La presunta deriva comunicativa de Felipe González puede sorprender, e incluso ofender, a algunos pero poco a las gentes de izquierda no reformista. Tiene sus precedentes claros: ¡Hay que ser socialista antes que marxista!, ¡OTAN de entrada, no!, o la necesidad del pacto PP–PSOE, pasando por los GAL o el experimento Garzón.
Pero es que comparar, ahora, el régimen venezolano con los regímenes golpistas de Pinochet o de Franco es la más brutal, odiosa, detestable y abyecta de las comparaciones.
Primero, porque Venezuela no es un régimen golpista sino democrático -al menos tan democrático como España, sino más. Y poner en duda las resoluciones de la justicia venezolana es un bumerán que en el peor de los casos se volverá contra el PSOE porque da carta de naturaleza a no cumplir las resoluciones de los jueces cuando sean injustas: cambio del artículo 135 de la Constitución por ejemplo o resoluciones de la cuadrilla de jueces del Constitucional.
Segundo, porque es una ofensa infame a los miles de asesinados -y sus familiares- por las dictaduras chilena y española, muchos de los cuales están aún en las cunetas españolas.
Vista, pues, la ideología real de este hombre de estado español tan internacional, no nos extrañan nada los análisis que nos advertían que su encumbramiento a la política española fue un plan diseñado por la CIA estadounidense con la ayuda de la Alemania de Willy Brandt para frenar que la izquierda española pudiera haber ganado las elecciones tras el franquismo.
Tampoco nos extraña nada que, en estos momentos tan delicados para la oligarquía financiera y para la monarquía borbónica, sea un balón de oxígeno para el PP de Rajoy que, como no podía ser de otra manera, lo jalea diariamente.
Por Toni Roderic, Presidente de Los Verdes.
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