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Porque no queremos la energia nuclear por Joan Francesc Peris

El reciente incidente en la central nuclear belga de Tihange, un incendio que provocó la parada de uno de los reactores, nos recuerda la fragilidad y vulnerabilidad de estas instalaciones que esconden mucha peligrosidad en el caso de accidentes graves como los que ya se han producido a lo largo de su historia: Kyshtym (1957), Windscale Pile (1957), Harrisburg (1979), Chernóbil (1986), Fukushima (2011), este último todavía no finalizado del todo.

 Desde el ataque de los Estados Unidos a Japón con dos bombas atómicas, lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, que mataron cerca de doscientas mil personas, inmediatamente, y muchas más por la radiactividad y sus consecuencias brutales sobre los organismos vivos, paralelamente a la carrera armamentística de la guerra fría con la amenaza permanente de la guerra nuclear entre las dos potencias que se repartieron la hegemonía mundial después de la II Guerra Mundial, la URSS y los Estados Unidos, se comienza la mencionada industria nuclear civil para la generación de energía eléctrica. Porque no tenemos que olvidar el vínculo inextricable de esta energía del complejo militar mundial, ni de que sus costes reales por kWh son más caros que todas las otras maneras de generar energía eléctrica.

Las compañías eléctricas que montan centrales nucleares siempre cuentan con la colaboración de los Estados, con enorme ayudas en todos los lugares, y con la derivación a los presupuestos de los países o directamente a los recibos de los usuarios de muchos de los costes de las centrales como son la gestión de los residuos nucleares, uno de los problemas más graves de esta energía por la larguísima duración de la radiactividad de los restos de los combustible -en algunos de sus componentes, de miles de años-, los sistemas de evacuación, los programas de seguridad y protección de la población o las reparaciones de los daños en caso de accidente. Estamos ante una industria protegida por los Estados que pagamos toda la ciudadanía y que está ligada al recurso a la guerra total como arma de mantenimiento de la hegemonía mundial en manos de las potencias que disponen de la arma atómica.
Ahora, cuando los estudios científicos han mostrado en el mundo la evidencia del cambio climático, los defensores de esta peligrosa energía han creído encontrar una excusa para volverla a relanzar, después de su bajada por el descrédito social que había logrado por los accidentes nucleares que había traído a una serie de moratorias en muchos países, con aquello de que las centrales nucleares no son contaminantes de la atmósfera. Pero tampoco esto es verdad si tenemos en cuenta no solo los procesos de generación de energía eléctrica a lo largo de su vida útil, sino la globalidad de las tareas necesarias para su funcionamiento como es la obtención del combustible necesario para su funcionamiento, el uranio, con un costoso y contaminante proceso de extracción y trituración de las rocas para extraer el mineral, el mismo proceso de construcción de las centrales, su desmontaje, el tratamiento, transporte y almacenamiento de los residuos nucleares… Son muchas las emisiones de CO2 que quieren olvidar los que presentan la energía nuclear como una energía limpia y, por supuesto, si es de alguna manera menos contaminante que la térmica lo es mucho más que cualquiera de las energías renovables y mucho más peligrosa.

Pero, además, esta energía nuclear, tan peligrosa y mortal para mucha población en caso de accidente, como ya se ha demostrado, tampoco es necesaria para la producción de energía eléctrica para el abastecimiento de la ciudadanía. Cada vez avanzan más las tecnologías alrededor de las energías renovables y con políticas decididas y firmes de ahorro energético y fomento de la eco-eficiencia en la producción se puede garantizar el funcionamiento de las estructuras productivas de los países al tiempo que se abandona tanto la energía nuclear como las industrias contaminantes y causantes del cambio climático. La energía solar, la biomasa, la eólica o la mareomotriz cada vez aportan y pueden aportar muchos más kWh en las redes de distribución eléctrica. No es cierto que los países desarrollados estén necesitados de emplear la energía nuclear para el mantenimiento de la calidad de vida de sus poblaciones. En algunos de ellos, como es el caso de España, lo que existe es un exceso de oferta de energía eléctrica que lleva, incluso, al mantenimiento otras centrales de producción eléctrica, como las de gas natural paradas mientras están a todo gas las centrales nucleares.

Además, la energía nuclear tiene un problema estructural no resuelto que es qué hacer con los residuos nucleares. No podemos olvidar que muchas toneladas, miles y miles, de residuos del combustible nuclear con alta radiactividad han sido lanzado a los océanos o llevados a países africanos como Somalia, por el alto coste de su tratamiento y su depósito seguro, teniendo en cuenta la larga duración de su actividad radiactiva. Estos residuos muy cancerígenos que, en el caso español, llegarán a ser de más de 12.000 m3 de volumen a lo largo de la vida útil de sus centrales nucleares, son una de las mejores razones para abandonar urgentemente esta industria innecesaria y peligrosa. No han encontrado ningún sistema para hacerlos inertes. En el mejor de los casos, la solución que se adopta es la construcción de un depósito de residuos que tiene unos costes económicos elevadísimos que vuelve a pagar la sociedad y que, en realidad, supone una concentración de alta radiactividad en un punto del territorio para miles de años.

No. No queremos la energía nuclear civil, como no queremos la existencia del armamento nuclear que nos amenaza a toda la humanidad. El mundo puede funcionar muy bien sin estos recursos tan peligrosos, que ya ha matado a mucha gente con su radiactividad, y que sería mucho más amable y pacífico, también mucho más justo, si las potencias se dedicarán a resolver los conflictos por la vía del consenso y de la solidaridad y olvidaran el salvaje recurso a la dominación militar.

Joan Francesc Peris, Portavoz y responsable del Área de Comunicación y Estrategias de Los Verdes.
* Crónica agradece al autor que comparta sus opiniones con nuestros lectores


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