Este artículo, Vicenç Navarro, señala la creciente movilización de la población más  vulnerable en Brasil frente al enorme coste que ha significado el  Mundial de Fútbol a costa de las prioridades sociales que la población  desea. El artículo también critica que el próximo Mundial sea en un  régimen feudal como Qatar, que hoy está siendo promovido por el club de  fútbol español que había sido en el pasado un punto de referencia para  las fuerzas democráticas de España: el Fútbol Club Barcelona.
El Mundial de Fútbol está a punto de  terminar. Brasil, uno de los países más desiguales del mundo y con mayor  pobreza de América Latina, ha vivido unas semanas de fantasía durante  las cuales 32 países han competido para conseguir el título de Campeón  Mundial de Fútbol. Brasil, que ha ganado este campeonato nada menos que  cinco veces, intenta ganarlo una vez más, satisfaciendo el “orgullo  patrio”, ese sentimiento tan utilizado por las estructuras de poder  financiero, económico, mediático y político, para conseguir la adhesión y  sumisión de las clases populares a su liderazgo. El nacionalismo  futbolístico juega un papel muy importante en garantizar la pasividad y  complicidad de las masas hacia el establishment (la estructura de poder)  en cualquier país. El supuesto que sostiene este nacionalismo es que si  gana el equipo nacional quiere decir que el país va bien y está bien  dirigido. El fútbol es no solo una gran distracción, sino un gran  elemento de engaño nacional.
Hubiera sido útil para aquellos que  intentan recuperar la decaída popularidad de la Monarquía en España que  el día de la coronación del nuevo Rey, Felipe VI, hubiera coincidido con  la victoria del equipo español en Brasil. Esto no ocurrió y el  establishment español se movilizó inmediatamente para indicar que la  profunda derrota del hasta ahora campeón mundial, el equipo español, era  una mera anécdota, algo que les pasa a todos, incluso a los hijos de  las mejores familias.
En Brasil hay indicios de que las clases  populares no están cayendo en esta trampa y se están resistiendo a la  manipulación. En 2008, cuando se eligió a Brasil como la sede del  Mundial del 2014, la mayoría de la población estaba de acuerdo con la  decisión (74%). Este año, el porcentaje pasó a un 48%. Una causa de este  colapso del apoyo fue la toma de conciencia de los costes (11.000  millones de dólares) que han conllevado estas inversiones, en Estadios e  instalaciones suntuosas, incluyendo grandes hoteles, a costa de  disminuir los gastos públicos sociales. En las constantes movilizaciones  que han tenido lugar durante los juegos (una de ellas, de 10.000  personas pertenecientes a la Asociación de los Sin Techo, cortó hace  unos días la autopista que llevaba al Estadio Arena Corinthians, uno de  los monumentos faraónicos construidos para el Mundial) aparece  claramente esta percepción. Uno de los estandartes señalaba el número de  viviendas y escuelas que podrían haberse construido con el dinero  utilizado para edificar cada estadio (200 escuelas públicas por el  Estadio de Maracaná, como ejemplo). Y han aparecido muchos grafitis con  expresiones orientadas a la población extranjera (Uno de los más  repetidos es Fuck the World Cup!, Fuera el jodido mundial). Y las  protestas no van a disminuir, en realidad, han iniciado un movimiento en  contra de los Juegos Olímpicos (otra muestra faraónica) que están  programados en Río de Janeiro, también en Brasil, dentro de dos años a  partir de ahora, en el 2016). Ni que decir tiene que los partidos de la  oposición en Brasil, la mayoría de derechas, están intentando utilizar  esta rebelión popular para desacreditar y deslegitimar al gobierno del  Partido de los Trabajadores, tal como ha denunciado el propio Maradona  en la cadena TELESUR. Pero tales movilizaciones se han generado por un  malestar popular, crítico del Estado brasileño, por las prioridades que  ha mostrado a través de sus políticas públicas, tanto en la preparación  faraónica de tales juegos como en los gastos en preparación de las  Olimpiadas en Río de Janeiro (ver mi artículo “La otra cara del Mundial de Fútbol”,)
La protesta internacional
Una nueva dimensión de la protesta que  se está convirtiendo en un movimiento internacional es que se hagan  estas celebraciones en países donde hay una clara violación de los  derechos humanos, como es el caso de Qatar, un país dictatorial, con un  sistema de gobierno feudal. La ofensa de tener el Mundial en 2022 en  Qatar es semejante a que se hiciera en Sudáfrica durante el periodo del  Apartheid, o en Corea del Norte hoy. En cambio, apenas ha habido  protestas en los mayores medios. La riqueza de Qatar se basa en la  explotación del petróleo, realizada por trabajadores carentes de  cualquier tipo de derechos laborales, sociales y políticos, que viven y  trabajan en condiciones de esclavitud. Según el libro de Nathalie  Baptiste Foreign Policy in Focus y su artículo “Soccer is Democratic.  The World Cup is Oligarchy”, CounterPunch, 20.06.14 (del cual extraigo  gran parte de los datos presentados en este artículo), ya ha habido más  de 200 trabajadores accidentados y muertos en la construcción de los  estadios. Un régimen puede ser enormemente opresivo, alcanzando niveles  de crueldad y, en cambio, ser respetable si tiene dinero y está aliado  con los gobiernos occidentales.
La dirección del Barça, un club  históricamente conocido por su tradición democrática antifascista, es  hoy el máximo promotor de Qatar. Su camiseta, que solía promocionar  UNICEF, hoy promociona Qatar. Y su dirección ha sido el instrumento  utilizado por aquel gobierno medieval para comprar votos que aseguraron  la elección de Qatar como sede del Mundial dentro de seis años. Es la  conversión de un club que, de ser un punto de referencia para las  fuerzas democráticas del mundo, se ha transformado en un portavoz  (legal) de un país feudal. Así de claro.
Catedrático  de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y  Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
* Crónica agradece al autor que comparta sus artículos de opinión con. Nuestros lectores



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