De
los imaginarios de lo popular frente a las élites dominantes
seguramente no haya uno más eficaz que el que universalizó Occupy Wall
Street: su "We are the 99%" es el equivalente a nuestro "los de arriba y
los de abajo" pero dejando claro que los de arriba son una ínfima
minoría, que los saqueados son la práctica totalidad de la sociedad. Que
es un conflicto entre élite y pueblo y que la dignidad de éste no puede
ser atacada si toma conciencia de sí como pueblo, como unidad política
legitimada para ejercer como tal el poder en una democracia,.
Uno de los instrumentos para conseguir la unidad de los de abajo (los
oprimidos) fue representarlo simbólicamente, generar identidades nuevas
que permitieran recoger la necesidad de justicia social, de derechos
humanos, de democracia. En la Asamblea Nacional francesa los
representantes de los derechos de los de abajo se sentaron a la
izquierda. Ya estaba.
Uno
de los hallazgos del 15M y de Podemos desde su nacimiento fue
identificar que vertebrar el conflicto en nuestra sociedad en torno a
izquierda y derecha se había convertido dos siglos después en regalar la
partida a las élites que habían logrado llevar esas identidades a una
especie de contienda religioso-deportiva: uno es de izquierdas o de
derechas en función de si su familia ha sido de izquierdas de toda la
vida ("de Felipe hasta la muerte", se decía en los 80) o de si
uno es religioso o siente fervor por los símbolos nacionales... cosas
que guardan escasísima relación con el origen de esas identidades.
Quienes me conocen saben que siempre me he ubicado en la izquierda ("la izquierda a la izquierda del PSOE" había que aclarar siempre).
Hubo
dos conversaciones que me hicieron ver la luz. Una con un buen hombre
de-derechas-de-toda-la vida; otra con mi amigo Jorge Caplan (un
leninista de pro).
El
buen hombre de derechas (que se sienta a mi lado en el fútbol) me
enseñó la marca que tenía en la espalda por un porrazo de la policía (a
las órdenes de Cristina Cifuentes, por cierto). Me explicó que el
porrazo había sido en la concentración del 25 de septiembre de 2012
("Rodea el Congreso"). Pensé que estaría por allí dando un paseo y sería
una víctima colateral. Pero me lo aclaró pronto: "Yo de esas cosas no entiendo mucho, pero ahí es donde estaba el pueblo y yo estoy donde está el pueblo". No se había hecho de izquierdas, no estaba pensando en eso: estaba con el pueblo, nada más. Nada menos.
Jorge
Caplan me comentaba lo escasa que es la apelación a la izquierda en los
textos de Lenin: sólo para criticar el infantilismo de las posiciones
cuyas vísceras vencen al análisis material. "Yo, como soy leninista,
nunca cito a Lenin ni digo que soy leninista: sé que hoy puede sumar
mucho lo que escribió Lenin... con la condición de que no sea necesaria
una suerte de conversión religiosa al leninismo o enterarse de que ese
señor no es la caricatura que nos ha llegado. Qué más me da: yo no
quiero que sean fans de un señor muerto ni que decidan que por fin son
del equipo colorado. Lo que quiero es que se unan por abajo para que
dejen de robarles". Su conclusión fue: "Yo soy populista a fuer de leninista".
Uno
de los debates que necesariamente tendrá que tener Podemos en esta fase
es quiénes son los que faltan. Incluso en el caso de que haya terceras
elecciones es necesario abordar ese debate y si realmente queremos un
proyecto de largo alcance tendrá que trascender no sólo de las
identidades previas (izquierda-derecha) sino también de los marcos
electorales. Los que faltan no son quienes se abstuvieron o
quienes votaron al PSOE: ese es un análisis imprescindible para un
proceso electoral, pero si ponemos las luces largas no se trata de
rascar votos de acá o de allá sino de conformar un sujeto político que
supere a los sujetos políticos que han dado lugar al turnismo, al saqueo
en nombre de la democracia.
Ese nuevo sujeto político (el pueblo,
salvo que alguien piense uno más eficaz en términos democráticos y
emancipadores) necesariamente tendrá consecuencias electorales
positivas, pero ahora por fin nos podremos permitir que los bueyes vayan
antes que el carro: si estamos diseñando un ejército regular es necesario evitar articularlo en torno a las categorías de la máquina electoral.
La
fase en la que entra Podemos es la de poder poner en marcha su
propuesta política original, incompatible en buena parte con las
urgencias electorales en las que hemos vivido todos desde 2014 y pese a
lo cual Podemos ha crecido y se ha implantado como el actor desde el que
necesariamente se construirá el cambio. Ahora, por fin, podemos construir pueblo
para que éste construya democracia. En ese pueblo cabrán ese buen
hombre de derechas de toda la vida y mi leninista amigo Jorge Caplan. Y
muchos más siempre que no se trate de convencer al buen hombre de que se
ha vuelto de izquierdas y que se tiene que emocionar con los símbolos
que nos han emocionado a muchos ni a Jorge Caplan de que ya no es
leninista.
Esa
será una de las bases del paso adelante que tiene que dar Podemos para
ser la herramienta que vertebre el futuro de nuestros pueblos, el futuro
de nuestro país. Adelante, pues.
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