En contra de lo que se podría deducir
leyendo las noticias y la prensa económica de nuestro país, las causas
de la mayor crisis financiera y económica que se haya conocido en los
últimos treinta años a los dos lados del Atlántico Norte (conocida como
la Gran Recesión), y que ha tenido consecuencias particularmente
negativas en España (y también en Grecia y Portugal), son fáciles de
ver. Y el hecho de que no se hayan visto antes era porque los
economistas y analistas del establishment político-mediático del país no
miraban dónde se cocía la crisis, es decir, no miraban en el lugar
adecuado, esto es, en la distribución de las rentas del país y en el
enorme crecimiento de las desigualdades de renta y de propiedad en la
mayoría de los países a los dos lados del Atlántico Norte, que causaron
la crisis.
El crecimiento de las desigualdades
Las rentas de un país pueden derivar del
trabajo o pueden derivar de la propiedad del capital (es decir, de la
propiedad que genera rentas). Durante lo que se llama la “época dorada
del capitalismo” (1945-1980), las rentas del trabajo significaban, en
general, entre un 70% y un 75% de las rentas totales de un país, y las
rentas del capital representaban aproximadamente entre un 25% y un 30%
de todas las rentas.
Las reformas neoliberales iniciadas a
principios de la década de los años ochenta por el Presidente Reagan en
EEUU y antes, a finales de los años setenta, por la Sra. Thatcher en el
Reino Unido, y que fueron reproducidas más tarde por la Tercera Vía (el
Sr. Blair en el Reino Unido y el Sr. Schröder en Alemania) dentro de la
socialdemocracia, redujeron significativamente las rentas del trabajo, a
costa de que subieran las rentas del capital. Los datos hablan por sí
mismos. Al terminar los años setenta del siglo XX, antes de que se
iniciaran las reformas neoliberales, las rentas del trabajo
representaban un 72,9% de todas las rentas en los países que más tarde
se constituirían en los países de la UE-15 (el grupo de países más ricos
de la UE); un 70,4% en Alemania; un 74,3% en Francia; un 72,2% en
Italia; un 74,3% en el Reino Unido; un 70% en EEUU; y un 72,4% en
España. Estos porcentajes bajaron muy significativamente a partir de los
años 80, de manera que en el año 2012 habían descendido a 66,5% en los
países de la UE-15; un 65,2% en Alemania; un 68,2% en Francia; un 64,4%
en Italia; un 72,7% en el Reino Unido; un 63,6% en EEUU; y un 58,4% en
España. Y ahí está la raíz del problema (ver mi reciente libro Ataque a
la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico
dominante. Anagrama, 2015).
Este descenso de las rentas del trabajo
tuvo un efecto devastador en la demanda doméstica en cada uno de estos
países, puesto que tal demanda procede en su mayoría de las rentas del
trabajo, de manera que al bajar estas rentas, bajaron también el consumo
y la demanda doméstica, disminuyendo el estímulo económico y, con ello,
generándose un decrecimiento económico y una destrucción de empleo (con
el consiguiente aumento de la tasa de desempleo y el descenso de la
tasa de ocupación). Y, repito, ahí está la raíz del problema. En los
países donde estas rentas del trabajo bajaron más, como en España (en
2015, las rentas del trabajo llegaron a ser tan bajas como un 51,2% de
todas las rentas), la crisis fue mayor.
¿Por qué la crisis no comenzó antes?
Es importante señalar que este descenso
de la demanda doméstica fue ocurriendo paulatinamente, y su efecto
negativo no apareció tan rápidamente como hubiera ocurrido si no hubiera
sido por dos eventos que retrasaron la aparición de la crisis. Uno fue
en Europa, y fue la unión de Alemania, la cual generó un enorme aumento
del gasto público en aquel país (pasando el país de estar en superávit
–un 0,1% del PIB- a un déficit de un 3,4%) en su intento de estimular la
economía de la Alemania del este (cuyo PIB per cápita era mucho menor
que el existente en la Alemania occidental), estímulo que afectó la
demanda no solo en toda Alemania, sino en toda Europa, como consecuencia
de la centralidad de la economía alemana dentro de la economía europea.
Y el otro hecho que aminoró el impacto
negativo del descenso de las rentas del trabajo (como porcentaje de las
rentas totales del país) sobre la demanda doméstica fue el
endeudamiento. Las familias se tuvieron que endeudar para mantener su
nivel de vida. Este endeudamiento explica el gran crecimiento de la
banca, que fue mayor en aquellos países donde las rentas del trabajo
habían bajado más y donde la población tenía mayor necesidad de
endeudarse, como fue el caso de España. En realidad, nuestro país tiene
un sector bancario hipertrofiado, tres veces mayor (proporcionalmente)
que en EEUU.
Este crecimiento del endeudamiento
disminuyó y retrasó el impacto negativo que la disminución de las rentas
del trabajo hubiera tenido en el consumo y, por lo tanto, en la demanda
doméstica. Retrasarlo, sin embargo, no es lo mismo que eliminarlo. En
realidad, el descenso del crecimiento económico continuó, pero no tanto
como hubiera descendido si el endeudamiento no hubiera permitido
continuar el consumo, aunque este fuera a menos año tras año.
Consecuencia de ello es que las inversiones financieras bajaron su
rentabilidad en el sector de la economía productiva, es decir, donde se
producen los bienes y servicios que la población consume. De ahí que el
capital financiero (predominantemente la banca) invirtiera, en lugar de
en la economía productiva (en donde se producen los bienes de consumo)
en la economía especulativa, en la cual el sector inmobiliario era
particularmente beneficioso. Estas inversiones especulativas fueron
responsables de las burbujas. Y entre ellas, en España, hubo la burbuja
inmobiliaria que consumió una enorme cantidad de recursos y que cuando
explotó creó la enorme crisis financiera. De ahí que cuando estas
burbujas inmobiliarias explotaron (haciéndolo primero en EEUU, pero
expandiéndose a Europa enseguida) crearon un gravísimo problema al
sistema bancario europeo, y muy en particular al español. Y así comenzó
la crisis financiera que estaba basada en la crisis económica, resultado
del enorme crecimiento de las desigualdades sociales, con el descenso
de las rentas del trabajo, a costa del aumento de las rentas del
capital.
¿Por qué los recortes?
Cuando la economía estaba bajo el efecto
de la burbuja inmobiliaria, se creó una falsa sensación de bonanza que
se tradujo en la conocida frase del presidente Aznar de que “España iba
bien”, a lo cual el presidente Pujol en Catalunya añadía que “Catalunya
incluso iba mejor”. Los gobiernos españoles respondieron a esta falsa
bonanza con la reducción de los impuestos, lo cual creó un agujero en
las arcas del Estado de 27.000 millones de euros (consecuencia de la
bajada de impuestos del gobierno Zapatero). Cuando la burbuja
inmobiliaria explotó, se hizo patente el tamaño del agujero, forzando la
necesidad de reducir el gasto público (mediante los recortes en los
servicios y transferencias públicos del Estado del Bienestar) para
llenar tal agujero.
Estos recortes de gasto público social
para reducir el déficit, junto con la reducción de los salarios causada
por las reformas laborales del gobierno Zapatero y del gobierno Rajoy,
crearon el colapso de la demanda doméstica (que se había gestado desde
los años 80), creando la Gran Recesión. Tales políticas neoliberales
fueron promovidas e impuestas (y digo impuestas, pues no estaban en los
programas electorales de los partidos gobernantes, PSOE, PP y CiU) por
la Troika (el FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) y el
Eurogrupo, y han creado una enorme crisis, no solo económica y
financiera, sino también social, afectando negativamente al bienestar de
las poblaciones de los países de la Eurozona, y muy en particular de
las clases populares de los países del sur de Europa, incluyendo España.
¿Qué debería hacerse?
Es obvio que lo que debería hacerse es
revertir los recortes del gasto público, expandiéndolo para estimular la
economía y aumentar los salarios y el porcentaje de la población
ocupada para así estimular la demanda doméstica y generar el crecimiento
económico, enfatizando, a la vez, un cambio en el sistema productivo,
estableciendo una economía basada en las energías renovables,
expandiendo la infraestructura social del país (muy poco desarrollada
debido a la enorme subfinanciación del Estado del Bienestar en España) y
la infraestructura física y tecnológica, excesivamente orientada hacia
las rentas superiores, y poco a la mayoría de la población. Tales
expansiones pueden financiarse fácilmente a base de una corrección muy
marcada del sistema tributario del país, en el cual, mientras los
asalariados que derivan sus rentas del trabajo pagan impuestos que
representan aproximadamente el 78% de lo que pagan sus homólogos de la
UE-15, los que derivan sus rentas de la propiedad del capital pagan solo
nominalmente el 20% de lo que pagan sus homólogos en aquella comunidad.
En realidad, pagan incluso menos, el 8%. Otra fuente de ingresos seria
la corrección del excesivo fraude fiscal, muy centrado en tres grupos:
las grandes fortunas, la banca y las grandes empresas que facturan más
de 150 millones de euros al año, y que representan solo el 0,12% de
todas las empresas.
Tales medidas no son utópicas, como constantemente las definen las derechas
En realidad, estas medidas propuestas
por el programa económico de Unidos Podemos se han llevado a cabo en
ocasiones anteriores en otros países. La Gran Depresión a principios del
siglo XX se resolvió en EEUU con un enorme crecimiento del gasto
público –el New Deal- y un crecimiento de los salarios, estimulado por
el apoyo que la administración Roosevelt dio a la sindicalización de la
fuerza laboral. Y un tanto semejante ocurrió en Europa al terminar la II
Guerra Mundial, cuando el estado de las economías era precario. Se
salió de él mediante una gran expansión del gasto público (incluyendo el
social, con el establecimiento del Estado del Bienestar en los países
de la Europa occidental), estimulada en parte por el Plan Marshall. Y
ahora, cuando para millones de españoles y de europeos la situación es
desesperada, estando en situaciones semejantes a la Gran Depresión, los
gobiernos españoles (incluyendo el catalán) y el establishment
financiero-económico y político que gobierna la UE y la Eurozona, están
aplicando los primeros (los gobiernos nacionales) y proponiendo los
segundos (las instituciones que gobiernan la Eurozona) medidas
precisamente opuestas a las que deberían aplicarse, continuando con unas
políticas que han mostrado claramente que conducen a España y a los
otros países de la Eurozona a un desastre. La explicación para que
continúen tales políticas aparece en los datos. Las rentas del trabajo
han descendido para que pudieran subir las rentas del capital. Nunca
estas últimas habían sido tan elevadas como porcentaje de todas las
rentas. En España, hecho desconocido antes en la UE-15, las rentas del
capital han alcanzado a ser casi la mitad de todas las rentas del país. Y
dentro de ellas, las rentas del capital financiero, como la banca,
nunca habían sido tan elevadas. Mientras que para la mayoría de la
población tales políticas han sido nefastas, para una minoría han sido
muy, pero que muy beneficiosas. Ello es consecuencia de que los
propietarios de capital tienen mucha más influencia sobre las
instituciones llamadas representativas y sobre los grandes medios de
información que no aquellos que obtienen sus rentas a partir del
trabajo.
¿Quién está proponiendo esta reversión de políticas en España?
En el panorama político español, los
partidos conservadores y liberales (como el PP y CiU) que han gobernado
España tienen la mayor responsabilidad en la aplicación de las políticas
neoliberales que han dañado tanto el bienestar de la población y la
eficiencia del quehacer económico. Y es lamentable que el partido
llamado socialdemócrata (el PSOE) fuera precisamente el que iniciara
tales políticas, como la reforma laboral del 2010 y los recortes que
fueron expandidos notablemente por los gobiernos del Partido Popular en
España y por CiU en Catalunya. El partido Ciudadanos, que pertenece a la
misma familia política que Convergència Democrática de Catalunya (CDC),
aplaudió y aprobó tanto las reformas laborales del 2010 y del 2012,
como los recortes que seguían el libro de recetas de la ortodoxia
liberal.
Las únicas fuerzas a nivel estatal que
se oponen a tales políticas son los componentes de la coalición Unidos
Podemos, que incluye además de Podemos e IU, otros partidos (En Comú
Podem, En Marea, Compromís o Units Podem Més), los cuales han propuesto
la reversión de las políticas neoliberales que han causado tanto daño a
la mayoría de la población, proponiendo un cambio sustancial en la
política económica del país, basado en medidas ya conocidas y
experimentadas en otros países y en otros momentos históricos, y que
tienen como componentes esenciales los puntos descritos en uno de los
párrafos anteriores. En la preparación de su propuesta económica, han
participado conocidos economistas españoles, catedráticos de Políticas
Públicas y/o Economía de varios centros docentes españoles y
extranjeros, como Thomas Piketty de la Universidad de Paris; James
Galbraith de la Universidad de Texas, EEUU; Robert Pollin, de la
Universidad de Massachusetts, asesor del Presidente Obama; Lourdes
Benería, de la Universidad de Cornell; y Ann Pettifor, asesora de Jeremy
Corbyn del Partido Laborista británico. Dicha propuesta económica ha
sido apoyada por más de 177 expertos nacionales y extranjeros de
conocido prestigio en las distintas áreas del programa económico (ver el
documento).
Sí que se pueden aplicar tales políticas
Ni que decir tiene que las propuestas
hechas por el programa económico de Unidos Podemos han creado una enorme
hostilidad, especialmente aguda en los fórums próximos al capital
financiero, uno de los agentes más responsables de la crisis financiera,
agentes que promueven el dogma neoliberal a favor de un no
intervencionismo estatal, alertando de la imposibilidad de expandir el
gasto público en la medida que la coalición Unidos Podemos propone. Es
importante subrayar la contradicción e incoherencia que supone que la
banca en este país, beneficiaria del mayor acto de “beneficencia” del
Estado, a través de su rescate público, se oponga ahora, mediante los
medios y fórums que controla, a que haya un incremento del gasto público
para rescatar la economía y a la población que sufre las consecuencias
de las políticas neoliberales que la banca ha propuesto. Esta
incoherencia (que podría llamarse hipocresía) alcanza niveles
elevadísimos cuando portavoces del Banco de España (que es en realidad
un lobby de la banca) están exigiendo bajadas de los salarios, de la
protección social, de las transferencias públicas, y recortes del gasto
público social, y a la vez piden y obtienen unas enormes cantidades de
fondos para salvar la banca, resistiéndose ahora a que sean las
autoridades públicas las que gobiernen tales instituciones rescatadas,
pidiendo que se les devuelva lo que ahora no es suyo.
Uno de los argumentos que tanto sectores
de derechas como de algunas voces de izquierdas utilizan para criticar
tal programa económico de Unidos Podemos es que las propuestas que esta
coalición hace no pueden realizarse hoy en la Eurozona, pues las
instituciones que la gobiernan, comenzando por la Troika, no lo
permitirían. Tales voces citan lo que le ocurrió al gobierno Syriza, en
Grecia, como ejemplo de que tal gobierno no pudo hacer lo que estaba en
su programa, y por lo tanto, Unidos Podemos tampoco podrían llevarlo a
cabo. Es una manipulación constante, que hacen las derechas en este
país, presentar lo que pasa en Grecia como ejemplo de lo que pasaría en
España si gobernara Unidos Podemos. La gran crisis que está teniendo
lugar en Grecia se debe precisamente a la imposición de las políticas
neoliberales a aquel país por parte de la Troika y del Eurogrupo, bajo
el dominio, este último, del gobierno alemán. No es Syriza la
responsable de los recortes, sino aquellas instituciones controladas por
partidos y personajes de clara orientación conservadora y liberal, que
pertenecen a las mismas familias políticas que las derechas en España
(PP, Ciudadanos, CDC y UDC) y a las familias socioliberales (como los
partidos que se autodefinen como socialdemócratas).
Ahora bien, Grecia es un país pequeño,
con una economía muy limitada, y un Estado fallido, que además estaba y
está aislada hoy. Pero España es la cuarta economía de la Eurozona, y lo
es en un momento que hay revueltas a lo largo de todo el continente
europeo en contra de estas políticas, con una oposición creciente –de
todos los signos políticos- en cada Estado. El gobierno Renzi, en
Italia, ya ha expresado su oposición a tales políticas, el gobierno
portugués también ha interrumpido las políticas de austeridad, y en el
Reino Unido el Partido Laborista está dirigido por un equipo opuesto a
tales políticas. Y así un largo etcétera. No debería ignorarse que
existe hoy una situación nueva que permite mayores espacios (sin olvidar
los cambios políticos que están ocurriendo a lo largo de la Unión
Europea) cada vez más favorables a la redefinición de la Eurozona y de
su sistema de gobierno. La victoria electoral de Unidos Podemos abriría
toda una serie de posibilidades que ayudarían a transformar no solo
España, sino también Europa. De ahí la urgencia en la movilización y
apoyo electoral a tal coalición para el bien de la mayoría de la
población en España y en los países de la Eurozona, cuya calidad de vida
y bienestar han sido tan afectados por las políticas neoliberales que
deben ser interrumpidas y revertidas para el bien común de los pueblos.
*
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad
Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
* Crónica agraeix al autor que compartixca els seus articles d'opinió amb els nostres lectors
Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
Vicenç Navarro
Autor del libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante. Anagrama, 2015
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