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La iglesia católica española y el general Franco por Vicenç Navarro

La visión que el establishment político-mediático conservador español tiene del papel que la Iglesia Católica Española (ICE) ha jugado en la historia reciente de España es que tal institución apoyó el golpe militar de 1938 como respuesta a la hostilidad expresada por la Segunda República hacia sus intereses, estableciendo un régimen autoritario del que fue distanciándose más tarde, facilitando por último el proceso de transición hacia un régimen democrático homologable a cualquier otro régimen democrático existente en la Europa Occidental. Tal visión es, en general, la que se enseña en el sistema educativo de este país.

El gran error de las fuerzas progresistas y democráticas es no haber denunciado la enorme falsedad de tal visión, siendo su campaña de recuperación de la memoria histórica un proyecto muy limitado, caracterizado por la moderación y el temor a enfrentarse a la ICE, que continúa teniendo un enorme poder en el diseño y formulación de la política educativa del país. No quisiera minimizar, por cierto, el impacto positivo que la recuperación de la memoria histórica ha tenido en muchos ámbitos del país. Su campaña, por ejemplo, para prohibir homenajear a figuras de aquel régimen, definido como meramente autoritario, ha sido valiosa para, al menos, diluir y, en muchas ocasiones, eliminar la visibilidad de figuras representativas de aquella dictadura. Pero incluso ahí, la permanencia de un mausoleo, el Valle de los Caídos, en honor de la figura del dictador muestra la enorme timidez en esta corrección del pasado.

La gran insuficiencia de las campañas de memoria histórica para corregir las falsedades existentes en la historia oficial del país

Hay que reconocer que no ha habido una actitud crítica y de denuncia del papel de la ICE (incluyendo, por cierto, la Iglesia Católica Catalana) en la historia reciente de este país. Ningún medio televisivo, público o privado, se ha centrado en corregir la enorme falsedad de la visión oficial del papel de dicha institución en nuestra sociedad. En primer lugar, nunca ha habido un programa que mostrara el apoyo que tal institución proporcionó a las fuerzas conservadoras responsables del enorme retraso cultural, político y económico que impusieron a las clases populares de este país, y que explica la gran hostilidad que la ICE generó entre estas clases durante la Segunda República, hostilidad que dicha Iglesia nunca se ha preguntado por qué existía. En segundo lugar, la ICE fue parte integrante del golpe militar (que interrumpió un proceso democrático) y del régimen dictatorial que tal golpe impuso y estableció. En realidad, la expresión según la cual “la ICE apoyó la dictadura” no define bien la relación entre la ICE y aquella dictadura. No es que la ICE apoyara el régimen dictatorial. Fue mucho más que apoyo, la ICE era parte esencial de aquel régimen. Los sacerdotes eran pagados por el Estado con fondos públicos, y los obispos eran nombrados por el dictador. Y, como parte de aquel Estado, cumplieron una función, incluyendo la represora.

El papel de la ICE en la represión


La Falange y la Iglesia jugaron un papel determinante en la denuncia y selección de las personas e instituciones republicanas brutalmente reprimidas (con especial atención a los maestros fieles a la República, incluyendo mis padres y familiares), represión ocultada y nunca mostrada por los mayores medios de información españoles (lo que engloba a los medios catalanes) del supuestamente régimen democrático actual. El nacionalcatolicismo (mezcla de un nacionalismo imperialista extremo de carácter étnico-racista, con un catolicismo sumamente reaccionario y opresivo) condenó al país a su enorme subdesarrollo cultural y social. De nuevo, como resultado de la enorme influencia de la ICE, no ha habido programas educativos para corregir la enormemente sesgada “historia oficial del país” sobre dicha institución.

Y esta función represora, basada en una completa y total dedicación de la ICE a la permanencia del régimen, continuó hasta el último día del régimen. Baste leer las declaraciones del cardenal Tarancón a raíz de la muerte del dictador, en las que, en un acto realizado en aquel momento, dijo: “creo que nadie dudará en reconocer aquí conmigo la absoluta entrega, la obsesión diaria, incluso, con la que Francisco Franco se entregó a trabajar por España, por el engrandecimiento espiritual y material de nuestro país, con olvido incluso de su propia vida” (citado por Juan José Tamayo en el artículo “El santo sepulcro del dictador”, publicado en El Periódico). Esto dicho en homenaje a uno de los dictadores que dirigió uno de los regímenes más represivos que hayan existido en la Europa Occidental del siglo XX. Como documentó en su día el principal experto en fascismo europeo, el entonces profesor Malefakis de la Columbia University de Nueva York, por cada asesinato político que cometió el régimen fascista italiano liderado por Mussolini, el régimen liderado por Franco cometió 10.000. Y en cuanto al supuesto “engrandecimiento” material, el régimen dictatorial fue responsable del enorme retraso económico y social del país (ver Navarro, V. El subdesarrollo social de España. Causas y consecuencias. Anagrama, 2006).

En realidad, la deificación del dictador fue una constante en el comportamiento de la ICE. Hasta el último día del régimen, el Caudillo entraba en las iglesias bajo palio, con los mismos honores que se daban al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, poniéndolo, como bien dice Juan José Tamayo, al mismo nivel que Dios. La ICE definió a tal personaje como “el dedo de Dios”, definición que fue ampliamente reproducida por los mayores medios de información durante la dictadura. Nada menos que Luis Martínez de Galinsoga, director de La Vanguardia, indicó que “La vida de Franco ha sido conducida por el dedo de Dios”, y las monedas españolas llevaban la imagen del dictador rodeado de un laurel en el que estaba escrito “Caudillo por la gracia de Dios”, mostrando la gran complicidad entre la Iglesia y el sistema financiero de este país.

Y la historia continúa

 Debería ser obvio que una de las principales causas del retraso en la denuncia de la falsificada historia de nuestro país es precisamente el gran poder que la ICE continúa teniendo en España. La ICE ha sido una de las instituciones que más se han opuesto a sacar al dictador de su monumento: el Valle de los Caídos. Y ahora que, por fin, cuarenta años después de que se iniciara la democracia, se intenta así hacerlo, la vicepresidenta del gobierno español se ha tenido que desplazar al Vaticano para solicitar ayuda a las máximas autoridades de la Iglesia Católica para que permitieran el desplazamiento del dictador a un lugar donde no continúe teniendo gran prominencia, evitando así que sea enterrado nada menos que en la catedral de la capital del Reino, Madrid, como desean sus familiares. El argumento que la ICE está utilizando es que en términos morales, y según los principios de la religión católica, no se puede negar su entierro en el panteón que la familia del dictador compró. Tal respuesta, como bien dice Juan José Tamayo, carece de credibilidad: la Iglesia constantemente expulsa a las personas divorciadas, a las mujeres que han cometido aborto, y un largo etcétera. La mera coherencia exigiría expulsar al responsable del régimen que asesinó a más españoles en el siglo XX. Pero ello requiere que la ICE reconozca y admita que esto es lo que fue aquel personaje, caudillo de un régimen del cual tal institución (la ICE) fue una pieza clave.

Entiendo que haya personas religiosas católicas que pidan que la Iglesia Católica pida perdón al pueblo español por el daño tremendo que ha causado a las clases populares de este país. No soy contrario a ello, pero lo veo improbable y poco significante. La Iglesia Católica ha mostrado ya a lo largo de su historia escasa sensibilidad moral y democrática. En realidad, debería ser denunciada por el papel central que tuvo en aquel régimen dictatorial. Y habría que pedirle al papa Francisco, el papa “progre” de los “cristianos progres”, que haga algo, y denunciara lo que la Iglesia ha hecho en este país. Pero tampoco creo que ocurra. La falta de moralidad de la Iglesia Católica es la tónica que define su historia en España.

Una última observación. En el término ICE incluyo predominantemente a las autoridades eclesiásticas de tal institución y no a la gente normal y corriente que es creyente y de la cual hay de todos los colores políticos, aun cuando dominan numéricamente las sensibilidades conservadoras. A todas ellas las animaría a que se rebelaran frente a tales autoridades, las cuales han dado amplias muestras de una gran falta de vocación democrática y excesivo apego a sus intereses corporativistas, en contra de los intereses de la mayoría de la población. Por el bien del país, por favor, háganlo.


Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra
* Crónica agradece al autor que comparta sus opiniones con nuestros lectores.


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