'Este artículo critica una
concepción populista, generalizada en amplios sectores de las izquierdas
en este país, que asume que el conflicto central existente en el
capitalismo avanzado es entre el 99% de la población, por un lado, y el
1% superior de renta y propiedad en el país, por el otro. El artículo
señala los errores que esta concepción conlleva, y que tienen
consecuencias negativas para la estrategia de transformación y cambio
profundo en la sociedad'.
Una de las lecturas generalizadas de la
estructura social del capitalismo avanzado es que el 1% de la población
que tiene mayor propiedad de capital y tiene mayores rentas, es la nueva
clase dominante, tanto a nivel mundial como dentro de cada país. Tal 1%
se le considera constituido por los propietarios y gestores de las
compañías transnacionales pertenecientes a la economía productiva (donde
se realiza la producción y distribución de bienes y servicios) y/o a la
economía financiera (como las grandes entidades bancarias y las
compañías de seguros), que a través de su enorme influencia en las
instituciones políticas de carácter representativo y en los grandes
medios de información, ejercen un poder supuestamente omnipotente sobre
el resto de la población, es decir, sobre el 99% restante. Aparecen así
eslóganes, dentro de los movimientos sociales de sensibilidad
progresista, sobre la necesidad de movilizar el 99% de la población
frente al 1%. En EEUU, por ejemplo, el Movimiento Occupy Wall Street
hizo suyo el eslogan que el conflicto básico en EEUU era el que existía
entre el 99% de la población y el 1%. Y en España (incluyendo Catalunya)
han aparecido movimientos que utilizan el mismo eslogan o el mismo
principio, asumiendo que el conflicto es entre la gran mayoría de la
población, referida frecuentemente como el pueblo, contra este 1%.
Esta visión, sin embargo, es
extraordinariamente simplista y no ayuda a las propuestas de
transformación de la sociedad, pues no configura correctamente la
lectura del mapa estratégico que los movimientos sociales y políticos
transformadores deben realizar para separar los adversarios (es decir,
personas o grupos sociales que defienden intereses opuestos a los de los
agentes transformadores) de los aliados (personas que tienen intereses
semejantes y/o compatibles con los de las fuerzas transformadoras). Esta
distinción –adversario versus aliados- es clave, pues el proyecto
progresista requiere de una amplia alianza de fuerzas que representen a
la mayoría de la población, y muy en especial a las clases populares.
Pero tal mayoría no es, ni mucho menos, el 99%, pues hay al menos un 20%
de la población que está sirviendo al 1% en su función controladora y
reproductora de las relaciones de poder, y cuyos intereses están
íntimamente ligados al famoso 1%. Este 20% juega un papel clave en la
pervivencia del sistema de poder, donde el 1% superior controla los ejes
del poder económico y financiero, y desde ahí los ejes del poder
político y mediático.
La imagen del 99% frente al 1% no
refleja esta realidad y erróneamente asume la posible alianza de las
clases populares (que constituyen casi el 80% de la población) con este
20% que tiene intereses opuestos a los de las clases populares. De ahí
la necesidad de recuperar categorías científicas de la estructura social
-como clases sociales- que han sido abandonadas por “anticuadas”, y
cuyo abandono ha sido resultado del gran domino del 1% (es decir, de la
clase capitalista) sobre la sociedad, de manera que a mayor poder tiene
tal clase, menor es la aparición de tales términos en la narrativa del
discurso hegemónico de la sabiduría convencional.
La clase profesional (The professional class)
Un componente clave de este 20% de la
población es la clase compuesta por profesionales, la mayoría con
educación superior, que configura la sabiduría convencional del país y
que beneficia al 1%, puesto que, como he dicho en la sección anterior,
está a su servicio. Thomas Frank ha escrito un libro, Listen, Liberal
(Escucha, liberal), que define muy bien la naturaleza de esta clase
profesional, la cual ha configurado la cultura política y mediática del
país, definiendo lo que se considera “aceptable” y “respetable” y lo que
no lo es, confirmando la situación que habían ya adelantado, hace ya
años, con gran certeza Noam Chomsky y Edward S. Herman en su excelente
libro Manufacturing Consent (“Fabricando el consentimiento”).
Los componentes de esta clase proceden
en su gran mayoría de las clases medias de renta alta que han ido a los
colegios privados en España (con subsidios públicos) y a las
universidades de élite, tanto en España como en EEUU, y que trabajan
intelectualmente para hacer aceptable la distribución de poder en la
sociedad actual, basada en la supuesta meritocracia. Y, en su mayoría,
los miembros de esta clase comparten toda una serie de valores que
pueden definirse como liberales (en el sentido europeo de la palabra,
pues, en EEUU, la expresión liberal sirve para definir las
sensibilidades socialdemócratas, como la del actual candidato a la
presidencia, el senador Bernie Sanders. La falta de aclaración de esta
distinción por parte de los corresponsales de los medios de información
españoles crea unas enormes confusiones).
Estos valores liberales aparecen en las
diferentes dimensiones del quehacer público. En educación consideran la
educación privada mejor que la pública, pues permite la mejor expresión
de un elemento muy valorado por tal clase, que es la reproducción de una
distinción jerárquica y social. En España, el porcentaje de la
población que acude a la escuela privada (con subsidio público) es el
30% de la población, que incluye, además de la burguesía y pequeña
burguesía, predominantemente la clase media profesional.
Los dogmas de tal clase
En economía, tal clase social suele ser
la defensora del famoso “hombre económico” que, a través de su mano
invisible, permite la expresión de la libertad. Desfavorece políticas
públicas que tengan como objetivo la redistribución de los recursos por
considerarla irrelevante. Atribuye su posición en la jerarquía de poder
social al mérito de sus propias cualificaciones, y tiene un enorme
respeto y docilidad hacia el 1%, compitiendo por sus favores. El
componente gestor dentro del 1% procede en su mayor parte de esta clase.
Los directivos y gestores de las grandes empresas del país pertenecen a
esta clase.
En sanidad, favorece, de nuevo, como en
la educación, el sistema privado, por considerarlo más eficiente (en
contra, por cierto, de toda la evidencia existente, como muestro en mi
artículo “Las enormes limitaciones del modelo neoliberal: el caso de la
sanidad estadounidense”, Público, 22.03.16), y, aunque no se opone a la
responsabilidad pública de garantizar el acceso a la sanidad pública, ve
esta responsabilidad como asistencial y/o residual, favoreciendo el
aseguramiento sanitario privado (aunque con subsidios públicos),
enfatizando la responsabilidad individual en el mantenimiento de la
salud, y exigiendo una contribución en forma de pago por la utilización
de servicios, sobre todo para evitar el supuesto “abuso” en la
utilización del sistema sanitario público por parte de las “masas
populares”.
Gran parte de los aparatos de los
partidos conservadores (PP) y liberales (Ciudadanos y Convergència),
incluyendo socioliberales (sectores del aparato del PSOE), son un
ejemplo de este pensamiento. Cuidadores de su palabra, para respetar el
lenguaje políticamente correcto, se le escapan de vez en cuando sus
maneras elitistas y clasistas. Ejemplos claros de este comportamiento
son los fundadores y dirigentes de Ciudadanos, el partido que representa
mejor tal mentalidad y tal clase profesional. Las declaraciones del Sr.
Félix de Azúa –fundador de Ciudadanos- en referencia a la alcaldesa de
Barcelona, la Sra. Ada Colau, diciendo que en lugar de alcaldesa debería
estar trabajando en un puesto de venta de pescado en el mercado,
expresan claramente su menosprecio para tal tipo de trabajo, clasismo
enormemente prevalente en este grupo profesional. Su deseo de encajar en
el lenguaje políticamente correcto y su aspiración de distanciarse de
los iconos culturales e ideológicos (como la Iglesia Católica) de las
derechas tradicionales españolas (como el PP o Unión Democrática) les
convierten en la derecha laica liberal. Otro ejemplo de clasismo es su
frecuente referencia a la clase trabajadora como la “clase baja”,
expresión muy utilizada en la cultura política y mediática del país, que
constantemente define la estructura social de España (incluyendo
Catalunya) en clase alta, clase media y clase baja. Ver los discursos de
Albert Rivera como muestra de la utilización de tales términos.
El obstáculo mayor para el cambio es mucho más grande que el 1%
Este 20% significa uno de los mayores
obstáculos para que se realice un cambio sustancial progresista en este
país. Y ello se debe a que sus intereses, como he indicado
anteriormente, están claramente relacionados con los intereses del 1%.
Uno de los mejores ejemplos de ello es la polarización del Estado del
Bienestar por clase social en España. El sistema educativo, polarizado
por clase social, que ocurre en España (y muy acentuado en Catalunya),
con el 30% de la población infantil (perteneciente a esta clase
profesional en su mayoría) educándose en las escuelas privadas
(subvencionadas con fondos públicos), y el 70% educándose en las
escuelas públicas (con un coste por alumno más bajo que en la privada),
no puede, desde una visión progresista, defenderse y/o mantenerse, a lo
cual se opondrán, no solo el 1%, sino el 30% (que tiene un enorme
poder), grupo que apoyará al 1% con toda intensidad, pues sus beneficios
dependen de la reproducción del sistema en el que el 1% establece las
normas que hacen permisible esta polarización por clase social. Y ahí
está el error de algunos sectores, bien intencionados, pero
profundamente equivocados, de algunas fuerzas progresistas de este país.
Establecer una estrategia de cambio basado en este entendimiento de que
el conflicto de intereses es el 99% frente al 1%, es profundamente
errónea, pues este 20% ó 30% tiene intereses contrapuestos, más ligados
al 1% que no a los intereses de la mayoría de la población. De ahí su
error. Así de claro.
*
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad
Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
* Crónica agraeix al autor que compartixca els seus articles d'opinió amb els nostres lectors
Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
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