Europa, Europa, Toni Roderic y Juan Manuel Román

¿Dios abrirá el Mediterráneo para que pasen los que huyen de la guerra?

ToniLas terribles imágenes que estos días circulan por las redes de Aylan Kurdi, el niño kurdo ahogado -o mejor dicho asesinado- en el Mediterráneo cuando huía con su familia de la guerra en Siria, han sido un aldabonazo en muchas conciencias. No por eso debemos olvidar que este año son ya 3.500 las personas que han muerto y que las imágenes en las estaciones y en las fronteras de Hungría y de los Balcanes son aterradoras y espeluznantes.
Mientras que tanta gente en Europa está dando un paso al frente solidario importantísimo, la vieja casta europea de los mercaderes -la "vieja raposa avarienta" de la que hablaba León Felipe– nos llena de indignación.
Estamos descompuestos ante la gran hipocresía de los líderes europeos -que recortaron, criminalmente, los presupuestos para tareas de salvamento-, que se reúnen en hoteles de lujo para seguir considerando esta tragedia como un problema policial, de ilegales y de orden público, cuando es un problema humanitario que han creado ellos, fundamentalmente, con sus desgraciadas intervenciones en Irak, Siria, Palestina y Libia, entre otras, más su política de explotación de las materias primas africanas, la venta de armas y los negocios sin escrúpulos. Unos líderes europeos que, en su insensibilidad, al margen de la ciudadanía, anuncian su próxima reunión para tratar esta masacre el próximo 14 de septiembre.
Ninguno de los líderes occidentales responsables de estas muertes -y de los asesinatos y muertes en los países en los cuales intervinieron ilegalmente- ha pagado penalmente por ellas, ni tan solo políticamente aunque tienen las manos manchadas de sangre inocente. Los parlamentarios europeos deberían ya denunciar ante el Tribunal Internacional de Derechos Humanos a los responsables de este genocidio que tienen nombres y apellidos muy claros: Bush, Blair, Aznar, Durao Barroso, Sarkozy…
Nos violenta, aún más, observar como un gobierno español bochornoso -que es capaz de cambiar la Constitución de un día para otro- se permite criticar las posibles ayudas al salvamento de náufragos por el "efecto llamada" dando un ejemplo claro de la podredumbre de sus entrañas y de su incumplimiento de la máxima cristiana -a pesar de su beatería malsana- de "amarás al prójimo como a ti mismo".
No comprendemos, tampoco, la impasibilidad del Dios de la Biblia que fue capaz de abrir las aguas del Mar Rojo para ayudar a los judíos en su huída de Egipto. No comprendemos que no sea capaz de hacerlo ahora en el Mediterráneo para que sirios, palestinos, iraquíes, libios y subsaharianos puedan hacerlo sin morir ahogados.
Europa ha demostrado, una vez más, con esta falta de solidaridad que es, únicamente, la Europa de los mercaderes. Ni es la Europa social ni la de las personas. No es por casualidad que las mercancías circulen libremente y las personas sean perseguidas, separadas con vallas, lesionadas con cuchillas, devueltas ilegalmente y dejadas morir ahogadas en nuestro mar de la civilización.
Y, para eso, no sé si nos viene a cuento pertenecer a ese club de matones insensibles, insolidarios y sanguinarios. El género humano nos merecemos algo mejor.