'Soy optimista. Creo
que nuestro país puede presenciar un tiempo de luz después de la larga
noche neoliberal. Pero para eso necesitamos, a mi juicio, audacia,
firmeza ideológica y el apoyo de la gente. Para esto último, que es lo
esencial, pido desde estas líneas y a la militancia un esfuerzo más,
para votar y para apoyarnos -y apoyarme- en esta última fase de la
asamblea'.
Entre el jueves y el domingo la militancia de Izquierda Unida está llamada a votar a la que será su nueva dirección para los próximos cuatro años. Este será un hito tan novedoso como importante. Novedoso porque es la primera vez que en la historia de la organización la militancia puede participar directamente, sin la intermediación de delegados. Es el resultado de una apuesta por la profundización de la democracia interna de la que nos sentimos muy orgullosos. Pero su importancia no radica en el método, sino en el contenido. La nueva dirección tendrá que gestionar la organización en un momento histórico para nuestro país en el que nos estamos jugando un nuevo orden social. En el que nos jugamos las condiciones de vida de las próximas generaciones.
Entre el jueves y el domingo la militancia de Izquierda Unida está llamada a votar a la que será su nueva dirección para los próximos cuatro años. Este será un hito tan novedoso como importante. Novedoso porque es la primera vez que en la historia de la organización la militancia puede participar directamente, sin la intermediación de delegados. Es el resultado de una apuesta por la profundización de la democracia interna de la que nos sentimos muy orgullosos. Pero su importancia no radica en el método, sino en el contenido. La nueva dirección tendrá que gestionar la organización en un momento histórico para nuestro país en el que nos estamos jugando un nuevo orden social. En el que nos jugamos las condiciones de vida de las próximas generaciones.
Por eso mismo he decidido encabezar una
de las tres candidaturas que se han presentado a esta XI Asamblea.
Quiero ser el coordinador de un proyecto que considero imprescindible en
la defensa de las clases populares. Nunca lo he ocultado: yo creo en el
socialismo, en un modelo de país con justicia social y libertad
republicana. No hablo de una utopía, sino del movimiento político que
nos ha permitido conquistar los derechos sociales, laborales y políticos
que hoy nos parecen naturales y con los que muchos de nosotros ya
nacimos. Esta es mi tradición política, mi brújula.
No obstante, en estos momentos esos derechos que nos parecen naturales
están amenazados. Nuestro país atraviesa por una grave crisis que tiene
nombres y apellidos, los de todas aquellas personas, mujeres y hombres,
que pierden su empleo o su vivienda, que se tienen que marchar del país,
que son esclavizados laboralmente o que carecen de recursos para vivir
dignamente. Mi objetivo es contribuir a construir las soluciones a esos
problemas, los de nuestra gente. Pero esa tarea nunca se afronta en
solitario sino que siempre se hace de forma colectiva. Por eso
necesitamos instrumentos y organizaciones, estrategias y tácticas. Por
eso me afilié a Izquierda Unida y por eso estoy dispuesto a asumir
nuevas responsabilidades en el presente contexto.
IU
acaba de cumplir treinta años. La casualidad ha hecho que mi
organización y yo seamos coetáneos, lo cual me hace, si cabe, más
consciente aún del hilo histórico de lucha que queremos recoger y
desplegar. IU nació como proyecto federal y socialista y en un contexto
de crítica profunda a la derechización del PSOE. Creo que las razones de
su fundación no sólo no han decaído sino que han crecido en
importancia. Hoy es más necesario que nunca el proyecto de la IU de
1986.
Ahora bien, hay un principio básico de la
biología que afirma que todo lo que no se regenera se degenera. Pienso
que puede ser aplicado a todo proceso humano, incluyendo el de las
organizaciones sociales y, obviamente, también a IU. Contra esa
degeneración hemos estado luchando los últimos años, y en esa
regeneración nos encontramos en el presente. Lo reconocemos, hemos
pasado por momentos muy duros en los que a veces parecía que la
ciudadanía nos daba la espalda. Supimos afrontar esa difícil situación y
decidimos seguir apostando por la coherencia ideológica y por un
proyecto político renovado. Hoy estamos en condiciones de afirmarlo: no
nos equivocamos.
Hemos conseguido volver a situar a
IU en el imaginario social, en la mente de la gente, y también en la
intervención social. Hemos conseguido construir confluencias que han
ganado ciudades y confluencias que aspiran ahora a gobernar el país.
Hemos conseguido que la gente vea a nuestra organización como un
instrumento útil, para la transformación social, con nuevos referentes y
con dirigentes que nunca se han doblegado o dejado domesticar. Es una
tarea colectiva, no individual.
Ahora queremos
continuar con ese proceso. Queremos una IU para un nuevo país, para lo
cual sabemos que necesitamos llevar a cabo dos cambios esenciales.
La primera, necesitamos una IU en el conflicto social. El
neoliberalismo y la crisis han modificado la fisonomía de nuestra
sociedad, cambiando la estructura de clases y llevando a la crisis
permanente a cada vez más sectores sociales. La IU que necesitamos tiene
que estar volcada en los conflictos sociales que emergen por todas
partes, pues es allí donde se genera subjetividad y donde las víctimas
del capitalismo aprendemos quién es el enemigo. Rechazamos una IU
burocratizada y que aspira a ser mera máquina electoral, esto es,
centrada exclusivamente en los momentos electorales y desconectada de la
praxis política. Nuestra organización es un instrumento y un medio para
la transformación política, no una empresa-marca y un fin en sí mismo
desde el que se piensa corporativamente.
La segunda,
necesitamos una IU para la ruptura democrática, es decir, para un
proceso constituyente dirigido por las clases populares. Eso supone
impugnar tanto el sistema económico como el régimen del 78, que está
agotado y en tentativo proceso de restauración. No queremos una IU para
ser la izquierda del régimen, o la cara amable de un capitalismo castizo
y de amiguetes en el que el mayor consuelo sea facilitar supuestos
gobiernos de izquierdas. Queremos una IU que entienda que esta fase
histórica del capitalismo debe resolverse con un modelo completamente
nuevo de relaciones políticas y sociales. La crisis es, entonces, una
oportunidad para cambiar el país desde su base social, no para mejorar
los porcentajes electorales.
Ambas cuestiones nos
diferencian ampliamente de las otras dos candidaturas presentadas en la
XI Asamblea de IU. En otras cuestiones encontramos acuerdos y
complicidades. Pero creemos que la ética política nos obliga a decir la
verdad, lo que pensamos, y también a disentir con los compañeros desde
la lealtad al proyecto colectivo.
Soy optimista. Creo
que nuestro país puede presenciar un tiempo de luz después de la larga
noche neoliberal. Pero para eso necesitamos, a mi juicio, audacia,
firmeza ideológica y el apoyo de la gente. Para esto último, que es lo
esencial, pido desde estas líneas y a la militancia un esfuerzo más,
para votar y para apoyarnos -y apoyarme- en esta última fase de la
asamblea.
Salud y República.
Alberto
Garzón, candidato de Unidad Popular -Izquierda Unida a la
Presidencia del Gobierno @agarzon *, siendo actualmente diputado y candidato a la Coordinación de Izquierda Unida.
*
Economista nacido en Logroño (1985) y criado en Andalucía. Máster en
Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de
Madrid y actualmente portavoz en las comisiones de Economía, Hacienda y
Presupuestos en el Congreso de los Diputados. Comprometido con la tesis
número 11 sobre Feuerbach, de Karl Marx. Luchando por construir la
unidad de una izquierda coherente, rigurosa, austera y responsable y que
sea capaz de sentar las bases de otro mundo posible y necesario.
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