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El veto por Juan Torres

Cuando Pablo Iglesias denunciaba el sábado en el mitin de Sevilla que había sido vetado en Canal Sur, el auditorio se venía abajo. Los cerca de 4.000 seguidores aplaudían enfervorecidos. ‘¡¡PSOE, PP, la misma mierda es!!’ Todo encajaba: los de la casta habían vuelto a hacer de las suyas, en esta ocasión prohibiendo que la cadena pública andaluza entrevistase al líder de Podemos. Ahí estaba de nuevo una prueba de cómo es Podemos y cómo son los demás, a quienes no les importa prohibir, mentir, vetar con tal de alcanzar o conservar el poder. Nada como un relato redondo de buenos y malos para que los auditorios se vengan abajo.

Pero el relato comenzó a agrietarse casi inmediatamente después de ser enunciado entre vítores por Iglesias. Canal Sur inundaba las redes sociales de detalles, explicaciones, desmentidos, exigencias de rectificación… mientras que Podemos guardaba silencio. La versión de los hechos que había ofrecido Iglesias a los suyos era imposible de sostener. No había sido pactada ninguna entrevista con Podemos que luego fuera vetada por una llamada de la presidenta Susana Díaz a Canal Sur en la cual habría transmitido a la cadena que en “su televisión no se entrevistaba al de la coleta”, que fueron las palabras trasladadas por Pablo Iglesias a sus fieles.

La historia que Iglesias había contado en el mitin era una buena historia, pero tenía el problema de que era una historia falsa. No es improbable que al líder de Podemos su gente le trasladara una información incorrecta: los subordinados suelen tener una fuerte inclinación a decirle al jefe aquello que este quiere oír. Pudo ocurrir eso sin duda.

Pero lo que sin duda ocurrió es que miles de personas en el palacio de congresos y muchas decenas de miles más en todo el país creyeron y siguen creyendo 72 horas después del mitin que Canal Sur vetó a Iglesias. Hubo abucheos y burlas para unos profesionales que habían hecho bien su trabajo. Quien no había hecho bien su trabajo era Pablo Iglesias. Ni lo había hecho entonces ni lo está haciendo ahora.
A Iglesias le toca disculparse. Y no por Twitter. Le corresponde disculparse en persona, grabar esa disculpa y difundirla en la red. Puede no hacerlo, claro está. Puede escudarse en sus colaboradores y rebuscar argumentos para justificar su injusta –e infundada– acusación. Puede hacer todo eso pero entonces tendrá que explicarnos cuál es la diferencia entre su conducta y la de aquellos a quienes tanto zahiere, cual es la diferencia entre Podemos y la casta, entre alguien como él y alguien como su compañero en la Eurocámara Miguel Arias Cañete, a cuyo machismo redomado costó Dios y ayuda arrancarle una tibia disculpa ¡casi una semana después de que se pusiera estupendo con Elena Valenciano! A Iglesias todavía le quedan cuatro días para demostrar que cuando se equivoca no se esconde y que es capaz de administrar su soberbia mucho mejor que Cañete supo administrar su machismo.

* Juan Torres es economista y Catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla
* Crónica agradece al autor que comparta cotidianamente sus artículos de opinión con nuestros lectores.

Pablo Iglesias en el mitin de Sevilla
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