Este artículo hace una
observación sobre el espectacular cambio del Banco Central Europeo, que
ha pasado de ser el mayor proponente de la bajada de salarios en Europa,
a proponer ahora su incremento. Es sorprendente que este cambio tan
radical haya tenido muy poca repercusión y visibilidad en los medios
españoles. El artículo critica al Banco Central Europeo por haber
tardado tanto en cambiar de postura, pues toda la evidencia científica,
fácilmente accesible, muestra que su propuesta de bajada de los salarios
ha tenido un impacto sumamente negativo, retrasando la recuperación
económica que, al menos en teoría, el Banco Central Europeo sostiene
como su objetivo.
A lo largo de mi larga vida académica he
visto con frecuencia que ideas que se consideraban radicales terminaban
por aceptarse tras algún tiempo, dependiendo el tiempo de respuesta de
la flexibilidad de las instituciones encargadas de actuar en las áreas
donde se presentaban las supuestamente radicales propuestas. En España,
debido al enorme conservadurismo y rigidez del establishment
financiero-político-mediático que gobierna el país, se necesita mucho
más tiempo para que tal establishment acepte propuestas que son de mero
sentido común, pero que son consideradas como demasiado radicales.
Algo está pasando hoy en Europa, en
algunas instituciones enormemente poderosas de carácter financiero, que
confirma lo que estoy diciendo. Me estoy refiriendo al reciente cambio
del Banco Central Europeo, que ha pasado de ser uno de los mayores
proponentes de que se reduzcan los salarios a apoyar tal incremento. Ni
que decir tiene que el Banco Central Europeo no ha explicado por qué
apoya esta medida ahora, y no antes, ni tampoco ha pedido disculpas por
el enorme daño que ha causado proponiendo (y en muchas ocasiones
imponiendo) bajadas salariales que era fácil de ver que, además de
dañinas, eran totalmente contraproducentes para alcanzar la recuperación
económica. Veamos los datos.
¿Qué ha pasado hasta ahora?
Estamos todavía saliendo de una de las
crisis más grandes que han ocurrido en España y en el resto de Europa,
definida como la Gran Recesión (que, en realidad, para millones de
españoles y europeos debería definirse como la Gran Depresión), en la
que, a pesar de lo que dice la sabiduría convencional, todavía estamos
estancados. La causa de esta Gran Recesión (o Gran Depresión) es
sumamente fácil de ver (y era, por lo tanto, igualmente fácil de
prevenir, como algunos así hicimos –tal como el lector puede ver en mi
libro Globalización económica, poder político y Estado del Bienestar,
publicado por Ariel Económica en el año 2000, siete años antes de que
comenzase la crisis). La causa más importante de la Gran Recesión fue la
aplicación de las políticas neoliberales iniciada a los dos lados del
Atlántico Norte en los años ochenta (con el presidente Reagan, seguido
por los gobiernos Bush, Clinton y Bush junior, en EEUU, por la Sra.
Thatcher y el Sr. Blair en el Reino Unido, y por el Sr. Schröder en
Alemania, entre otros), políticas que eran ni más ni menos que un ataque
frontal por parte del mundo del capital al mundo del trabajo,
promoviendo reformas laborales que tenían como objetivo reducir los
salarios, y llevando a cabo políticas de austeridad que intentaban
reducir o desmantelar el Estado del Bienestar, creando con ello una gran
inseguridad e inestabilidad entre la clase trabajadora, eje de las
clases populares.
El enorme descenso de los salarios como una de las causas de la Gran Recesión
Como era fácil de predecir, estas
políticas de reducción de los salarios y recortes del gasto público
crearon un enorme problema de demanda doméstica que afectó negativamente
al crecimiento económico (ver mi artículo “Marx llevaba bastante
razón”, Público, 01.08.16). El gran crecimiento del endeudamiento,
causado por la disminución de los salarios, aumentó el tamaño del
capital financiero, que al ver su rentabilidad disminuida en las
inversiones en la economía productiva (como consecuencia de la escasa
demanda), invirtió en la economía especulativa, creando burbujas que al
explotar determinaron la enorme crisis financiera. Los datos, fácilmente
obtenibles, muestran claramente los orígenes de tal crisis. Léanse mi
libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento
económico dominante (Anagrama, 2015) y lo verán. El hecho de que los
datos que avalan estas tesis sean fácilmente accesibles, sin embargo, no
quiere decir que sean fácilmente visibles en los principales medios de
información y persuasión, influenciados en su gran mayoría por el
capital financiero, que quiere decir la banca.
Todo el enorme sufrimiento causado por
la aplicación de estas políticas públicas, que han beneficiado única y
exclusivamente a sectores muy minoritarios de la población (el famoso
1%, que es la manera ahora de definir estos días a la clase capitalista,
es decir, a los propietarios y gestores de las grandes empresas
financieras, industriales y de servicios), era fácilmente previsible. Y
fue totalmente perjudicial para la gran mayoría de la población y
también, por cierto, para la equidad y eficiencia del sistema económico.
En contra de lo que sostiene el pensamiento económico neoliberal
dominante, la inequidad no favorece la eficiencia económica. Todo lo
contrario, la perjudica, como muestran los datos (ver mi último libro).
Cómo la sabiduría convencional
neoliberal está cambiando, sin admitir que las tesis que defendía son
insostenibles en base a la evidencia existente
Miren por donde, ahora, casi diez años
después de iniciarse la crisis, algunos de los mayores arquitectos de
las políticas promovidas por el establishment europeo -tales como el Sr.
Draghi, el presidente del Banco Central Europeo- han indicado que las
políticas monetarias –que incluyen imprimir más y más dinero- no han
sido suficientes para estimular la economía (lo cual es sumamente fácil
de entender, pues este dinero imprimido por el BCE no va a los que lo
necesitan, es decir, a los ciudadanos o a los Estados (excepto
indirectamente ahora, a través de los mercados secundarios), sino
primordialmente a los bancos y a las grandes empresas, que lo guardan o
utilizan para optimizar sus beneficios, sin que ello implique un
mejoramiento de la demanda doméstica). De ahí que el Sr. Draghi haya
recomendado que se suban los salarios, lo cual algunos, muy pocos,
habíamos sugerido desde que se inició la crisis, pues era fácil de ver
que el gran enlentecimiento del crecimiento económico era, en parte,
resultado del descenso de la demanda doméstica, consecuencia del
descenso salarial.
Pero hay otras intervenciones que
todavía no se han reconocido como necesarias, aunque les aseguro que lo
harán en los próximos años. Me estoy refiriendo a la masiva inversión
pública, con intención de crear empleo y estimular también la demanda
doméstica. A lo máximo a lo que el establishment europeo (las
instituciones que gobiernan la Eurozona) ha llegado ha sido al Plan
Juncker, que es un estímulo para que sea el capital privado el que
invierta, lo cual es dramáticamente insuficiente. Seguro que perderemos
un par de años más antes de que el establishment europeo se dé cuenta de
que tales inversiones son clave para la resolución de la Gran Recesión,
como fueron clave para la resolución de la Gran Depresión.
Comparando la sabiduría convencional en Europa con la existente en EEUU
En este sentido, es interesante ver lo
que está pasando en EEUU y compararlo con lo que está pasando en le
Unión Europea. La teatralidad de las elecciones en EEUU (que, debido, en
parte, a la figura atípica de Trump, ha centrado el debate en aquel
país) ha ignorado los análisis de los programas económicos y sociales de
los candidatos, que tienen diferencias pero también semejanzas, algunas
de ellas especialmente relevantes para el debate (o mejor dicho, no
debate) que ocurre en la UE. Me refiero a la coincidencia en los
programas de los dos partidos mayoritarios de priorizar las inversiones
públicas en la infraestructura física del país. Los dos partidos
proponen una masiva inversión pública para no solo mejorar una
estructura física muy olvidada en el país, sino también para crear buen
empleo, con puestos de trabajo bien pagados.
Así, la Sra. Clinton ha prometido
gastarse más de 270.000 millones de dólares (algo más de 240.000
millones de euros) en, además de mejorar el sistema educativo y el
acceso a tal sistema por parte de las clases populares, mejorar también
las infraestructuras del país (que incluyen carreteras, puertos,
transporte ferroviario, transformación energética, la estructura de
internet de alta velocidad, y otras que se consideran necesarias), y
cuyas deficiencias son, en parte, causa del enlentecimiento de la
productividad del país. Y el Sr. Trump ha prometido, predeciblemente,
gastarse el doble de lo que ha prometido la Sra. Clinton en la
infraestructura física.
El Sr. Trump, como era de prever, no
indica cómo lo financiará. La Sra. Clinton sí que lo hace: lo programa,
en parte, con un impuesto añadido de sociedades sobre las compañías
estadounidenses que tienen parte de su producción en el extranjero. Hoy
las políticas de apoyo a la globalización económica están desacreditadas
en EEUU, y se apoyan medidas que en la UE se definirían y denunciarían
como proteccionistas. Es interesante notar, en este aspecto, el cambio
de 180º que ha experimentado el Sr. Lawrence Summers, que fue en su día
el equivalente al Ministro de Fianzas del presidente Clinton (y
arquitecto de la desregulación financiera en EEUU, una de las causas de
la crisis financiera). De ser un gran entusiasta de la desregulación y
la movilidad de capitales, ha pasado a favorecer hoy la regulación,
siendo, a la vez, uno de los mayores defensores de la inversión pública
masiva. Y a aquellos conservadores y liberales que protestan por tal
incremento del gasto público, subrayando (como siempre hacen) que
estaríamos creando una deuda que recaería sobre nuestros hijos y nietos
(uno de los argumentos más utilizados por un gurú economista neoliberal
de gran visibilidad mediática en Catalunya, miembro del Consejo de
Gobierno del Banco de España), Summers responde indicando que sería
imperdonable no invertir para dejar a nuestros hijos y nietos una
infraestructura mucho mejor de la que hoy existe. Es más, por fin el Sr.
Summers reconoce que el gobierno federal puede pedir prestado tanto
dinero como quiera, a unos intereses bajísimos (un 1%), que serían más
que pagables, pues tales inversiones provocarían un crecimiento de la
productividad que originaría un aumento de un 3% de los ingresos al
Estado federal, lo que permitiría pagar fácilmente esta deuda.
Tal argumento aplica también, por
cierto, al Estado español y a sus CCAA. He indicado en repetidas
ocasiones que España tiene uno de los sistemas bancarios privados más
grandes, y uno de los sistemas bancarios públicos más pequeños en la
OCDE, el grupo de países más ricos del mundo capitalista desarrollado.
Sería de desear que ello se revertiera. Por paradójico que parezca, el
problema de España no es la falta de dinero, sino los canales privados
(la banca privada) en los que circula. Es probable que ello cambie,
sobre todo consecuencia de cambios en la cultura política y económica
del país, hoy extraordinariamente conservadora que ha estado dañando el
bienestar de las clases populares, y que está originando, como
respuesta, una protesta generalizada que terminará transformando este
país en caso de que las nuevas fuerzas políticas sean capaces de
canalizarla. Es extraordinario, en este sentido, lo que se ha conseguido
ya en un periodo muy corto. Pero los lentos cambios en la vía
parlamentaria deberían ir acompañados con amplias movilizaciones en
defensa de los intereses de las clases populares presionando para que se
realicen aquellos cambios necesarios. En realidad, el hecho de que el
BCE hoy pida un aumento de los salarios es una respuesta directa al
temor de que los movimientos de protesta (a los dos lados del espectro
político) se vayan expandiendo por todo el territorio europeo. Una vez
más, aparece claro el dicho de que detrás de todo cambio de política
económica, monetaria y/o financiera, hay cambios y presiones políticas.
Son las variables políticas las que determinan los fenómenos económicos,
y no al revés. Así de claro.
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
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