Fundado en meses de experiencia negociadora, mi convicción es que el ministro de finanzas alemán quiere expulsar a Grecia de la moneda común para instalar el temor de Dios en los franceses y obligarles a aceptar su modelo de una Eurozona disciplinaria."
(*)Los griegos se estremecen con toda la razón ante la idea verse amputados de la unión monetaria. Salir de una moneda común no tiene nada que ver con un simple desacoplamiento, como el que hizo Gran Bretaña en 1992, cuando Norman Lamont cantó celebérrimamente de alegría en la ducha mañanera luego de que la libra esterlina abandonara el Mecanismo de Tasa de Cambio (ERM, por sus siglas en inglés). Y es que Grecia no tiene una moneda cuyo acoplamiento al euro pueda ser interrumpido. Tiene el euro: una moneda exterior plenamente administrada por un acreedor hostil a la reestructuración de la deuda insostenible de nuestra nación.
Para salir, tendríamos que crear de la nada una nueva moneda. En el Irak ocupado, la introducción de nuevo papel moneda llevó casi un año, unos 20 Boeing 747, la movilización de la potencia militar estadounidense, tres empresas de imprenta y centenares de camiones de gran tonelaje. A falta de una infraestructura así, el Grexit montaría tanto como anunciar una enorme devaluación con 18 meses de anticipación: una receta para la liquidación de todo el stock griego de capital y su transferencia al exterior por todos los medios disponibles.
Con un Grexit que venía a espolear el pánico bancario inducido por el BCE, nuestros intentos de volver a poner la reestructuración de la deuda sobre la mesa de negociaciones caían en oídos sordos. Una y otra vez se nos decía que eso era asunto para un indeterminado futuro que seguiría a la "culminación con éxito del programa": un estupendo Catch-22, porque el programa jamás podría culminar con éxito sin una reestructuración de la deuda
Este fin de semana se llega al clímax de las conversaciones, y mi sucesor, Euclides Tsakalotos, busca de nuevo poner el caballo por delante del carro: convencer a un Eurogrupo hostil de que la reestructuración de la deuda es una condición necesaria de la reforma con éxito de Grecia, no una recompensa ex post por haberlo conseguido. ¿Por qué resulta tan arduo entender algo tan obvio? Yo veo tres razones.
Para salir, tendríamos que crear de la nada una nueva moneda. En el Irak ocupado, la introducción de nuevo papel moneda llevó casi un año, unos 20 Boeing 747, la movilización de la potencia militar estadounidense, tres empresas de imprenta y centenares de camiones de gran tonelaje. A falta de una infraestructura así, el Grexit montaría tanto como anunciar una enorme devaluación con 18 meses de anticipación: una receta para la liquidación de todo el stock griego de capital y su transferencia al exterior por todos los medios disponibles.
Con un Grexit que venía a espolear el pánico bancario inducido por el BCE, nuestros intentos de volver a poner la reestructuración de la deuda sobre la mesa de negociaciones caían en oídos sordos. Una y otra vez se nos decía que eso era asunto para un indeterminado futuro que seguiría a la "culminación con éxito del programa": un estupendo Catch-22, porque el programa jamás podría culminar con éxito sin una reestructuración de la deuda
Este fin de semana se llega al clímax de las conversaciones, y mi sucesor, Euclides Tsakalotos, busca de nuevo poner el caballo por delante del carro: convencer a un Eurogrupo hostil de que la reestructuración de la deuda es una condición necesaria de la reforma con éxito de Grecia, no una recompensa ex post por haberlo conseguido. ¿Por qué resulta tan arduo entender algo tan obvio? Yo veo tres razones.
Europa no sabe como responder a la crisis financiera. ¿Debería prepararse para una expulsión (Grexit) o para una federación?
Una es que la inercia institucional es difícil de romper. Otra, que la deuda insostenible da a los acreedores un inmenso poder sobre los deudores, y el poder, como es harto sabido, corrompe al más pintado. Pero es la tercera la que a mí me parece más pertinente, y en realidad, la más interesante.
El euro es un híbrido entre régimen de tasa de cambio fija, como el ERM de los 80 o el patrón oro de los 30, y moneda estatal. El primero depende, para mantenerse unido, del miedo a la expulsión, mientras que la moneda estatal entraña mecanismos de reciclaje de excedentes entre los Estados miembros (por ejemplo, un presupuesto federal, bonos comunes). La Eurozona se halla en un punto intermedio entre ambos casos: es más que un régimen de tasa de cambio y es menos que un Estado.
Y hay fricción. Luego de la crisis de 2008/9, Europa no supo cómo responder. Tenía que prepararse a fondo para al menos una expulsión (es decir, para el Grexit) a fin de robustecer la disciplina? ¿O proceder, en cambio, a una federación? Hasta ahora no ha hecho ninguna de las dos cosas, y su angustia existencial no deja de crecer. Schäuble está convencido de que, tal y como están las cosas, necesita un Grexit para despejar el aire de una u otra forma. Y hete aquí que, de repente, una deuda pública griega permanentemente insostenible, de no existir la cual la perspectiva del Grexit se desvanecería, ha cobrado una nueva utilidad para Schäuble.
¿Qué quiero decir con esto? Fundado en meses de experiencia negociadora, mi convicción es que el ministro de finanzas alemán quiere expulsar a Grecia de la moneda común para instalar el temor de Dios en los franceses y obligarles a aceptar su modelo de una Eurozona disciplinaria.
Yanis Varoufakis, exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Fue recientemente profesor invitado en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su libro El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Una es que la inercia institucional es difícil de romper. Otra, que la deuda insostenible da a los acreedores un inmenso poder sobre los deudores, y el poder, como es harto sabido, corrompe al más pintado. Pero es la tercera la que a mí me parece más pertinente, y en realidad, la más interesante.
El euro es un híbrido entre régimen de tasa de cambio fija, como el ERM de los 80 o el patrón oro de los 30, y moneda estatal. El primero depende, para mantenerse unido, del miedo a la expulsión, mientras que la moneda estatal entraña mecanismos de reciclaje de excedentes entre los Estados miembros (por ejemplo, un presupuesto federal, bonos comunes). La Eurozona se halla en un punto intermedio entre ambos casos: es más que un régimen de tasa de cambio y es menos que un Estado.
Y hay fricción. Luego de la crisis de 2008/9, Europa no supo cómo responder. Tenía que prepararse a fondo para al menos una expulsión (es decir, para el Grexit) a fin de robustecer la disciplina? ¿O proceder, en cambio, a una federación? Hasta ahora no ha hecho ninguna de las dos cosas, y su angustia existencial no deja de crecer. Schäuble está convencido de que, tal y como están las cosas, necesita un Grexit para despejar el aire de una u otra forma. Y hete aquí que, de repente, una deuda pública griega permanentemente insostenible, de no existir la cual la perspectiva del Grexit se desvanecería, ha cobrado una nueva utilidad para Schäuble.
¿Qué quiero decir con esto? Fundado en meses de experiencia negociadora, mi convicción es que el ministro de finanzas alemán quiere expulsar a Grecia de la moneda común para instalar el temor de Dios en los franceses y obligarles a aceptar su modelo de una Eurozona disciplinaria.
Yanis Varoufakis, exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda, Syriza. Fue recientemente profesor invitado en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su libro El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.
Yanis Varoufakis. Economista, ex-ministro de economía del gobierno griego
(*)Fragmento de un artículo publicado el dia 12 de julio, un día antes de la reunión de la que surgió el acuerdo(?) que será llevado a los parlamentos. Hemos omitido la primera parte porque se refería a "la víspera".
Cap comentari: