarnos a ninguno en particular, aguantamos las presiones de dentro y de fuera, que llegaron a ser muy fuertes, y gracias compañeros y compañeras gays, lesbianas y trans del Partido Popular conseguimos conocer en cada momento qué pasos estaba dando el PP en relación a la ley de matrimonio y conseguimos también crear una corriente interna dentro del propio PP favorable a esa ley; una corriente que al final resultó fundamental para nuestros intereses. Poco después de conseguida la ley ya resultaba imposible que personas de izquierdas y derechas militáramos juntas; una vez conseguido el objetivo para el que habíamos establecido un pacto de mínimos las diferencias en todo lo demás, en el tipo de sociedad que queremos y por el que luchamos,  eran ya demasiado profundas. Era lo esperable e incluso lo deseable. Nuestro pacto era de mínimos y duró lo que duró, pero nos ayudó a ser uno de los primeros países del mundo en conseguir la igualdad legal completa para las personas lgtb.

En el feminismo tenemos el ejemplo de los “pactos entre mujeres” que se estudian en cualquier programa de historia del feminismo. Se trata de los acuerdos a los que llegaron las mujeres feministas de los países nórdicos (de todos los partidos, desde la izquierda a la derecha) para impulsar algunas medidas legales que ellas consideraban de mínimos e imprescindibles para avanzar en el reparto paritario del poder político y sindical, cosa que consiguieron. Esos pactos han venido funcionado hasta ahora en algunas cuestiones clave como la paridad en las listas, el derecho al aborto o determinadas políticas públicas que atañen especialmente a las mujeres. En algunos países latinoamericanos las diputadas y senadoras forman un lobby suprapartidista y se reúnen periódicamente para que sus partidos no den de lado sus reivindicaciones. En España existe un arraigado sectarismo que inunda la vida política y que marca el funcionamiento de los partidos hasta el punto de que a veces más que partidos políticos parecen clubs de fútbol, y sus partidarios hinchas. El funcionamiento de los partidos parece ser el de no dar nunca la razón al contrario y decir “y tú más” siempre que se tiene ocasión.

Hay cuestiones básicas, de derechos humanos de las mujeres en las que podríamos coincidir la mayor parte de las mujeres independientemente de su partido: es el caso del derecho al aborto. Debido a mi activismo lgtb he tenido ocasión de conocer personalmente a muchas diputadas del Partido Popular, muchas de ellas altos cargos ahora de este partido o del gobierno. Puedo asegurar que en lo que hace a las mujeres con cargos públicos hay más mujeres en el PP partidarias del derecho al aborto que contrarias a él. Al mismo tiempo cualquier feminista sabe de la importancia crucial de este derecho para las mujeres, por lo que conservarlo y no perderlo debería ser una de esas cuestiones que se sitúan por encima de las siglas. Dentro del feminismo hace tiempo que se vienen  escuchando voces en el sentido de que el derecho al aborto se merece un pacto entre todas las mujeres, se merece un pacto interpartidos para evitar un retroceso en derechos básicos. No hace falta que nos reunamos con las mujeres  del PSOE o de IU para tratar de defender el derecho al aborto, a ellas no hace falta convencerlas y no cabe duda de su posición al respecto; con quien tiene que reunirse el movimiento feminista es con las mujeres del partido que gobierna, con las mujeres más partidarias del derecho al aborto dentro del Partido Popular.

Pero por lo que sé, esta posibilidad ha sido acogida con mucha reticencia por las compañeras de los partidos nada proclives a la idea de que la defensa de este derecho fundamental deje de ser de su exclusiva competencia.  El hecho de que una parte importante del movimiento feminista español sea profundamente deudor de los partidos, fundamentalmente del PSOE,  es bueno para el feminismo cuando gobierna la izquierda pero es nefasto en momentos dramáticos para las conquistas feministas como el actual, cuando nos jugamos derechos básicos y cuando nos damos cuenta de que lo que cuesta poner los derechos de todas por encima de los intereses de los propios partidos.

El otro día Elena Valenciano se dirigió a las mujeres del PP reclamando su apoyo para evitar que su partido termine por aprobar la contrareforma que anuncia. El hecho de que Valenciano hiciera esta petición públicamente me hace pensar que, desgraciadamente, tal pacto no se está intentando porque, ojala me esté equivocando, creo que un pacto de este tipo, en España y en este momento, no podría ser sino muy discreto. Si las mujeres del PSOE y las mujeres del PP (o al menos algunas mujeres poderosas del PP) tuvieran conversaciones sobre el aborto estas no se harían públicas a menos que, precisamente, quisiera dinamitarse la posibilidad de que fueran exitosas. Para el PP el aborto es una cuestión con la que contentar a su electorado más retrógrado y es también la posibilidad de demostrar que van a cumplir alguna promesa, ya que han traicionado todas las demás. Pero hay mujeres con poder en el PP a las que esta contrarreforma no les gusta nada, y eso habría que aprovecharlo.

El problema de la doble militancia, tan antiguo y tan debatido en el feminismo, se hace notar en momentos como el actual. Por nuestro bien espero estar equivocada y que las feministas del PSOE e IU estén hablando con las mujeres pro derecho al aborto que hay en el  PP. Si no desde dentro de los partidos, al menos espero que desde otros lugares del variado, grande y diverso movimiento feminista, alguien esté reuniéndose y hablando con ellas porque la cuestión merece ese plus de generosidad política. Si lo están haciendo así y hay alguna posibilidad de que la contrarreforma no se produzca como se anuncia, entonces en el haber de estas mujeres estará el haber sido lo suficientemente generosas y feministas como para no pensar sólo en clave partidista; si los intereses de su partido han primado sobre su feminismo, tendrán tiempo, como todas, de lamentarse.  Me gustaría estar equivocada pero si no lo estoy me gustaría recordar también a propósito de este asunto que acabar con este  sectarismo, tan dañino a veces para la sociedad en su conjunto, es parte de lo que lo que la sociedad está demandando a los partidos después del 15M. Y finalmente, espero que quede claro que los culpables de cualquier retroceso en este sentido serán los que lo aprueben, es decir, el Partido Popular, y en su débito estará este retroceso como tantos otros.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)
* Crónica agradece a la autora que siempre comparta sus artículos con nuestros lectores.
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