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¿Qué fue de Juan Carlos de Borbón? por Hugo Martinez Abarca

Hoy es el último día. En unas horas Juan Carlos de Borbón firmará una ley que se publicará inmediatamente en el BOE y se acabó, terminará el reinado más largo que hemos disfrutado, vaya si lo hemos hecho, desde Felipe II. Ale, ya está, se acabó, que pase el siguiente, que tenemos mucho que adular.
Incluso a quienes tenemos de este señor un pésimo concepto nos produce cierta pena cómo se va el hombre al que más se ha hecho la pelota, el hombre al que le consintieron todo, del que se callaron todos los vicios (privados y públicos) y se exaltaron virtudes existentes o no, daba igual, del que se fabricó una leyenda que no resistía el más mínimo análisis, dato este irrelevante pues se silenció todo análisis. A sus años y con qué desdén le despiden sus propios cortesanos, como si sólo les importara colocarse bien en la nueva corte, que es la de siempre pero sin él, que parece que ya sobraba. Pobre viejo.
Tanto para un final tan pobre. Esta mañana ABC y La Razón dan más importancia en portada a un partido de fútbol que a la despedida de Juan Carlos. Para mayor crueldad, La Razón no se centra en elogiar al monarca saliente sino en explicar cómo se le va a blindar judicialmente para que en ningún caso se someta a la ley. Sólo El Mundo abre con un "Adiós al Rey [con mayúscula] de la democracia [con minúscula]" que debe de responder más bien a la querencia de Sor Transición, también conocida como Victoria Prego, por la leyenda que hizo de ella cronista oficial del Régimen.
Qué pobreza, qué olvido. Quién le iba a decir que su despedida iba a ser tan pobre. Si lo llega a saber se muere en el trono para no verlo y morir pensando que sigue la comedia aduladora de estas cuatro décadas.
Estos días la propaganda cortesana ha olvidado a Juan Carlos y se ha centrado en Felipe. De Felipe no hay mucho que decir: no sabemos si le gusta la carne o el pescado, el fútbol o los libros, los toros o las exposiciones que organiza su hermana Elena en la Fundación Mapfre. Sólo podemos decir que está muy preparado para un cargo que nos dicen simbólico, algo insultante en el país del que huyen los mejores estudiantes para encontrar algún trabajo en otro país. Casi nos vienen a decir que no lo aplaudamos por él, sino por patriotismo, que digamos que esas banderas que hemos puesto por el mundial y que ya estábamos a punto de quitar eran en realidad por Felipe.
Si Felipe tiene un poco de agudeza visual (que no lo sabemos, como no sabemos nada) observará preocupado cómo se entierra en vida a su padre, con un desdén propio de quien ya andaba molestando. Si esto le ocurre a él, que tan popular era hasta hace nada, el campeón pasivo de la propaganda, el rey a quien nadie cuestionó pues no se legalizaría a quien no lo aplaudiese... ¿cuánto durará el soporte a él, que nace cuestionado por la falta de democracia de su nombramiento, con respuesta parlamentaria y de esos medios que no controlan magnates y cada vez tienen más peso? ¿En qué podrá apoyar él la frágil corte sin traer la democracia ni salvarnos del golpe de Estado?
Todavía no se ha ido y ya casi no sabemos qué pasó con Juan Carlos. Todavía no ha llegado y ya sabemos que a Felipe le pasará algo parecido. Pero mucho antes.
(*) Hugo Martínez Abarca es miembro del Consejo Político Federal de IU y autor del blog Quien mucho abarca.
* Crónica agradece al autor poder compartir su opinión con nuestros lectores

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