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La oclocracia valenciana por Antonio Maestre

La anaciclosis es una teoría política que describió Polibio en la que explicaba la degeneración de los sistemas políticos a través de un ciclo continuo. La última fase de esa degeneración era el régimen de la demagogia, sistema que Polibio consideraba el peor de los sistemas posibles. Para este autor de la Grecia clásica, los sistemas iban degenerando desde la monarquía, entendida como un régimen todopoderoso al servicio de los ciudadanos, a la tiranía, pasando por el gobierno de los mejores o sofocracia, hasta una oligarquía que finalmente acaba en una democracia. Cuando ésta degenera se convierte en una oclocracia, o demagogia para la muchedumbre. Polibio consideraba el peor de los regímenes posibles el gobierno de la plebe.
La oclocracia es el gobierno de los peores, descargando de la definición el concepto clasista propio de la Grecia clásica. La oclocracia de nuestros días es el gobierno de los ineptos, de los corruptos que se valen de la demagogia para conseguir el apoyo de la población.
La demagogia es la práctica política consistente en ganar el favor popular de la masa con falacias o argumentos que no soportan un mínimo análisis racional, que apelan a las emociones y la fe frente a la razón. Popularmente se asocia a la demagogia con políticos populistas, grandilocuente y locuaces que con sus discursos consiguen lanzar soflamas a las masas. La realidad es que la mayoría de los gobiernos usan en menor o mayor medida la demagogia para perpetuarse en el poder y para dirigir a los electores de las sociedades democráticas hacia las posiciones propias con argumentos irrealizables y difusos.
Demagogia en Valencia
Esta semana en Valencia, con motivo del cierra de la televisión valenciana, se escenificó el mayor ejercicio de demagogia de la España reciente. Fabra y Ciscar hicieron patente la única forma posible que tienen de entender la política y de mantenerse en el poder.
“No voy a cerrar un colegio o un hospital para mantener la RTVV abierta”. Eso fue lo que dijo Alberto Fabra, en un ejercicio de cinismo difícilmente superable. Lo cierto es que ya lo ha hecho, sin necesidad de meter en la variable a la televisión valenciana. Fabra ha suprimido servicios esenciales en materia de sanidad, como el cierre de 262 camasen el Hospital de la fe de Valencia para ahorrar 31 millones de euros, 9 menos de los que dijo que no podían soportar las arcas de Valencia al asumir la sentencia que declaraba nulo el ERE en RTVV.
Así que no ha hecho falta mantener abierta RTVV para que Alberto Fabra ya cerrara partes de un hospital, o para que no pagara los comedores escolares o a las farmacias. La demagogia como arte alcanzó a José Ciscar, al afirmar que los 228 millones que le costaría mantener abierta RTVV le permitirían construir 57 colegios y 60 centros de salud. Como si cerrar RTVV implicara que con ese dinero no gastado fueran a construirse esos 57 colegios y 60 centros de salud.
Lo que no dijo Ciscar es cuántos colegios o centros de sanidad se habrían construido con la partida de 25 millones de euros que la Comunitat Valenciana otorgará para explotar la concesión del Aeropuerto de Castellón, según se publicó en el boletín del Consell el día siguiente de sus declaraciones.

La corrupción es el síntoma mayor de una oclocracia. No existe un sistema degenerado como el que existe en Valencia sin que la corrupción pudra todas y cada una de las instituciones con el beneplácito de la masa. El gobierno corrupto no sólo no es desalojado del poder, sino que se perpetua desde todos los estratos de la sociedad con la aceptación y la connivencia de los votantes gracias a redes de clientelismo y nepotismo.
La red de clientelismo soportada con actos como el de Fernando de la Rosa, el juez amigo de Camps, cuando mandó una carta a la Consejería de Bienestar pidiendo que se tuviera en cuenta el curriculum de una amiga de su mujer. Por supuesto, afiliada al PP.

Una inmensa parte de la población no penaliza la corrupción porque la asume como propia, es una deriva de la picaresca española, se ven identificados con ésos que roban porque ellos en su situación actuarían de la misma manera. La corrupción de baja intensidad, ésa que lleva a aceptar un puesto de funcionario sin concurso público o a medrar para conseguir un puesto de asesor de un concejal sin tener ningún tipo de formación para ello son parte indispensable para que una oclocracia como la valenciana se instaure.
Tolerar la corrupción es parte de la identidad española, los políticos no hacen más que aprovechar esa posibilidad. Para ello, el control de los medios es un arma indispensable, medios como RTVV.
La propaganda de RTVV culpable
En los años 70, Alvin Toffler acuñó un término llamado “Information overload” (sobrecarga de información), que describe lo que ahora llamamos infoxicación. Toffler se refería a la información aparecida en televisión. Creía que en este medio funcionaba lo que él denominaba segunda ola, un tipo de comunicación en la que unos pocos decidían lo que otros veían, la comunicación de pocos a muchos. La comunicación de masas.
La televisión sigue funcionando como el instrumento mayoritario de información de los ciudadanos, un arma de propaganda que ningún gobierno autonómico ha renunciado a tener. El cierre de RTVV por parte de Alberto Fabra sólo es la constatación de ello, prefiere tener un medio totalmente controlado por los suyos que asumir la sentencia de la Justicia y tener un medio que no puede controlar. La excusa del gasto inasumible provocado por sus decisiones es eso, una excusa.
La televisión es un arma muy poderosa para que la pervivencia de la oclocracia sea efectiva. Una de las características principales de un gobierno de demagogos es apelar a la emoción y al sentimiento, al mundo de la sensibilidad. Para ello, la imagen es el mejor canal, al contrario que el texto, que es un canal frío que apela al mundo de las ideas y la inteligencia. La imagen, como medio caliente, enerva las emociones y dificulta el entendimiento. No hay mejor herramienta para un demagogo que la imagen. Los votantes que son apelados por imágenes son más fácilmente manipulables, tienden a la superficialidad y son carentes de reflexión. Son menos autónomos.
La televisión valenciana durante los años de gobierno del PP se ha dedicado a explotar estas características para hacer posible la degeneración de la democracia valenciana. Ha sido una herramienta indispensable de la oligarquía que ha gobernado saqueando las instituciones buscando el beneplácito o la ignorancia de los valencianos.
Las voces que tras el cierre han salido a criticar los años de gobierno del Partido Popular, a Ciscar, a Fabra, a Camps, no hicieron nada, o al menos nada visible, para evitar este fatal desenlace. La radio televisión valenciana ha sido parte imprescindible del saqueo de Valencia. Sin sus mentiras, criminalizaciones y omisiones no habrían quedado impunes personajes como Juan Cotino. Sin RTVV no habrían sido posibles sus artes oscuras para que las responsabilidades del accidente del Metro de Valencia quedaran ocultas y los muertos fueran enterrados junto con el silencio de sus familias. Lo único que no pudieron lograr fue silenciar a las familias.
Todos aquellos periodistas que en su día aceptaron una orden para manipular y ocultar la verdad y que sabían que estaban faltando a su dignidad profesional y al derecho a una información veraz son en parte responsables del expolio del dinero público y el hurto de la justicia que durante años ha ocurrido en Valencia. Si los periodistas esperan a no tener nada para decir la verdad, para plantarse ante los poderosos y narrar los hechos y la historia tal y como ha sucedido, es que no somos tan importantes. Es una profesión a erradicar.
El periodismo debería plantearse cuál es su papel en la sociedad española. Lo que ha enseñado RTVV es que el periodismo es una profesión sumisa y servil, que no es capaz de plantarse y defender, no ya sus derechos, sino los de los ciudadanos a los que un periodista sirve con la verdad y ejerciendo su labor de control al poder.
Los trabajadores de RTVV han fracasado en ese ejercicio, no han sido capaces de ejercer su profesión para que Valencia no se convierta en una oclocracia. El periodismo ha llegado tarde. Han servido de poste emisor de propaganda durante años siendo parte del problema, y no de la solución. Si Rafael Blasco robaba el dinero de ONGs que intentaban ayudar a niños enfermos de Africa es en parte por su complicidad silente; si en el Parlament han llegado a haber un 20% de diputados del PP imputados por corrupción se debe, en buena medida, a que se ha hurtado la información que hubiera ayudado a los ciudadanos valencianos a ser más libres.
Román de la Calle, el que fuera director del MUVIM (Museu Valencià de la Il·lustració i de la Modernitat), dimitió de su cargo después que las autoridades políticas del PP de Valencia censurasen una exposición en la que se mostraban imágenes del escándalo de corrupción de la Gürtel. Si estos pequeños actos de dignidad hubieran sido muchos y continuados, quizás la oclocracia valenciana, el gobierno de los ineptos y los peores, no se habría perpetuado y RTVV no cerraría porque Valencia sería un sitio más libre, más digno y con menos deudas.

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 *Antonio Maestre publica este artículo en LaMarea.

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