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Repita conmigo, señora Aguirre: ustedes violan derechos humanos por Beatriz Gimeno

No me gustó nada el supuesto debate entre Pablo Iglesias y Esperanza Aguirre el pasado sábado en La Sexta Noche. Afortunadamente, unos días después fue el propio Pablo Iglesias el que dijo en la misma cadena que a él tampoco le gustó. Creo que se enredó y que, aun así, salió vivo del envite. Aguirre también salió viva, eso es lo malo. Aunque no creo que ni Aguirre ni Pablo Iglesias atrajeran a su bando a nadie que no estuviera previamente convencido, lo cierto es que hay que romper ya, como sea, con estos debates en los que el PP consigue no debatir de nada de lo que interesa pero, en cambio, impone sus marcos morales e ideológicos. Por más sorprendente que nos parezca a estas alturas, sus marcos morales se reducen a ETA y Venezuela. Lo de ETA es más o menos esperable (al fin y al cabo, la hemos sufrido de manera dolorosa), pero lo de Venezuela espero que alguien en alguna universidad haga un estudio. Si George Lakoff conociera los argumentos del PP en lugar de su famoso libro No pienses en un elefante, escribiría “No cites a Venezuela”, o algo así. Por mi parte, tengo un amigo venezolano que no da crédito.

De todas formas, es difícil enfrentarse vestido sólo con el sentido común a alguien, como Aguirre que miente sin ningún tipo de ética pero que argumenta bien porque –si no lo dijo Goebbels seguro que lo pensaba- lo cierto es que cualquier mentira que se afirme enfáticamente desde posiciones de fuerza o de poder es escuchada con atención. La gente escucha y, en general, cree o no cree lo que escucha según sus propios marcos interpretativos; la gente no va a comprobar los datos dichos en un debate. Por eso los debates políticos actuales no son tales. No hay debate, sino un intercambio de frases que van de uno a otro lado y cada uno o una cree a los suyos. Luego hay una parte o un pequeño número de gente que puede dudar de lo que escuche porque tenga otras evidencias (los españoles tenemos la situación real de nuestras propias vidas como evidencia), y es ahí donde todo depende de cómo se manejen otros recursos para convencer a la audiencia. Entre estos, el de mentir sin ningún tipo de escrúpulo, recurso en el que Esperanza Aguirre es maestra.

Y dicho todo esto, aunque no creo que Aguirre lea esta columna, y aunque yo estoy sentada en mi casa y frente a la televisión y no debatiendo con ella en persona,  tengo la imperiosa necesidad de decirle una cosa que a mí me importa especialmente: “Repita conmigo, señora Aguirre, la sanidad ya no es universal”. Ustedes la han convertido en un privilegio para unos pocos; no me cuente historias de que lo que importa es que sea universal y no cómo funcione.  Precisamente porque la han privatizado, nuestra antigua sanidad pública de una calidad envidiable, ahora es de mala calidad y ya no es universal.

No sólo porque se han quedado fuera cientos de miles de personas que viven entre nosotros, que trabajan aquí, que han contribuido a sostenerla, y que fueron expulsadas del sistema de un plumazo; no sólo por eso. Los demás vamos siendo poco a poco expulsados también de una manera u otra: unos hacia seguros privados y otros hacia una vida sin un derecho humano esencial. ¿De qué sirve, por ejemplo,  que te trate un médico de atención primaria si los medicamentos que curan no puedes permitírtelos? ¿Qué sanidad es esa que te dice el nombre de la cura pero su precio te niega el acceso a la misma? Hay millones de personas que no pueden comprarse sus medicinas, muchos de ellos y ellas personas ancianas que han trabajado toda su vida y pagado sus impuestos para que ahora se vean, en su vejez, enfermos y sin remedio posible.

En Elche hay una señora, Bienvenida Gil,  en huelga de hambre frente al Ayuntamiento. Según informa Elchedigital.es, Gil se encuentra desempleada desde hace años y lleva más de diez meses sin recibir ningún tipo de prestación social. Por ello,no puede sufragar los más de 200 euros que cuestan mensualmente los medicamentos para tratar las diversas enfermedades crónicas que padece, entre las cuales se cuentan el asma, la trombofilia, la fibromialgia y la esteatosis hepática. Ante la situación y preguntada la alcaldesa del PP por el asunto, ésta parece ser que ya ha pronunciado las palabras de rigor en estos casos: “Déjeme en paz, me importa un pito, a mí me la refanfinfla” o, directamente, “que se jodan”.

Lo único que garantiza la universalidad de la sanidad es que ésta sea pública, así que, señora Aguirre, usted no cuenta más que mentiras. Repita conmigo señora Aguirre: los derechos políticos (incluso los de los venezolanos) son derechos humanos muy importantes que defendemos con el mismo ardor que usted, pero además, tener casa es un derecho humano,  tener un salario digno es un derecho humano, tener acceso a la educación es un derecho humano… y tener acceso a una sanidad de calidad es un derecho humano que ustedes nos están arrebatando. Su partido legisla pues violando derechos humanos.

Cuando quiera podemos debatir que es lo que usted considera derechos humanos y qué son los derechos humanos según la Declaración Internacional de los mismos.


Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)

* Crónica agradece a la autora su decisión de compartir sus artículos con nuestros lectores

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