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Adolfo Suárez por Jesús León

 Para entender por qué el expresidente Suárez se ha convertido un símbolo de la democracia en España, es necesario retrotaerse al momento histórico del fallecimiento de uno de los dictadores más fríos y crueles de la época contemporánea, Franco.

El régimen franquista se encontraba muy fuerte todavía en nuestro país, a pesar de los larguísimos cuarenta años transcurridos desde el golpe de estado de 1936. En 1975, cuando muere, el régimen, apoyado fundamentalmente en el ejército, en la Iglesia oficial, y en  un importante sector de la oligarquía económico-financiera, así como en un sector nada desdeñable de la población; se presentaba como un baluarte todavía difícil de superar para los fuerzas políticas antagónicas, aún muy debilitadas por la represión inmisericorde del régimen. Prueba irrefutable de ello es lo acontecido el 23-F (año 1981), seis años después del fallecimiento de Franco. No hubo reacción alguna de la población. El miedo estaba todavía demasiado fresco en la mente de todos.

Así, pues, la alternativa que representaba el rey, absolutamente increíble para la inmensa mayoría de la oposición política de esos tiempos, pues se temía que, en realidad, podría suponer solo una continuidad del régimen al haber sido designado por el dictador, resultó un éxito, a pesar de los pesares.

 Y este acierto, resulta que hay que reconocérselo al rey Juan Carlos. Fue él quien designó a Adolfo Suárez y le indicó el camino a seguir para desmantelar el régimen desde dentro, única manera de llevar a cabo tan ardua y arriesgada tarea sin violencia, a fin de lograr un sistema democrático homologable con Europa. Así aparece Adolfo Suárez, un hombre del régimen, inteligente, audaz y flexible; bien situado en el entramado gobernante, con ansias de ser presidente del Gobierno y sobre todo,  bien respaldado por el rey. Dispuesto a quemarse como una falla para conseguir la meta de una democracia avanzada apoyada en una Constitución flexible y progresista, donde cupieran todos. 

 Y el experimento resultó, no cabe duda. Estos treinta y cinco años de democracia se deben en gran medida a Adolfo Suárez, sin que este mérito signifique el olvido de los principales dirigentes políticos del momento, muy especialmente de Santiago Carrillo, por lo que, sin duda, representaba en esos momentos difíciles al frente del PCE. Sin olvidar al general Gutiérrez Mellado, que hubo de arrostrar junto con Suárez,  la ira de los sectores más ultras del régimen. He dicho antes que Suárez fue audaz. Es insuficiente, hay que decir que fue valiente. La empresa encomendada suponía introducirse en el centro neurálgico del huracán, con riesgo incluso de su vida. Desmontar el régimen desde dentro no se lo iban a perdonar, y no se lo perdonaron. No otra cosa se sintió por los que escuchábamos la radio y vimos la televisión la aciaga noche del 23-F, con la entrada  de Tejero y los suyos en el Congreso de los Diputados. Suárez se merece los honores de Estado que se le han dispensado.

Jesús León. es abogado y exdoputado provincial de Esquerra Unida
* Crónica agradece al autor que comparta sus opiniones con nuestros lectores
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